Por primera vez se reedita en España «Agonía de un mundo», obra de Pablo Suero, excepcional testigo de su época
22 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Pablo Suero, asturiano emigrado de muy niño a Argentina, autor de España levanta el puño, el mejor retrato de la convulsa España al borde de la guerra civil, fue algo más que un periodista por encima de la media. También fue un notable poeta y un testigo sagaz de su tiempo que, por desgracia, durante años quedó condenado al olvido. Por primera vez se reedita en España Agonía de un mundo (Impronta), obra poética en la que el autor nos ofrece su lúcida visión de ese tiempo, trufada de recuerdos de la infancia asturiana, la bohemia porteña, la nostalgia de Europa y el pesimismo por unos ideales de progreso y democracia que parecían decir adiós.
Pablo Suero (Gijón, 1898 - Haedo, Provincia de Buenos Aires, 1943) emigró de niño a la República Argentina, donde desde muy joven se ganó la vida en las redacciones de los periódicos, haciéndose un nombre como reportero e insobornable crítico teatral. Poeta, traductor, dramaturgo, letrista de tangos y director de escena, fue íntimo amigo de Federico García Lorca y autor del excepcional libro de entrevistas España levanta el puño (1937), en el que retrata a la flor y nata de la política y la intelectualidad anteriores a la guerra civil. En su producción literaria también destacan los poemarios Los cilicios (1920) y Agonía de un mundo (1940), el drama teatral Patagonia (1929) o el libro de entrevistas Figuras contemporáneas (1943), que se publicó póstumamente.
Alfonso López Alfonso, editor y autor del epílogo de la reedición de Agonía de un mundo, lleva «muchos años trabajando sobre Suero». Le descubrió «hace unos 14 años, cuando Ian Gibson publicó Cuatro poetas en guerra». En esa obra Gibson «hablaba de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca y Miguel Hernández y tomaba como eje de esa obra un libro de entrevistas de Pablo Suero, llamado España levanta el puño», resultado de su cobertura de las elecciones de febrero del 36.
«Vi que ese periodista del que hablaba Gibson era de Gijón y me empecé a interesar por él», explica. Resalta que España levanta el puño «es un libro de entrevistas magnífico, porque está recogida todo lo que era el país en ese momento, desde Largo Caballero a José Antonio Primo de Rivera, Calvo Sotelo y la intelectualidad de varias generaciones, como Machado, Pío Baroja, los del 27, Casona, García Lorca… todo el que era alguien en esa España estaba ahí».
Pese a esa calidad periodística «no se sabía apenas quién era Suero», por lo que se decidió a investigar. Alfonso López Alfonso explica que Mirtha Mansilla, coautora del epílogo y casada con un nieto de Suero, tenía fotografías de niño del autor en Gijón y se comunicó con el Museo del Pueblo de Asturias. Carlos González Espina, a su vez, la puso en contacto con Alfonso López Alfonso e iniciaron una colaboración en la que comienza «a saber de primera mano muchas cosas más de él».
«Encontré su rastro en el censo, comencé a investigar desde aquí y Mirtha desde Argentina conseguimos darle algo más de sustancia a su figura y volver a reeditar en 2015 España levanta el puño», explica. Apunta que Pablo Suero «siempre se sintió muy argentino y muy criollo. Se olvidó mucho de su procedencia asturiana, pero en Agonía de un mundo, ya escrito en 1940 con la vista puesta atrás, se rememora esa infancia asturiana».
A su juicio, el autor de Agonía de un mundo, era un periodista con un gran bagaje cultural, personal y profesional «que estuvo en París, entrevistó a Collette y a Barbusse y a la intelectualidad del momento en la ciudad, que en periodo de entreguerras era la cuna de la civilización».
Una de las cosas que más le llamaron la atención en cuanto comenzó a investigar sobre su figura fueron «las anécdotas, porque era un personaje desmedido». Por ejemplo, Suero fue «un crítico teatral de mucho carácter e insobornable, que decía siempre lo que él creía que era la verdad, pesara a quien pesara, lo que le metía siempre en muchos problemas». Además, «tenía muy mala bebida, era un personaje divertido e inagotable. Le gustaba la noche y la bohemia bonaerense, así como moverse entre cómicos, gente del teatro y periodistas».
Como muestra de esta personalidad dada al exceso, Alfonso López recuerda cómo Pablo Suero «estando en 1930 en Atenas con otro periodista argentino, éste le propone salir de fiesta por la noche ateniense y contratar a dos prostitutas». Entonces el periodista y poeta de origen asturiano le responde airado «que cómo se le ocurría eso estando en la patria de la civilización y de Pericles. Decide irse de la habitación que compartían. A las 4.30 de la mañana su compañero siente que golpean la puerta y resulta que era la policía que venía a traer a Suero, completamente ebrio, después de estar en una taberna en la que se había peleado con Ioannis Metaxás, que era el dictador griego de la época».
Suero «se relacionó con todo el mundo que era alguien en Argentina y Europa», e incluso tuvo un romance con Evita, antes de que se casara con Perón, cuando ella era actriz teatral en Buenos Aires. Asimismo, «de Lorca se convirtió en una especie de sombra», una amistad que surge cuando este «llega en 1933 a Buenos Aires a presentar Bodas de sangre».
«Él es el primer periodista que le recibe y le espera en Uruguay, al otro lado del río de La Plata. Es un gran admirador de la obra de Lorca, sobre todo la poesía, y a Lorca también le cae en gracia, por lo que le va presentando a todo el mundo y le da muchísimo bombo. Parte del gran éxito que tuvo Lorca en Argentina es producto de la cobertura del periódico Noticias Gráficas, cuyas páginas teatrales dirige Pablo Suero».
Cree que el ostracismo al que el paso del tiempo ha sometido a la figura de pablo Suero es «una mezcla de varios factores». Por ejemplo, el autor de origen asturiano «quería ser un gran poeta y no tuvo éxito», por lo que tuvo que dedicarse «al teatro que era lo que daba dinero», con una «comedia muy criolla, para un público burgués amigo de la farsa».
Por eso y porque «nunca tuvo la estabilidad económica», jamás pudo «dedicarle tiempo suficiente a la literatura». «El padre tenía un negocio de sombreros y prendas de vestir, ese mundo no le gustaba, por lo que con catorce años se fue de casa y empezó a pulular por las redacciones de los periódicos de Buenos Aires», abunda Alfonso López.
Por desgracia, «cuando Suero consigue un puesto público de director de prensa de la provincia de Buenos Aires en el 42, y con el algo de estabilidad, apenas le dura un año, porque fallece en el 43». Considera que «lo trascendente de su figura es el gran periodismo y extraordinarias entrevistas que hizo».