¿Cuántas mentiras llevas en la cesta de la compra?

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Cada vez más usuarios denuncian en las redes sociales, motivados por conocidos nutricionistas y la OCU, cómo la industria alimentaria lleva hasta un peligroso límite la veracidad de sus mensajes en productos como el pan de molde, los yogures o el zumo de naranja

21 may 2019 . Actualizado a las 12:37 h.

El altavoz de las redes sociales suena cada vez con más fuerza. Tanto, que la industria alimentaria ha encontrado, tras años buscando los recovecos de la legislación para colársela a los consumidores, su verdadero talón de Aquiles. El movimiento Realfood, promovido por nutricionistas como Carlos Ríos o las chicas de Futurlife21 (entre ambas cuentas suman casi 800.000 seguidores en Instagram) no tiene otro objetivo que instar a la sociedad a alimentarse de productos sin aditivos, o azúcares. Es decir, habría que despedirse definitivamente de los ultraprocesados. Para ayudar a separar el grano de la paja nada mejor que un paseo por el supermercado diseccionando qué es y qué no es comida real. De este modo se revela cómo las grandes marcas intentan dar gato por liebre a la ciudadanía, pese a las advertencias que lleva años lanzando la OCU sobre las mentiras de muchos de los etiquetados que encontramos en los productos que guardamos en la despensa.  

Bajo el hashtag  #etiquetastrampa desmonta el mito de los productos apellidados naturales o caseros. Una etiqueta que ha ido ganando fuerza en los últimos meses en las redes y que deja a multitud de marcas entre las cuerdas. Repasamos algunos de los casos más sonados.

Los caldos «naturales» de pollo, carne o verduras están en el ojo de este organismo que vela por los derechos de sus consumidores. Según revelan en su página web, cuando utilizan este término «os hacen creer que el producto es mejor, pero no tiene por qué ser así. En realidad, el término natural solo puede atribuirse al agua mineral natural envasada (la que se obtiene directamente de manantial), al yogur natural (con fermentos e ingredientes lácteos y sin aromas), a los aromas naturales (aditivos de origen vegetal o animal) y a las conservas al natural. En los demás casos, es una exageración».

En cuanto a los adjetivos «artesano» o «casero» sucede algo similar. «Si lees esto en una etiqueta, piensas que ese producto ha sido elaborado como lo haría cualquiera en su casa, no de una manera industrial, pero basta echar un vistazo a la composición, además de saber un poco de los procesos de elaboración, para ver que no es así: ¿Quién usa gelificantes, colorantes o acidulantes para hacer un bizcocho? Te limitas a la harina, el huevo, azúcar, levadura y como mucho limón, ningún aditivo de los que empiezan por E-», comenta la OCU. Se llevan la palma los envases de pan de molde.

Pone el foco también la OCU en apellidos como «extrajugoso», muy recurrentes en jamón york (¿otro invento de la industria?). Según esta entidad, «se suele usar para denominar a un producto  de una calidad inferior, con menos carne y más agua, de ahí que sea más jugoso». 

Otro caso llamativo es el de los yogures de frutas. En su amplia mayoría debería indicarse «yogur con sabor a» fresa, por ejemplo, ya que la mayoría de veces no llevan ni gota de la fruta a la que saben. Recuerda a lo que ocurre con los zumos en los que aparece la palabra néctar. Según la OCU: «Esta palabra suena a algo exquisito, selecto… pero en realidad es un zumo diluido con agua, al que se añaden azúcar o edulcorantes y aromas para compensar el sabor que puede al diluirse». 

Pese a los empeños de las grandes marcas, los consumidores comienzan a estar cansados de estos abusos, y Twitter parece ser el caladero perfecto para superar estas frustraciones.

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