Alba González: «Después de un trasplante de riñón la dermatitis podía parecer una tontería, pero a mí me afectaba socialmente»

María Sánchez Condado
María S. Condado REDACCIÓN

GIJÓN

Alba González en uno de sus ingresos hospitalarios cuando era pequeña
Alba González en uno de sus ingresos hospitalarios cuando era pequeña

Desde que era una niña la vida de esta joven gijonesa se desarrolló entre camas de hospitales, ahora con 20 años aspira a entrar en la carrera de enfermería

26 nov 2024 . Actualizado a las 09:33 h.

Las camas de hospital, las consultas médicas y el entorno sanitario eran el día a día en la infancia de Alba González quien, con tan solo 3 años, fue diagnosticada de síndrome nefrótico. Ahora, a sus 20 años, lucha por entrar en la carrera de enfermería para poder devolver un poco del cariño que en su momento recibió. Además, su historia de superación ha llevado a la joven gijonesa a conseguir el Premio Gijón Empleo.

Con tan solo tres años, un 16 de enero del 2007, coincidiendo con la fecha de cumpleaños de su madre, Alba González amaneció con el cuerpo hinchado, sin ninguna causa aparente. Tras acudir al hospital, finalmente le diagnosticaron un síndrome nefrótico. Tras tres años en tratamientos, algunos de ellos experimentales, y pruebas genéticas para saber de donde provenía la enfermedad, a la joven gijonesa le trasplantaron un riñón en el Hospital de Cruces, en Bilbao. «Recuerdo ir en la ambulancia con mis padres taquicárdicos».

Tras el trasplante, la vida de esa niña de 7 años se llenó de responsabilidades. «Esa primera cita con el médico después de la operación me marcó, me dijo que a partir de ese momento tenía una responsabilidad de por vida, tenía que tomarme la medicación, seguir con los tratamientos y acudir a ciertas revisiones», recuerda Alba. Aunque el objetivo tras el trasplante es que la vida de Alba comenzara a ser la de una niña normal lo más pronto posible, «el proceso fue largo».

Su etapa de primaria e infantil se desarrolló entre camas de hospital y personal sanitario, «era algo que tenía muy normalizado, allí aprendí las letras y los números, hice mis primeros dibujos y aprendí a leer. Estar hospitalizada era mi rutina». Su día a día junto a sus amigos en el colegio tampoco era sencillo. «Tenía una dieta muy estricta, en los cumpleaños no podía ir a la merienda y tenía que tener mucho cuidado a la hora de jugar. En esa primera etapa, me comparaba mucho. ¿Por qué ellos podían hacer cosas que yo no? Tenía el trasplante justo en la zona del abdomen y tenía un catéter, cualquier patada, caída o empujón podía ser un problema».

Con el paso de los años, la situación de Alba se fue normalizando, sin embargo, la muerte de su abuelo y la bajada de medicación derivaron en un fuerte brote de dermatitis severa, «me supuraba y sangraba las sábanas. La familia de mi madre tiene bastantes problemas de piel, pero las dosis de corticoides por el trasplante hacían que no se desarrollara tanto». Para Alba, la dermatitis supuso un nuevo impedimento en su vida, no solo por el dolor que sentía en su cuerpo, sino, una vez más, por su desarrollo social. «La adolescencia es la peor época donde te puede tocar, empiezas a hablar con chicos y quieres presumir un poco más. Es fácil pensar “con lo que pasaste de pequeña, que te va a importar ahora la piel así”. Después de un trasplante de riñón la dermatitis podía parecer una tontería, pero a mi me afectaba socialmente. Estaba un poco en bucle y tenía ansiedad».

Las heridas, la sequedad y las molestias persistían en su piel, lo que la llevó a tener que volver a pasar regularmente por consulta médica, unas visitas que no dieron el resultado esperado. «Desde mi punto de vista los médicos no se implicaron como debería, me recomendaban baños de lejía lo que hizo que se me despigmentara la piel. También me recomendaban ponerme un pijama húmedo untado en crema, lo que hacía que tuviera pulmonías cada dos por tres».

En el 2021, Alba González vio un pequeño rayo de esperanza. Se empezó a comercializar un nuevo tratamiento llamado Dupixent, unas vías subcutáneas que ayudaban a controlar las afecciones de la piel desde dentro. «Al no ser mayor de edad, no podía optar a ella, pero finalmente me la concedieron. El primer mes no noté efectos, pero a partir del segundo empecé a mejorar. A día hoy incluso tengo partes de la piel sanas y mi calidad de vida ha mejorado».

Ser enfermera: un sueño por cumplir

La complicada situación por la que Alba pasó a lo largo de vida hicieron que su rendimiento académico en ocasiones no fuera el adecuado, pero decidió no tirar la toalla. Aunque se vio obligada a repetir segundo de bachillerato, la joven vio esto como «algo positivo, me hizo chocarme de frente con la situación y me sirvió para tomar impulso y seguir adelante». Entre sus objetivos se encontraba acceder a la carrera de enfermería, pero su nota final no era suficiente, por lo que decidió comenzar el grado superior de técnico de imagen para el diagnóstico y medicina nuclear en el centro de formación Svida, mientras lo compatibilizaba con un curso intensivo de la agencia local de empleo de atención sociosanitaria de personas dependientes. Además, «por las mañana me sacaba el carné de conducir y me preparaba la prueba de química para selectividad. Sentía que el año que había perdido lo tenía que recuperar».

Ahora Alba se encuentra cursando el segundo años de la formación profesional, pero no ha abandonado su sueño de entrar en enfermería. «Quiero ser enfermera y devolver todo el cariño que yo recibí. Para mi ellos llegaron a ser mi familia, cuando mis padres no estaban eran los que me hacían compañía. La sanidad es algo que me da mucha curiosidad y quiero probar de todo, aunque neonatos y urgencias me llaman mucho la atención», explica. Actualmente, González se encuentra preparando la prueba específica de biología para selectividad, y mantiene la esperanza a la carrera de sus sueños el próximo curso.

Galardonada con el Premio Gijón Empleo

Alba González recogiendo el Premio Gijón Empleo
Alba González recogiendo el Premio Gijón Empleo

Desde el centro de formación profesional Svida animaron a Alba a presentarse al Premio Gijón Empleo, tras enviar sus memorias fue seleccionada como una de las ganadoras de la categoría 1, destinada a personas destacadas por su trayectoria de superación personal orientada a la empleabilidad. «Nunca pensé que lo fuera a ganar. Quién me diría que todo lo que he pasado serviría para algo así, para contar mi historia y que, aunque sea una persona, se pudiera ver reflejada».

Alba agradece además el apoyo de sus padres y asegura que su vida ha sido más fácil gracias a los buenos cimientos que tiene en su casa y a la transparencia que en todo momento sus progenitores tuvieron con ella. «El apoyo de mi familia y de mi pareja, con quien llevo tres años, ha sido fundamental para salir adelante». La joven gijonesa asegura que en situaciones así lo importante es no compararse con los demás, intentar sacar el lado positivo a las cosas y entender que cada uno tiene un ritmo de aceptación. Además, destaca que, aunque en su caso no haya sido necesario la terapia psicológica, «es imprescindible abogar por ella».