Marina García Macía, bióloga: «En Asturias hay bastante inversión, pero no se acaban de dar todos los fondos»

GIJÓN

La bióloga gijonesa ha sido reconocida con el premio IBUB-SEBBM por la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular
23 sep 2024 . Actualizado a las 09:30 h.Marina García Macía, bióloga e investigadora en neurociencias, natural de Gijón, ha sido galardonada el pasado 5 de septiembre por la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular con el premio IBUB-SEBBM, que reconoce la trayectoria de jóvenes investigadores en el área de la Bioquímica y la Biología Molecular que hayan defendido su tesis doctoral.
Tras licenciarse en Biología por la Universidad de Oviedo, comenzó su tesis doctoral en el laboratorio de Ana Coto Montes, en el departamento de Morfología y Biología Celular de la misma universidad. Tras la defensa de su tesis, se trasladó hasta Nueva York para realizar su primer posdoctorado en el Albert Einstein College of Medicine en el Bronx, donde formó parte del grupo dirigido por Rajat Singh, el investigador que descubrió como la autofagia degrada la grasa.
Un año más tarde, Rajat Singh decidió abrir un nuevo laboratorio en la Universidad de Newcastle para especializarse en envejecimiento, hasta donde se desplazó la gijonesa para continuar con la investigación. Pero poco tiempo después, el Doctor Sningh decidió abandonar el laboratorio, dejando a sus dos posdoc, entre ellas García, sin jefe de la de investigación. Por lo que Marina decidió incorporarse a un nuevo laboratorio, el Fibrosis Lab, liderado por Derek Mann, un experto a nivel mundial en enfermedades hepáticas.
En el 2019, Marina regresó a España con un contrato Sara Borrel del Instituto de Salud Carlos III tramitado por el instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL), para posdoctorado sénior en el laboratorio de Neuroenergética y Metabolismo en Salamanca, uno de los mejores laboratorios de la ciudad y con gran importancia a nivel estatal y mundial.
Tras terminar su formación posdoctoral, Marina García Macía consiguió un contrato Ramón y Cajal que le permitió convertirse en investigadora independiente y abrir su propio laboratorio en Mcphagy lab.
Tras recibir el galardón Marina García Macías ha concedido una entrevista a La Voz de Asturias para hablar sobre sus últimas investigaciones y avances, en la que nos cuenta cómo están siendo sus primeros pasos como investigadora independiente.
— ¿Por qué decidiste estudiar biología?
— Siempre me ha gustado la biología, se me daba bien. Resulta que no me dio la nota para entrar en medicina en Oviedo y, después de un año un poco extraño, era mi segunda opción. Prefería hacer biología a otro tipo de carrera, enfermería, o cualquier otra, no me gustaba tanto. O médico o biólogo, no quería hacer en medio.
—Háblanos un poco acerca de tu investigación sobre reciclaje celular. ¿Qué es la autofagia y cuál es su importancia?
—Todos estamos hechos por células, es la unidad mínima de vida. Las células son capaces de reciclarse para mantenerse limpias, como quien dice, y mantener toda su maquinaria con un buen funcionamiento. Cuando hay algo dañado lo pueden degradar y lo pueden volver a reutilizar. Eso se hace a través del reciclaje celular que se llama autofagia.
La autofagia viene del griego y significa comerse a uno mismo, que es más o menos lo que pasa dentro de las células. Las células reciclan sus componentes para volver a funcionar con ellos.
Yo he trabajado siempre con eso, pero en modelos diferentes. Por ejemplo, para ver cómo nuestra carne, la ternera asturiana, es más tierna que otras carnes. En enfermedades neurodegenerativas, es importante para no acumular basura en las neuronas que lleva a la muerte celular. Y en el hígado, para que no acumulemos grasa y no tengamos enfermedades. Además, he trabajado en muchos modelos. Durante la tesis trabajaba con hámsteres, en un órgano que casi nadie conoce.
Una cosa muy llamativa, es que la autofagia puede servir para adelgazar, para quemar la grasa. Si tenemos más autofagia, si estimulamos la autofagia, quemamos la grasa mejor.
—¿En qué fase de la investigación te encuentras ahora?
—No sé si viste la vida es así, del cuerpo humano. Los glóbulos blancos son el sistema inmune que nos mantiene protegidos. De ahí había unos que son los que se comen las cosas que tenemos que desechar porque son patógenos, son cosas malas, que se llaman macrófagos.
Ahora, estudio esos macrófagos, que cuando hay enfermedades inflamatorias, se acumulan en los tejidos, por ejemplo en el hígado, y no son capaces de reprogramarse, de volver a no ser tan inflamatorios, a no producir tanto caos.
Lo que intento es, activando la autofagia en esos macrófagos, hacer que vuelvan a ser unos macrófagos relajados, que coman las cosas pero que no se dediquen a producir caos. En eso es en lo que trabajamos en el laboratorio, sobre todo en modelos para gente que tiene este acto de hepatitis alcohólica, producida por el consumo de alcohol. Tenemos un modelo animal y lo que investiguemos ahí podremos ver si pasa lo mismo con las muestras de los pacientes.
—Anteriormente, te has dedicado a investigar sobre la enfermedad de Batten, ¿qué avances hubo en esa investigación?
Sí, de hecho eso fue a lo que me dediqué principalmente cuando volví a España. La enfermedad de Batten, es una enfermedad neurodegenerativa. Es una enfermedad rara, y menos mal, porque los niños no llegan a ser adultos.
Una de las cosas que hemos visto es como al fallar la autofagia en esas neuronas, las mitocondrias que tienen las neuronas para producir energía dejan de funcionar, se acumulan y, en vez de producir energía, producen unas cosas que se llaman especies reactivas. Estas son tóxicas y empiezan a incrementar el daño que tienen esas neuronas, porque se acumulan mitocondrias que están dañadas y que no se pueden reciclar.
Nosotros lo intentamos revertir con pequeños tratamientos, usando un modelo animal que tiene unas mitocondrias súper fuertes y producen muchos antioxidantes. También probamos con una droga que inhibe una reacción bioquímica. La inyectábamos en el cerebro de los ratones y funcionaba bastante bien. Pero para que llegue a clínica, es necesario hacer un poquillo más de estudio, a nivel de ensayos clínicos y otras cosas posteriores.
—¿Crees que en España aún falta financiación para la investigación científica? ¿Esta situación hace que los jóvenes investigadores se vean obligados a marcharse fuera?
—Claro, la cuestión es, aquí necesitamos más inversión, eso está claro, y necesitamos que la inversión también se gestione mejor. Por ejemplo, en Asturias hay bastante inversión, pero a veces no se acaban de dar todos los fondos. Eso también es un problema de la burocracia. Hace falta más dinero para la investigación y que se organice bien.
Respecto a lo de marcharse fuera, muchas veces está bien irse para aprender cosas nuevas, que luego puedes traer de vuelta a España. Por ejemplo, yo me fui a Estados Unidos y aprendí unas técnicas, me fui a Reino Unido y aprendí otras. Ahora de vuelta esas técnicas las hago aquí. Además, es una experiencia importante a nivel personal.
Esa es la parte buena de irte. El problema está en que muchas veces cuando te vas, es muy difícil, porque no hay inversión en traer de nuevo a la gente.
—Tras lograr tu propio laboratorio y ser una investigadora independiente, ¿qué planes tienes a futuro? ¿Pondrás alguna otra investigación en marcha?
Pues me gustaría crecer un poquillo para poder tener más gente contratada. Por ejemplo, ahora mismo estoy intentando conseguir fondos para una línea de cáncer. Estamos empezando, tenemos unos resultados interesantes, pero no tengo dinero específico para ese proyecto y necesito contratar a una persona.
Al final, necesito más inversión para seguir creciendo. Y sí, me gustaría crecer para tener varias líneas. Sigo haciendo experimentos en el laboratorio junto con la gestión que lleva mucho tiempo y las clases. Por eso, lo suyo es crecer un poquillo para poder tener a la gente del laboratorio haciendo los experimentos y que yo pueda dedicarme a la parte de gestión y a la docencia y a proveer dinero, que es a lo que me tengo que dedicar.
—A principios de este mes recibiste el premio IBUB-SEBBM , ¿qué supone este galardón en tu trayectoria profesional?
Un premio siempre viene muy bien que reconozcan la labor que estás haciendo. De hecho, este premio se lo han dado gente muy importante, que ahora mismo tienen su carrera muy estabilizada y que hacen cosas muy bonitas científicamente y tienen muchos recursos.
Cuando recibes un premio que se lo han dado a estas personas, dices «yo puedo llegar también a hacer esas cosas bonitas con recursos». Es como una chispa de esperanza. Reconocen que el trabajo que estás haciendo y esto es suficiente para un premio de este nivel.
Además, con el premio das una charla en un congreso donde más gente va a escuchar tus ideas científicas y en donde surge la posibilidad de colaborar. En este ámbito siempre es importante que sepan qué ideas científicas tienes, porque vas a tener más colaboración y también más financiación.