UN PROYECTO DE ALIMERKA

Casi la mitad de los alimentos que terminan en la basura son vegetales y frutales. Le siguen cereales, lácteos y carne

La mayoría sabemos que el desperdicio alimentario es un problema generalizado que se da en la mayoría de hogares. Lo que quizá no se sepa tanto es que supone perder cientos de euros cada año por persona -no por hogar sino por cada miembro que viva en él-. Y es que no solo es alarmante el dato económico que supone tirar comida, sino que se trata de algo insostenible: no podemos asumir que una notable parte de nuestra cesta de la compra se vaya a ir a la basura. El origen del problema está en que compramos de más. Los datos lo demuestran: en España, se calcula que la mitad de los alimentos que se van a la basura son frutas y hortalizas.

¿Cómo reconducir la situación? Uno de los principales comportamientos a modificar es el de las ocasiones que acudimos a hacer la compra. Se tiende más a hacer una compra grande una o dos veces al mes; se compra mucho y no todo se consume en los días siguientes. Y ahí es donde empiezan los problemas ya que, a medida que pasan los días, los ingredientes frescos a los que todavía no hayamos dado uso irán deteriorándose poco a poco y si no nos ponemos manos a la obra acabarán en el cubo de la basura en lugar de en la olla.

Para entender bien la raíz del problema es importante diferenciar dos conceptos muy ligados pero que tienen diferentes formas de abordarse. Por un lado está el desperdicio alimentario, que es básicamente «tirar comida». En este caso, el desperdicio se produce en todas las fases del ciclo de la alimentación: al comprar -por comprar de más-, después de comprar -cuando, por dejar el alimento abandonado, acaba por deteriorarse y tirarse- y después de comer -cuando ha sobrado comida y nos deshacemos de ella en la basura-.

Por otro lado, está el aprovechamiento que no es más que, ante una alarma de posible desperdicio alimentario inminente seamos capaces de reaccionar y evitarlo en la medida de lo posible dándole una nueva vida a esos ingredientes o aprovechando de ellos todo lo posible aun cuando no lo tuviéramos previsto. En este sentido nos referimos a darle vida a partes de los alimentos que normalmente desechamos como por ejemplo la parte verde del puerro. Se puede utilizar para dar sabores en caldos o hacer unos chips crujientes que aporten un toque diferencial en los platos. Las hojas y el tallo de la remolacha se puede utilizar, en cambio, como sustitutivo de las acelgas ya que son muy similares e incluirlas en un potaje o saltearlas. Incluso las hojas de las zanahorias, si conservan buen color, pueden dar el pego como si fuesen perejil o relevando a las hojas habituales de las ensaladas.

La clave: planificar

Con el fin de reducir el impacto medioambiental por culpa de una mala gestión de nuestros recursos alimentarios la solución principal es organizarse. Haciendo una lista con alimentos básicos como son legumbres, pasta integral, verduras, frutas de temporada y frutos secos se puede hacer un menú completo para toda la semana.

Esta es una de las propuestas que se pueden tomar de referencia:

Lunes 

Comida: ensalada de lentejas y 2 mandarinas.

Cena: tortilla francesa con salteado de verduras + 1 yogur con ½ granada. 

Martes 

Comida: Pasta integral carbonara + manzana asada con queso batido y nueces.

Cena: Navajas a la plancha con salteado de verduras + caqui y ½ granada

Miércoles 

Comida: Pollo guisado con arroz integral + pera asada con frutos secos

Cena: Hamburguesa de lentejas + vasitos de yogur con  ½ granada

Jueves

Comida: Pudding de pasta integral  y verduras + macedonia de frutas

Cena: Aranchini + yogur con kiwi + frutos secos

Viernes 

Comida: Ensalada de garbanzos + carpaccio de kiwi y naranja con chocolate

Cena: Hummus y pan pizza + cuajada de caqui

Con un poco de organización es posible llevar a cabo un plan de aprovechamiento para que tu compra y tu alimentación sean más responsables

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