Además de la salud del consumidor, que es primordial, también entran en juego otros factores como la conservación o el aspecto del alimento en cuestión
Cuando llega el momento de hacer la compra solemos dedicar ese tiempo en los pasillos de los supermercados a elegir los productos que llenarán nuestra despensa o que consumiremos en los próximos días. Algo en lo que igual no nos paramos tanto es en analizar las fechas de caducidad y de consumo preferente de todo lo que vamos metiendo en la cesta. Y es que, ¿quién no ha optado por coger los yogures que hay al fondo de la nevera sabiendo que son los que tendrán una fecha límite de consumo más lejana que los de la primera fila?
Antes de adentrarnos en el mundo de la conservación de los alimentos, conviene matizar la principal diferencia entre fecha de caducidad y consumo preferente. En cuanto a la fecha de caducidad, no hay opción a negociación: los alimentos pueden consumirse hasta la fecha que indica el envase, pero no más allá. Es muy probable que el producto conserve un buen aspecto los días posteriores y que sus propiedades organolépticas -refiriéndonos a la apariencia que presentan los alimentos en cuanto a vista, olfato, tacto y gusto- no se vean alteradas. Sin embargo, si el etiquetado indica una fecha concreta acompañado de “fecha de caducidad”, debemos respetarla. Y no siempre lo hacemos.
No es tan estricto el tema del consumo preferente. En este caso, entra en juego la calidad del producto más que la seguridad alimentaria. Es probable que pasada la fecha indicada, el alimento pierda sabor u olor pero se puede consumir en los días posteriores a lo que marque la etiqueta. Aquí también hay que aplicar el sentido común: si lo que tenemos delante no presenta un buen aspecto -incluso antes de alcanzar la fecha marcada-, conviene desecharlo sin remordimientos.
¿Qué alimentos no deberían consumirse fuera de fecha?
Carne, pescado, queso fresco o fiambre. Aunque nos fijemos en lo que marca la etiqueta, aquí va a ser fácil detectar el deterioro del alimento ya simplemente por el aspecto que presenta, principalmente en cuanto a color y olor. Tanto la carne como el pescado aguantan poco, precisamente por su frescura. Enseguida empezarán a oler de forma desagradable, pero antes de llegar a ese punto habremos alcanzado ya su fecha límite de consumo.
¿Qué ocurre con el consumo preferente?
En general, si permanecen bien cerrados, son alimentos que pueden ser consumidos aun después de haber pasado su fecha. ¿Cuáles entrarían en este grupo? Yogures, mantequilla, pan de molde, pasta, arroz, legumbres, bollería, galletas, frutos secos y conservas. Pero también embutidos y quesos curados, tomate frito, aceite, vinagre, café, salsa de soja e incluso los huevos.
Con los huevos ocurre que, por normativa europea, deben indicar como fecha preferente de consumo 28 días después de su puesta. Si la cáscara se mantiene limpia y brillante y si al sumergirlo en agua el huevo se va al fondo, sigue siendo consumible.
¿Hay alimentos que no caducan?
Sí, hay alimentos a los que no se les pone fecha de caducidad o que tienen una durabilidad enorme, incluso eterna si se conservan bien. Es el caso de la sal, el azúcar, las especias o la miel. En el caso de frutas y verduras, que no tienen una caducidad marcada, su aspecto y deterioro es el que marca el momento de desecharlos o seguir haciéndoles hueco en casa.
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