El relato de Aless Lequio en su libro: «El cuerpo es sabio y te prepara para todo, incluso para la muerte»
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El hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio relata en «El chico de las musarañas» su experiencia desde que comenzó a tener problemas de salud. El joven solo pudo escribir 70 páginas de un libro de más de 300, que continuó su madre: «No pudiste terminarlo, mi vida. Y ahora estoy aquí temblando de emoción mientras empiezo a leerlo». En la publicación, el joven le cambia los nombres a sus padres y menciona al amor de su vida
21 abr 2023 . Actualizado a las 22:03 h.Está ya considerado el libro de Ana Obregón. Después de tres semanas con la presentadora en todos los titulares tras haber sido madre por gestación subrogada, este miércoles veía la luz El chico de las musarañas, la obra póstuma de Aless Lequio. Madre e hijo comparten firma en la publicación. Cierto es que ella es quien escribe la mayoría de las 312 páginas, pero hay 72 que son de la autoría de su hijo que cuentan de un modo particular su historia y cómo él vivió el cáncer que no pudo superar.
El chico de las musarañas es el libro que dejó escrito Aless Lequio y la parte del joven se encuentra en el medio de la publicación, destacada con otra tipografía y con su propia otra portada. A continuación, dos relatos que la madre del joven dice haber encontrado en su ordenador tras su muerte.
La propia Ana Obregón introduce su relato páginas antes y tras un primer tramo en el que avanza gran parte de los sentimientos que experimentó durante la enfermedad de su hijo.
La presentadora cuenta cómo durante el tiempo que pasó con su hijo en Nueva York, donde se sometió a un largo tratamiento contra el sarcoma de Edwing que padecía, Aless pasaba horas y horas frente al ordenador. «Le escuchaba teclear sin parar, solamente salía cuando ya había preparado la cena, pero luego volvía a escuchar el mismo sonido hasta altas horas de la madrugada». Fue en esa época cuando él le contó que estaba escribiendo El chico de las musarañas. «¿Recuerdas lo que me dices desde pequeño cuando desconecto, me evado y me piro a otro lugar?», le dijo el joven. A lo que ella respondió: «Claro que sí. ¡Hijo, ya estás otra vez pensando en las musarañas! Eso te decía, eso te he dicho un millón de veces». Así cuenta Ana Obregón por qué el libro lleva ese título, pero también cómo su hijo le transmitió que había empezado a escribirlo desde el día que le diagnosticaron el cáncer y que además donaría los beneficios para la investigación de la enfermedad. «No pudiste terminarlo, mi vida. Y ahora estoy aquí temblando de emoción mientras empiezo a leerlo», dice la intéprete.
El relato de Aless Lequio
El tono del libro escrito por el fallecido Aless Lequio tiene poco que ver con el estilo de su madre. Se trata de tres capítulos y dos escritos independientes en los que el joven alcanza a contar cómo fue la previa de su diagnóstico y cómo llevaba meses con fuertes dolores. Momentos que relata con tintes humorísticos y ácidos. Aless se muestra como un chico despistado y fantasioso, precisamente de esos que se pasan el día pensando en las musarañas. «Soy un ser reflexivo y no por ello más sofisticado que los demás. Honoris causa en el arte de la desconexión. Mi padre, entre otros, me llama Apagón. El resto me llaman gilipollas».
Aless presenta incluso su formación académica, pero se centra en el mundo que dice haber creado y en cómo el constante malestar físico que tenía le llevó un 23 de marzo (como también cuenta su madre) al hospital donde todo empezó. Allí se dirige con «su prometida» Karen. Aless le transmitió a su madre que le iba a cambiar el nombre a todos los personajes de su vida. Él mismo es Tom, y ese Tom se adentra en el hospital entre dolores. «El cansancio había calado y solo conseguía avanzar con la espalda encorvada, arrastrando los pies: era la viva imagen de Cuasimodo en su versión CrossFit». Aless Lequio relata su camino por el hospital con ironía y entre bromas. «Reconozco esos dolores, es como si algo creciera dentro de mí. Algo que empuja desde dentro hacia fuera removiéndome los interiores (...) El problema es que llevo sin dormir desde hace un mes y sin pegar ojo desde hace una semana», dice que le explicó a una doctora. De ahí a las primeras pruebas médicas. Antes, una llamada a su madre para decirle que estaba en el hospital. «Conocía bien la reacción que provocaría la noticia y decidí abordar el tema con truco, recitándole la partitura a mi madre primero sin notas graves y esperando que esta llegase a oídos de mi padre...». Aless iba a ser operado y buscaba ponerle una solución ya a su situación. «Entre los síntomas destacaban el sudor frío, las punzadas de campeonato y los calambres de ciencia ficción. Unas pesadilla con la que llevaba luchando dos meses sin mediar palabra con mis padres hasta que la situación fue insostenible».
Doña Aitana y don Ernesto, los nombres de sus padres
Aless Lequio reconoce en el libro la sobreprotección de su madre, a la que llama Doña Aitana. «Mi madre es actriz, de las que han peregrinado en Hollywood, de las que nunca dejan de trabajar, de las que hacen teatro delante de tus narices y te regatean sin darte cuenta». A su padre, Alessandro Lequio, también le asigna otro nombre. «Mi padre, formalmente conocido como don Ernesto, está dotado de un carisma y un sentido del humor que cosen su imagen al recuerdo de cualquier bípedo con condición de humano, sin querer queriendo, más en mujeres que en hombres, como cualquier seductor innato; ellas le buscan para darle afecto y ellos para romperle las piernas, algo habitual en los hombres que hacen historia». De la relación de sus padres, dice que fue breve, «pero llena de acontecimientos», «poniendo fin a la misma tras conocer a otra mujer menos agraciada transcurridos los doce meses de comenzar la vida en pareja. Desde entonces, don Ernesto y doña Aitana, galán italiano y musa española, son mejores amigos y forman el tándem perfecto para lidiar con los asuntos referentes a mi persona».
El relato del joven se termina a la espera de ese diagnóstico, pero Ana Obregón explica que encontró otros documentos en el ordenador del joven una vez fallecido. El primero es A la atención de... un relato de amor. Ana Obregón confirma que es «la carta al amor de su vida»: «Tengo cáncer, pero lo peor de todo, tengo miedo. Ya no sé si algún día seré capaz de sentir cómo eres y lo que podríamos llegar a ser, pero lo que sí puedo hacer ahora, en este mismo momento, es transmitir cómo no eres y, por lo tanto, acercarme un poquito más a la idea de lo que serías. Sé que no eres el amor de mi vida, porque serías mi vida entera. Porque seríamos uno. Porque sería para siempre».
«¿Hay algo más enigmático que un amor para toda la vida sin nombre propio?», se pregunta Ana Obregón, algo que ha llamado la atención porque el joven compartía su vida en ese momento con Carolina Monje. «Me vuelven a mover por dentro la rabia y el dolor de que en esta maldita vida no tuvieras tiempo de encontrarlo, de ser feliz, casarte y tener cinco hijos como tanto deseabas».
«El cuerpo es sabio»
El segundo documento individual es de marzo del 2020, unos meses antes del fallecimiento del joven. «La muerte no es más que una transición. Podría compararse a la preparación del cuerpo humano que precede a un parto», explica Aless, que habla de «sensaciones inquietamente tranquilizadoras y lúcidas, sensaciones que te dejan inmóvil, y si quieres, te lanzan fuera del cuerpo».
«Todavía quedaba la última batalla, la batalla de mi vida, pero creo que el cuerpo es sabio y te prepara para todo, incluso para la muerte (...) Un fenómeno que da miedo, porque todo lo desconocido da miedo, pero no deja de reconfirmar una verdad universal que muchos desconocemos (...) Todo lo que nos rodea es magia.