Se crio en el bar de sus padres y en el cine que tenía pegado pared con pared a ese establecimiento, «la mejor escuela», dice Candela, que huye de su imagen de tía fuerte. «A los 40, cuando dejas de estar follable, nos pintan tristes, enfermas y apagadas»
29 sep 2020 . Actualizado a las 20:49 h.Candela Peña (Gavà, Barcelona, 1973) es en realidad María del Pilar, pero Pilar Peña no tenía ese fuego necesario para arder como ella quería en la pantalla. Candela se lo encontró en un texto lorquiano, La casa de Bernarda Alba, y se lo atribuyó para darse forma como esa actriz que tantas veces había soñado. «Mi currículum vitae ha sido el bar y el cine, me crie en el bar de mis padres y cuando mi madre se cansaba de mí me decía: ‘Dile al señor Ramón que te deje pasar’». En esas butacas, que ahora ella tiene en su casa, aprendió a ser quien era, asegura. «Soy una mezcla de todo lo que vi, Fellini, Bergman, Buñuel y Así se hizo Roque III, de Pajares y Esteso», bromea Candela, que ahora estrena varias películas, entre ellas Black Beach, acaba de escribir una serie y ha acabado de rodar la segunda temporada de Hierro.
-No sé si te cojo bien a esta hora, ¿estás fresca como una lechuga?
-Perfectamente, ¡si yo no como! ¿No ves que las modelos no comemos? [Risas]
-Te acabo de ver en« La Resistencia» y sí has adelgazado. ¿Has hecho algo?
-Sí, tuve un accidente y me he hecho daño. Estuve en una casa en El Hierro y no quise decir nada, porque allí la gente es muy cotilla, entonces no comí. Me quedé en una casa sin comer porque no podía salir a hacer la compra.
-Pero eres un poco de extremos. ¡Quedarte sin comer!
-Pues yo ahora lo que hago es: me levanto, me tomo un café con leche, y a la hora de la comida o me voy a andar o me pongo una reunión, y solo ceno a las ocho de la tarde. Es mi truco.
-Aparte de que estás físicamente muy bien, ¿sientes que estás de moda? Ahora estás en cuatro pelis, ¿es el momento Candela?
-Mira, yo me siento como la playa de la Concha: sé que un día la marea está más alta y otro día está más baja. Llevo haciendo películas desde los 18 y he cumplido 47, he vivido momentos de todo y me parece absurdo que digan: «Candela tiene mucho carácter», cosa que es mentira. O «Candela es muy fuerte», cosa que es mentira. O ahora: «Candela está de moda». Lo que pasa es que la serie Hierro me sacó de boxes, y oye, el trabajo la gente lo valoró. Y ahora estoy estrenando películas de dos años para atrás. Que también digo: «Se estrena todo y no me quedo con nada en la recámara». Quedará por estrenar Hierro 2, en el 2021.
-Estrenas« Black Beach», también «La vida de Rosa», «Salir del ropero», que son películas muy diversas. Hay actrices que se encasillan, pero tú eres capaz de tocar muchos palos. ¿Te va la marcha?
-Me gusta tanto en la vida como siendo actriz valer para un roto y para un descosido. Yo no quiero una carrera de estar de moda hoy; ser pan para hoy y hambre para mañana. A partir de los 40 nos cuentan y nos escriben casi siempre hombres. Cuando tú dejas de estar como en una edad llámalo fértil, follable, o como quieras, nos pintan tristes, apagadas, enfermas. Y no, a partir de los 40 tenemos mucho que decir. Si nos miramos en grandes industrias como EE.UU., creo que aquí faltarían series como Morning Show o Big Little Lies, porque allí las mujeres a partir de los 40 han cogido un poder que ojalá nosotras también aquí lo tuviéramos.
-Tú has escrito también una serie, como la creadora de «Big Little Lies».
-Sí, yo en Big Little Lies es donde mejor he visto el maltrato contado. Y Morning Show, con un guion absolutamente tramposo y maravilloso, donde Jennifer Aniston se muestra genial, después de dar esa imagen tan viciada que la gente creía que aún era la de Friends. Y me encanta que Isabel Coixet, que para mí es el camino a seguir, junto con la Sardá, que lamentablemente ya no la puedo seguir, se haya apuntado a producir mi serie. Ahora estamos a ver si alguien nos la financia. Hago un llamamiento a las cadenas, a las plataformas, de que las mujeres a partir de los 40 necesitamos ser contadas. Y si hacen series de mujeres de 30, que su conflicto no sea que no llegan al orgasmo. Porque con 30 tú ya deberías tener voz y voto para decir es por aquí o es por allá.
-¿Tu serie, «Puerto y camino», va en esa dirección de reivindicar a otras mujeres?
-Sí, de mujeres que han renunciado a la vida supuestamente normal. Han renunciado a la maternidad, entre otras cosas, por ser grandes ejecutivas. En el fondo, las mujeres nos movemos por las emociones, y cuando ellas dejan los despachos, cuentan su vida. Nosotras hablamos de la emoción, tenemos un abanico mucho más interesante.
-Tienes 47. ¿Sientes que ahora estás en el mejor momento? ¿Que tienes las riendas?
-Antes de hacer La boda de Rosa, yo soy muy leal con las historias que interpreto, porque igual que los libros que leo creo que me escogen ellos, pues las películas igual. Entonces, si Rosa me escogió a mí, yo tenía que ser leal con ella. Si esa mujer iba a tomar las riendas de su vida, yo también. Y tuve la suerte de tomarlas antes; yo lo hago con terapia y Rosa casándose con una misma. Pero estoy en un momento de responsabilizarme de mi vida. Asumo que soy la mayor responsable. Antes echaba balones fuera, y no, no. Ahora soy la responsable de mi mecanismo.
Yo me desboco sola, no quiero que me desboquen
-En alguna ocasión has dicho: «Soy un potro desbocado, y me quiero desbocar sola». ¿Ya no piensas lo mismo de ti?
-Bueno, soy un potro desbocado de cara a los demás. La gente me ve y me pilla la matrícula cambiada. La prensa también decís cosas como «esta es indomable», un absurdo. Si no, yo no podría ser actriz. Sé que soy la herramienta para contar la historia de otro. Pero sí soy una tía con pasión, pero porque me gusta mi trabajo y le echo pasión a todo en la vida: a la crianza, al amor, a contar historias. Y sí, bueno, tú puedes verme a veces como un potro desbocado, pero me desboco sola, no quiero que me desboquen. Ahí voy.
-Yo creo que eso del carácter lo dicen porque tú no te has callado nunca.
-Eso es otra cosa. Eso es darle valor a mi palabra, pero mira, porque tengo la gran suerte de ser hija de una señora de una familia de 14 hermanos: siete mujeres y siete hombres. A mi madre no la han dejado hablar mucho y ella se marcó como objetivo en mi educación, en vez de mandarme al parque a jugar, mandarme al cine al lado de su bar. Y me decía: «Dile al señor Ramón que te deje pasar». Además mi madre nunca me sentó en la mesa de los niños. Ni nunca me dijo: «Cállate, porque tú no eres grande». Mi madre me dejó hablar y me escuchó siempre. Y yo me sigo escuchando. No soy una «bienqueda», tampoco con mis padres. El primer porro que me fumé, llegué a casa y lo conté. La primera vez que hice el amor, llegué a casa y lo conté.
-¿Y qué te dijeron?
-Bueno, me explicaron lo que había: esto sí, esto no. Papá lo hace los fines de semana [risas].
-Tuviste mucha confianza, entiendo.
-Sí, fue una casa absolutamente tolerante. Soy hija de un sevillano y una murciana, emigrados a Cataluña. Incultos, no teníamos ni tele ni teléfono. Pero incultura de datos, no emocional, que es la que a mí me vale.
-Eso también lo vemos en la película que estrenas, «Black Beach», lo que vale un hombre blanco y un hombre negro.
-Es que para ver ciudadanos de primera y de segunda no te hace falta irte a África. Cada vez que muere una mujer en España a manos de su marido es un número más. Yo nunca he visto a un político en el entierro de una mujer asesinada por un hombre.
-¿Y cuánto vale una catalana? ¿Has notado rechazo?
-Estoy absolutamente feliz y orgullosa de haber nacido en Barcelona. Pero también estoy orgullosa de mi madre, murciana, emigrada; y orgullosa de mi padre, de haberse ido a buscarse la vida. Y orgullosísima de que ellos se encontraran el uno al otro y que hubieran sido una pareja que se amaba por encima de todas las cosas.
-Eso marca. Cuando ves que tus padres son una pareja tan estable.
-Es como Truman Capote, te dan un don, pero también te dan un látigo. No es fácil de encontrar.
-¿Has tenido muchos desamores tú?
-Uf, eso no te lo voy a contar, gorda.
-Criarte en un bar te ha hecho todoterreno, eso sí.
-Eso se lo decía a Raúl Arévalo, que también se crio como yo en un bar. Cuando tus padres tienen un negocio hostelero hace que tú oigas conversaciones que no son propias de tu edad, que veas a personas con adicciones… Sin ese mundo tú no vas a ver al señor Francisco, que viene cada día a la una antes de comer. No vas a conocer al señor Román, que le gusta la cerveza en copa balón, y no en otra copa, que fuma en pipa… No sé, aprendes muchas cosas.
Cuando tus padres tienen un negocio hostelero hace que tú oigas conversaciones que no son propias de tu edad, que veas a personas con adicciones…
-¿También es una escuela de vida para trabajar?
-Sí, pero a mí lo que más me ha enriquecido es que ese bar estaba pared con pared con el único cine que había en mi pueblo. Cuando yo molestaba, y mi madre me mandaba allí, no sabía que yo veía Vestida para matar, la primera película en la que yo sentí que me calentaba. He visto Buñuel, Fellini, Cassavetes, Bergman, pero también Holocausto, Curso del 83, Yo hice a Roque III, entonces soy una mezcla de todo eso. Como no tenía tele, lo que yo sé es de todo eso. Y todo eso está en mi serie, Puerto y camino, porque cada capítulo es un homenaje a ese cine que a mí me ha hecho removerme las entrañas. Y como me he pasado la vida sentada en esas tres butacas, ahora las tengo en casa, porque el alcalde de Gavà cuando tiraron el cine me las regaló.
-Qué bonito.
-Sí, ese es mi currículum vitae: el bar y el cine. No he podido tener mejor escuela.
-¿Tenías una actriz referente?
-No, lo que yo tenía claro es que quería estar en la pantalla, no en las butacas. Y lo conseguí a los 18.
-Yo me acuerdo de ti jovencísima en aquella peli «Hola, estás sola», en que decías frases como «Esta es una casa, casa, con su tabla de planchar». ¿Tú siempre quisiste una casa, casa?
-Fíjate que eso sí es probable. Porque yo soy cáncer y para las cáncer nuestra casa es nuestro seguro. Es como cuando eres pequeño y juegas a que la alfombra es casa, yo siento que tengo que decir «casa» y estar en casa.
-¿Cómo has vivido estos siete meses en El Hierro por culpa del covid? ¿Eres miedosa?
-No, no. Yo llevo sola desde los tres meses de edad. Yo no tengo ningún problema para estar sola, pero también te digo que Movistar se encargó de pagarme la casa. Y yo como vengo de familia pobre, dije: «Tengo que trabajar» y me puse a escribir 18 horas al día, así escribí la serie.
-¿Eso te lo autoexiges, siempre has tenido claro que hay que sacarse las castañas del fuego?
-Bueno, es que no tengo a nadie que me las saque. Yo también tengo a una persona de la que soy responsable, tengo que ponerme las pilas.
Yo tenía claro es que quería estar en la pantalla, no en las butacas. Y lo conseguí a los 18.
-Cuando saliste en los Goya a denunciar que no tenías para comer, no te faltó el coraje para decirlo.
-¡Bueno, es que yo os oigo a los periodistas! ¿Qué pasa porque una actriz no tenga trabajo y lo diga? Es que no entiendo que hayan pasado un montón de años y me lo sigáis preguntando, es que es pedir trabajo. No pedí bajarme el body y enseñar las tetas, ¿pero qué tiene de malo? ¿Por qué hay que tener coraje para decir necesito trabajar y comer y vivir? Tú lo has oído en tus amigas, pero oyen a una actriz decirlo y se arma.
-Tú lo dijiste en una gala, en un momento en que te estamos escuchando todos, no tomando un café con amigos. Tú tienes esa posibilidad y la usas.
-Pero no hay que tener coraje para eso, no lo entiendo.
-¿Tenías claro que querías hacer una jueza diferente en «Hierro»?
-Lo que quería es que no fuera masculina. Porque cuando una mujer llega al poder nos masculinizan. Quería hacer esa defensa, mujeres que cuando un marido te deja colgada, con un niño en esas circunstancias, sola, ya seas cajera o jueza, te encuentras con ese hijo, que es como un insecticida para los hombres, que no se te acerca nadie. Una mujer que la destinan a un sitio como El Hierro llega muy enfadada. No hay personajes como la jueza Montes, y he peleado por ella todo lo que he podido. Pero he podido lo que he podido.
-¿Cómo te has sentido en «El Hierro»?
-Bueno, lugar pequeño, infierno pequeño.
-¿Eres de ciudad grande?
-No, yo soy persona de capacidad de adaptación. Si estoy bien, estoy bien donde sea. Si estoy mal, estoy mal donde sea. La primera temporada en El Hierro estuve francamente bien, y de esta segunda no me dejan hablar.
-Has trabajado con un montón de directores y directoras distintas: Almodóvar, Icíar Bollaín, ¿te sientes mejor mandada por las mujeres o te da igual?
-Me da absolutamente igual. Hay mujeres con muchísimo talento, y con poquísimo talento. Hombres con muchísimo talento y otros con poquísimo. Yo me manejo mejor con la gente con talento, pero porque me encanta aprender y ser el vehículo soñado para el que se escribió una historia.
-¿Te gusta más el modelo cañero, de quien te exprime mucho, o el modelo más relax de que tú aportes?
-A mí me da igual, yo me adapto a todo el mundo, pero insisto en que me gusta la gente con talento.
-Esos nombres que he dicho no hay duda de que tienen talento…
-Bueno, yo no te lo voy a decir. Hay algunos que me gustan más y otros que me gustan menos.
La cara de Renée Zellweger no es patrimonio de la humanidad. Que haga con su cara lo que quiera
-Me gustó mucho cuando saliste en defensa de María Teresa Campos, porque sigue enamorándose a su edad.
-Y me gusta que las personas mayores, como mi amiga Maritere, no sean reducidas porque cuando eres mayor, todo se olvida. Ella es la primera que hizo una mesa política en los programas de la mañana, la primera que hizo un monólogo al comienzo de su programa, es la primera que actuó en su espacio, pero como hacía un programa para señoras se la desacredita. Y eso me parece fatal, ella ha estado amenazada por ETA. Es una mujer que ha sido la pera limonera y lo sigue siendo.
-Tú la reivindicas.
-Claro. Igual que te digo que la cara de Renée Zellweger no es patrimonio de la humanidad. Que haga con su cara lo que quiera. Porque a veces por ser mujer, o ser mayor, ya hay carta blanca para opinar. Vivimos en un mundo de cacareo constante, sobre todo desde que tenemos las redes. Por eso te digo también lo de los directores: habrá buenas opiniones y malas opiniones, pero yo soy Renée y que mundialmente te estén dando caña porque te has operado; es que no lo entiendo. Como si se quiere poner un pene en la frente. Es su cara, y no es patrimonio de la humanidad. Ni la de ella ni la de Nicole Kidman.
-¿Algo que decirle a los responsables políticos?
-En lo que respecta a mi gremio, yo no entiendo que los trenes vayan llenos, los aviones vayan llenos, y los teatros y los cines los tengas cerrados. Se lo debemos a la cultura. Porque en todo este confinamiento la gente lo que ha podido hacer ha sido consumir cultura, han leído libros, han escuchado música y han visto muchas series y películas. Nosotros tenemos que seguir haciendo contenidos, todas esas familias de feriantes, que sobreviven los inviernos por los veranos, como los técnicos de sonido de las orquestas… Todas esas familias se sienten amenazadas. Es lo único que digo: que se pongan las pilas.