Jorge Ilegal: «Las canciones de Ilegales no han envejecido porque son profundamente humanas»

María Sánchez Condado
María S. Condado REDACCIÓN

GIJÓN

Ilegales
Ilegales

El grupo asturiano Ilegales actuará el 5 de abril en la Plaza de Toros como parte de la programación del Gijón Arena

08 abr 2025 . Actualizado a las 17:27 h.

El mítico grupo Ilegales recalará en Gijón este sábado 5 de abril con su recién estrenada gira Joven y arrogante. Más de cuatro décadas después, el grupo encabezado por Jorge María Martínez, más conocido como Jorge Ilegal, continúa en lo más alto del panorama musical español, agotando las entradas en algunos de los conciertos de la gira de su decimotercer disco.

El secreto de su éxito, unas canciones que no envejecen y mantener la arrogancia de cuando se es joven. Ahora, Jorge Ilegal hace un repaso por la historia de la banda, nos habla sobre el proceso de creación de su nuevo álbum y confiesa a dónde le ha llevado la experiencia y el paso del tiempo dentro la industria musical.

—Hace apenas un mes sacabais a la venta vuestro nuevo álbum Joven y arrogante, ¿es un disco escrito desde la nostalgia?

—No, en absoluto. Es un disco urgente. Puede haber momentos reflexivos, pero no nostálgicos. Sí que echa la vista un poco atrás porque es necesario; yo siempre he mantenido que el presente está hecho de pasado y futuro. A veces, es necesario mirar atrás para saber de dónde se viene, y mirar hacia hacia delante para saber a dónde se puede llegar, no a dónde se quiere llegar porque es muy difícil predecir el futuro, pero se puede uno orientar ligeramente.

Como te decía es un disco urgente. Habla de la ansiedad, que es esa cosa que provoca probablemente el acoso del progreso, y otras muchas cosas más. El Face sí que describe un tipo brillante que ocupa un lugar prominente, pero que es fugaz. Es como la propia vida, esa fugacidad que tiene la historia; la historia es bastante más fugaz de lo que observamos desde nuestra humana persona.

—El título del tema Joven y arrogante, ¿habla de usted mismo? ¿Continúa siéndolo?

—Arrogante sí, porque la arrogancia es imprescindible en el rock and roll. Sin arrogancia, no hay rock and roll. Además, la gente no arrogante, estos de «gracias», «muchas gracias» y «humildemente» a mi me parecen sospechosos de egomanía, más que sospechosos, culpables. La arrogancia es una virtud. Se nos perdonan generalmente los defectos, ser borracho, ser esto o lo otro, pero las virtudes no se nos perdonan. La arrogancia significa que se está orgulloso de ofertar lo que se tiene. Yo me siento orgulloso de ofertarles a ustedes este disco y estos conciertos. ¿Por qué? Porque confío plenamente en su calidad. Esa seguridad, yo creo, de alguna manera es una garantía en sí misma de que se está ofertando algo bueno. Cuando ves a alguien que está vendiendo algo defectuoso y cada día ocurre ese tipo de ventas, es una constante, en fin.

—En este tema habla del tiempo y la experiencia, ¿de qué le han servido a usted?

—De muy poco. Sigo manteniendo, probablemente, la postura original. Algunas veces he hablado de esto; cuando eres joven las propias convicciones aún no lo son en absoluto, luego hay un momento en que cristalizan y uno se vuelve seguro. Tienes una serie de convicciones muy fuertes, muy arraigadas, que crees que son muy sólidas, pero llega un momento en que te vuelves un poco más suspicaz y empiezas a dudar de todo, a cuestionar todo. Creo que es la postura más higiénica posible, porque cuestionar las cosas es lo que hace que avance todo, que avancen los conocimientos científicos, políticos, artísticos, todos, los intelectuales incluso. Cuestionarse las cosas es algo que empezamos a perder en una etapa en medio de la vida y me parece peligroso.

—Después de trece discos publicados, ¿de dónde continúa sacando la inspiración para escribir nuevas canciones?

—El universo es demasiado grande para que se termine la inspiración. Creo que la propia naturaleza humana , aunque seamos unos de los habitantes, una de las especies, de esa mota de polvo que flota en el espacio, somos bastante interesantes. Somos una especie conmovedora. No digo que las demás especies no lo sean también, pero ese magnetismo que provoca que seamos capaces de lo peor y lo mejor nos hace profundamente interesantes. Se puede generar no solo ciencias o artes, la cosa va mucho más allá. Ser miembro de esta especie y la erosión que provoca, a veces dolorosa, es generadora de todas estas cosas, del arte, de lo científico, de lo político o de otras disciplinas.

—Hace más de cuatro décadas que se publicaba uno de sus grandes éxitos, Soy un macarra, ¿continúa siéndolo?

—Últimamente, gente con bastante visión está diciendo que el haber escrito una canción como esa nos ha cerrado puertas. ¿Por qué? Porque ha provocado el ripio en una canción que es solo un juego. Era una contención punk a los cantautores de la época. Ha hecho que la gente haya cerrado los ojos y los oídos a un montón de textos infinitamente más interesantes. En el mismo disco, la canción Agotados de esperar el fin, es mucho más interesante. Creo que Ilegales son gestores y creadores de canciones como esta, que son muy necesarias. Hacer tonterías de vez en cuando es un desintoxicante que tiene características y propiedades claramente terapéuticas, pero he escrito cosas infinitamente mejores. Esa canción es un juego; es necesario jugar, lo hacen hasta los animales. Fue un momento punk, que todos hemos tenido.

Ilegales
Ilegales

—Haciendo un repaso de su carrera artística, ¿cómo recuerda los primeros años en el grupo? ¿Cuándo ganaron el concurso Rock Ciudad de Oviedo pensaba que iba a desembocar en que lo que se ha convertido hoy en día Ilegales?

—Cuando ganamos el concurso estábamos muy preparados, estábamos a punto de dar un salto a Madrid. Alguien nos apuntó al concurso sin querer nosotros, fue la novia del batería. Ganamos, y aunque había muchos grupos también ganadores, no lo eran tanto como ha demostrado el tiempo. Estuvieron a punto de descalificarnos, porque yo rompí una guitarra durante una de las actuaciones. Era una guitarra que me había estado jugando malas pasadas constantemente. Además, los comentarios por el micro no eran con la timidez de otros de los concursantes.

La gente más importante, Alberto de la cadena Ser, Javier Asenjo, los más inteligentes enseguida se dieron cuenta de la actitud y la arrogancia que destilaba el grupo en ese momento. Éramos los clarísimos ganadores, pero hubiera dado lo mismo. Yo abandoné años antes la Facultad de Derecho para dar forma a un proyecto que se abriese de forma internacional. Era así de ambicioso. Ya estaban hechos los contactos, como demostré, estábamos todos los nombres para trasladar todo, por lo menos, a nivel nacional en Madrid. El resto de grupos a los que dieron premios no fueron capaces de hacer nada de eso, porque no estaban preparados. Ahí se demostró claramente que existía un trasfondo y una solidez capaz de incorporarse a una industria que estaba naciendo en ese momento. Dándome un paseo por Madrid, sabía que iba a tener que llamar a alguna puerta y decirles: «tengo esto». Lo mismo que hizo Prince con sus discos y otros tantos músicos a lo largo de la historia. Cuando algo es tan sólido, tan preparado, es muy difícil que no funcione.

—Entre 2010 y 2015, Ilegales hizo un parón, ¿les sirvió para que el grupo volviese a tomar impulso?

—El parón se hizo porque creía que la banda estaba acabada, parecía que no había más canciones. Todo el mundo me decía «podéis tocar las de siempre, son casi 300 canciones, ¿Qué problemas tienes? Sigue tocando lo de siempre, que además es lo que el público te pide». Mira, yo no estoy en esto para complacer al público, mi obligación es entregarles algo realmente valioso, guste o no. Y en ese momento no tenía esa novedad. Lo hecho está hecho. Decidimos transitar en caminos musicales diferentes e hicimos Jorge Ilegal y Los Magníficos. Llevaba a una música más retro y exploraba caminos, justamente, denostados y muy interesantes. Estuvimos en ese sueño, en esa cruzada, porque para dar valor a esas cosas había que ser valiente. Teníamos los instrumentos, los conocimientos musicales, las ganas y las fuerzas. Durante cinco años o más, dimos conciertos. Ahora, la gente quiere volver a Jorge Ilegal y Los Magníficos y, joder, ahora lo entendemos. Mucha gente que no quería ir a los conciertos, acaban yendo y cuando salían es como si hubiéramos hecho un cursillo musical. Nunca me dio el público tanto las gracias como en esa época.

Enseguida empezaron a aparecer canciones para Ilegales, hicimos La vida es fuego en condiciones muy precarias, porque cuando abandonas un estatus es muy difícil recuperar el sitio. El siguiente ya fue Rebelión, que fue un bombazo, lo movimos más, con más soltura y un presupuesto más amplio. Yo no permití que se repitieran los errores del anterior. La vida es fuego es un gran disco porque tenía un soporte económico que me permitía llevar el disco más allá.

Para el siguiente ya pedimos refuerzos. Cumplíamos cuarenta años y decidimos coger canciones nuevas y algunas no muy populares y llamar a músicos, fueran amigos o enemigos y que ellos elijan las canciones. A teléfono frío, muchos no los conocíamos. Llamamos a Dani Martín, a Luis Casal, a Enrique Bunbury, a Coque Malla. Las canciones que hace Ilegales son de estilos muy distintos, porque no es un grupo que se repita, va en muchas direcciones. Eso se consigue tocando con músicos muy solventes, muy capaces. El problema que tienen ese tipo de músicos es que son gente bohemia y no siempre es fácil de tratar. Aun así lo hicimos y resultó de puta madre, toda la gente fue muy generosa y las cotas artísticas pretendidas se superaron. Habíamos huido de la receta de llamar a los cantantes más sólidos y de coger las canciones más exitosas, fueron todas canciones nuevas. Hay que ser generoso y no ofrecer un refrito.

—¿Cómo fue el proceso de creación de Joven y arrogante?

—Probablemente, es el mejor disco de Ilegales, según mucha gente de la crítica, con unas sonoridades totalmente nuevas. Contraté un productor con el que ya había trabajado y luego nos metimos en el estudio. Teniéndolos medios de producción, un estudio propio ya con muchos aparatos, estar con David Gutiérrez y Juanjo Reyes, gente que son verdaderos maníacos, se vinieron a trabajar a nuestro estudio, primero una semana, luego quince o veinte días, dimos un golpe de estado musical. Cambiamos muchas cosas de lo que estaba grabado y, finalmente, desechamos canciones que ya habían salido en single y decidimos hacer un disco con diez novedades rabiosas. Son canciones generalmente muy cortas, es muy difícil contar lo que cuentan en un espacio tan corto. Así elaboramos el disco, mirando en todos lados, adelante, y hacia detrás, tanto en el espacio como en el tiempo, en las propias experiencias y sin renunciar a nada. En él, hablamos del mundo actual, de esta humanidad ansiosa del siglo XXI.

—Este sábado, Ilegales estará tocando en el Gijón Arena, ¿qué se siente al volver a tocar en Asturias? ¿Cómo os suele recibir el público asturiano?

—En los últimos años, el público asturiano nos recibe bien, antes minusvaloraban todo lo de dentro. Solo nos valoraba, por ejemplo, si nos encontrábamos asturianos en Quito, en Nueva York o incluso en Madrid. Ahora sí que se nos empieza a valorar aquí en Asturias. Sí existe una consciencia que de Ilegales es un grupo valioso y que está haciendo una oferta cojonuda.

—¿Qué podemos esperar de este concierto?

—El método siempre es tocar las canciones que nos apetezcan. Algunas canciones banderas, que vamos turnando, canciones del 82 porque no han envejecido, ni bien ni mal. Las canciones de Ilegales no han envejecido porque son profundamente humanas, hunden sus raíces muy profundamente en la naturaleza humana. Y, luego, bastante material del disco nuevo, canciones de todas las épocas.