Cañita no se queda corto

INFORMACIÓN

Este superviviente del estrellato vuelve a reinventarse explorando el anuncio publicitario y protagonizando un flamante cortometraje

26 jul 2019 . Actualizado a las 20:23 h.

La fama hay que vivirla. «¡Cañita, tío, venga esa foto conmigo, suelta lo de las seis mil pesetas de whisky!»... Uno, dos, tres, catorce fans. A la semana. Cientos al trimestre. Mil al año. Este es el punto de partida del cortometraje que Cañita Brava (Manuel González Savín, A Coruña) protagoniza y que está presente en la última edición del Notodofilmfest, cantera patria de cineastas, actores y revelación de futuras estrellas. Dirigido por Edu Lavandeira, el fan que se lanza a por el famoso es quien les escribe. Un tridente que en su día firmó Vaya V, el informativo más improvisado de la televisión y que ahora apuesta por esta reflexión sobre la popularidad y su lado más cruel desde el punto de vista social y humano. «¿Sería la vida de Cañita la misma si nunca hubiese dicho la famosa frase en la primera película de la saga Torrente?», se pregunta Lavandeira. «Proponemos un juego con un giro final al espectador para que cada uno llegue a la respuesta», añade para explicar el punto de partida argumental. La pieza, de tres minutos y medio, se abre así a múltiples interpretaciones, aunque hay que enmarcarla en lo que es: una ficción.

«Cañita enriquece cada secuencia en la que sale improvisando, el guion pasa a un segundo plano, se trata de plantear la situación y él llega de la manera más imprevisible a la traca final», cuenta Santiago Segura, que contó con él para que encarnase a Antonio, el camarero más famoso de España. El enfado con Torrente en su bar por la deuda más famosa de la hostelería nacional acabó en icono: «Me debes seis mil pesetas de whisky, no te fío más». Hay que puntualizar que solo Cañita es el responsable de la obra, tan alabada por sus seguidores como criticada por sus detractores. Su condena. Su absolución. «La frase me la pide todo el mundo. Fotos también quieren. Y yo me debo a mi público. Soy un artista. Jamás me he negado», dice Cañita. De ahí que, dada la realidad de un personaje que siempre se ha mostrado bonachón y que es tan querido por sus admiradores, choque verlo asediado en su último papel por el típico cazaselfies de famoso. Pesado. Cansino. Odioso. He de decir en mi defensa que me costó, porque Cañita es en parte mi padre televisivo, un compañero que me enseñó que si no disfrutas delante de la cámara, a nadie serás capaz de convencer. «Después, la gente que vea lo que quiera, Iago, ¿estás de acuerdo?». Sí, maestro.

Un hombre de anuncio

Vive un momento dulce en lo profesional. Su vida fue un vaivén, con achaque de salud incluido y oficios diversos... ayudaba a cargar cajas en la lonja, llevaba en barca a veraneantes desde su barrio natal, As Xubias, a la playa de Santa Cruz... Pasaba de los 40 cuando El Semáforo del difunto Chicho Ibáñez Serrador reparó en él y lo convirtió en trending topic. En influencer. Eran los 90, aún no se atisbaban las redes sociales pero hoy sería exactamente eso. Y probablemente algo más. Cantaba en todas partes. En las últimas semanas, gracias a un spot de J&B, ha vuelto a notar ese calor que toda estrella necesita. Con inteligencia, el anuncio publicitario, realizado solo para YouTube aprovechando su tirón entre los millennials, zanja la histórica deuda de la bebida espirituosa. Antonio recupera las pesetas perdidas. La marca suma visualizaciones y likes. Una vez más, Cañita lo clava.

Mientras no sume otro capítulo a la temporada de éxitos, vive el presente. Esperando a que de nuevo el botón rojo se encienda. Se le ve de patrulla en Os Castros, su hábitat en A Coruña. Si se encuentra con él, ya sabe lo que no debe hacer.