Al final del día, es fácil caer en la tentación de picar algo rápido abriendo la nevera o tirando de sobras. ¡Craso error!
¡Cómo nos gusta comer! De eso no hay duda. Desayunar, picotear, comer, merendar, cenar… En general, tenemos claras las pautas de lo que es una correcta alimentación o de hábitos saludables para una dieta equilibrada. ¿Quién no ha oído hablar de las cinco comidas al día o del número de piezas de fruta que deberíamos comer diariamente? Por no hablar del famoso método del plato, que consiste en dividirlo en proporciones: la mitad del plato debe contener frutas, verduras y hortalizas; un cuarto del plato, proteínas y el otro cuarto, hidratos de carbono.
La teoría está muy bien y hasta parece asumible… hasta que cae la noche y llega la hora de la cena. Esa gran desterrada del mundo «healthy» que hace que muchas veces saquemos a relucir hábitos alimenticios de los que sentirnos nada orgullosos. Vale que hay un famoso dicho que dice «desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo» a lo que se debe añadir: «¡pero cena!» Porque no cenar es una moda incomprensible que no tiene otra explicación que la de la pereza y dejadez. El objetivo de este artículo es dejar claro que cenar mal, no hacerlo o hacerlo tarde conlleva muchos riesgos: puede provocar hipoglucemia (bajo nivel de azúcar en sangre), es más fácil experimentar cefaleas o apatía en general y se multiplican exponencialmente las posibilidades de engordar, entre otros factores.
Una vez repasado esto, ¿qué alimentos deberíamos desterrar de nuestras cenas? Claramente, los productos excesivamente grasos deberían quedar fuera: embutidos, carnes magras, ciertos lácteos… Otro recurso muy facilón es el de la comida precocinada, pero cuyo exceso innecesario de calorías no nos beneficia en absoluto para el descanso que queremos obtener tras cenar. Cenas consideradas socorridas y aparentemente saludables son la fruta como plato único o los cereales. ¡Error! La fruta aporta fructosa, que no es más que azúcar con calorías y cuyo exceso se acaba convirtiendo en grasa mientras que los cereales suelen ser productos cargados de azúcar refinado que no son tan saludables como se creen. Prueba a leer su ficha nutricional mientras combinas unos copos de avena con yogur, porque la avena (sin añadidos) sí tiene cabida como cena. Pero ojo, no hay que instaurarlo como un recurso de cena habitual
¿Qué cenas son recomendables?
Un pescado con acompañamiento suele ser una de las opciones preferidas y más acertadas. El pescado como plato principal, sea blanco o azul, nos aportará proteínas de calidad y, en el caso del salmón, contiene grasas saludables como el omega 3. ¿Has probado alguna vez a cocinarlo en papillote? Es una opción muy sana y que ensucia poco. Nuestra propuesta: Salmón en papillote con brócoli y setas.
¡Bendita cuchara! Y es que son platos fáciles de comer y muy completos. Ahora que llega el otoño y está de temporada la chirimoya, recomendamos aprovecharla para elaborar una Crema de verduras con aguacate y chirimoya. Acostumbrados a tomarla de postre, esta fruta es muy versátil también para recetas saladas. ¿Un truco? Añádele un toque de salsa de soja.
Las espinacas y el calamar son una gran fuente de proteínas mientras que los mejillones también son ricos en hierro. Combinarlos en conjunto son una apuesta ganadora. Por eso, este plato de Canelones de espinacas con calamar y mejillones además de ser una cena resultona se puede dejar preparada con antelación para solo tener que calentarla en el momento de consumirla.