Ciudadanos y establecimientos ven con cada vez más recelo este tipo de celebraciones. «Imagínate lo que es para locales más pequeños que te lleguen 14 miuras moviéndote las mesas y a voces», denuncia un camarero
08 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En los últimos años Gijón se ha asentado como una de las ciudades preferidas para la celebración de despedidas de soltero y soltera. La combinación de una amplia oferta hotelera y hostelera, buen ambiente nocturno y precios relativamente más bajos que en ciudades más grandes sirve como reclamo para este tipo de celebraciones, cuya temporada alta se da entre los meses de marzo y agosto. No en vano, solo con teclear en Google «despedidas de soltero en Gijón» aparecen alrededor de una docena de empresas especializadas única y exclusivamente en este nicho de mercado, a las que hay que sumar las que, sin centrarse en este segmento al 100%, ofrecen algún tipo de servicio relacionado.
Sin embargo, con la mayor popularidad de la ciudad entre las personas que quieren celebrar su despedida, también han aumentado los recelos entre vecinos y hosteleros, que ven en estos eventos un camino hacia un turismo de menor calidad, más problemático y de menor valor añadido. Existe, en definitiva, el temor a que Gijón derive poco a poco en una suerte de 'Magaluf del norte'.
«Los hosteleros deben valorar si les interesa este tipo de turismo y, desde el Ayuntamiento, apostar por promocionar un turismo de calidad»
Sergio Álvarez es el presidente de la Asociación de Vecinos «Gigia» de Cimavilla. El barrio pesquero es uno de los focos de esta clase de celebraciones en la ciudad. Insiste en que la proliferación de estos grupos es una situación denunciada «varias veces». «No nos gusta como vecinos y creemos que no es el modelo que ha de tener la ciudad», lamenta.
Álvarez cree que se trata de un modelo «destructivo y molesto», no solo con los propios vecinos, sino también con aquellos visitantes y turistas que quieren disfrutar de la ciudad «tranquilamente».
Considera que estos eventos «producen rechazo a los propios visitantes y a los vecinos y vecinas, que también son consumidores de los bares del entorno». Constata que es algo que sucede «todos los fines de semana y, al final, es bastante molesto».
Sabe de primera mano que son ya «varios bares» los que no admiten despedidas, algunos «desde hace muchísimos años», tales como «el Centenario». Cree que «los hosteleros deben valorar si les interesa este tipo de turismo y, desde el Ayuntamiento, apostar por promocionar un turismo de calidad».
Sergio Álvarez relaciona este fenómeno con el de la «proliferación de pisos turísticos ilegales». Cree que es imprescindible «marcar la línea», ante esta proliferación de grupos pertrechados con disfraces «denigrantes y hasta sexistas» que ya se dan «tanto de día como de noche», si bien «es cierto que hay una normativa de ruidos y convivencia ciudadana».
Un camarero de un conocido local de la Ruta de los Vinos cuenta a La Voz su experiencia con este tipo de celebraciones. Si bien el establecimiento para el que trabaja no niega categóricamente la entrada a las despedidas, si adopta una política de cierta reserva del derecho de admisión.
«En una mesa de cuatro se sentaron quince, molestando y a voces. Hablé con mi compañero y les dijimos que no les atendíamos. Unos pocos lo entendieron, pero con otros casi tuvimos lío»
Este trabajador del sector hostelero insiste en que «el problema no es tanto que estos grupos resulten pesados, sino la molestia que causan en el local hacia los otros clientes». Al fin y al cabo «como profesional lidias con ello, el problema es cuando te entran como ganado en el restaurante».
«Imagínate lo que es para locales del centro más pequeños que te lleguen 14 miuras moviéndote las mesas y a voces», comenta. «Otra cosa diferente es cuando tienes, por ejemplo, dos comedores y uno lo reservas para ellos. Ahí ya que hagan, dentro de la normalidad, lo que quieran», puntualiza.
Recuerda que, hace unos días, «llegó una de chavales vascos a la terraza, con la camiseta y todo. Vinieron un poco ‘exaltados’ y les dije ‘si vais a estar así no os atiendo’. Lo comprendieron y se comportaron muy bien, pero es que el otro día pasó justo lo contrario».
En efecto «en una mesa de cuatro personas se sentaron quince, molestando y a voces. Hablé con mi compañero y les dijimos que no les atendíamos. Unos pocos lo entendieron, pero con otros casi tuvimos lío».
En el barrio del Carmen, el restaurante italiano la Piccola Stanza es uno de los que ha implantado una política de no admisión de este tipo de eventos, si bien no lo anuncia explícitamente en la fachada de su establecimiento. «Dan mucha guerra», reconoce uno de sus responsables. «En León tenemos locales y ahí, directamente, sí que ponemos carteles avisando. Aquí si llaman y me hacen una reserva de seis o más ya pregunto si vienen de despedida», apunta.
A pesar de haber adoptado la decisión de no admitir despedidas, en uno de sus locales de León un grupo se las ingenió para eludir el filtro y «en mitad de la comida me tuve que levantar y echarles».