La reina del rock cautivó a las casi 42.000 personas que asistieron a su «impresionante» show. Fue el 8 de julio de 1990 y la entrada costó 1.800 pesetas
28 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Cuanto Tina Turner, pasadas las once de la noche, bajó por las escaleras hacia el escenario mientras sonaban los acordes de Steamy Windows hacía minutos que en el estadio de El Molinón vibraba su nombre. Bajó con soltura aquellas empinadas escaleras que se habían desplegado desde lo alto del escenario y, si no lo era ya, pasó a ser la reina indiscutible del rock para las casi 42.000 personas que asistían al primer gran concierto del verano de Gijón. Era el 8 de julio de 1990, han pasado 30 años y sigue siendo un conciertazo para quienes estuvieron aquel día en El Molinón.
«Irrepetible». «Impresionante». «Inolvidable». Tina Turner estaba entonces en plena gira con su séptimo disco, Foreign Affair, que estaba arrasando en medio mundo. Era una estrella del rock. Con mayúsculas. Lo había sido en los años 60 y 70 con Ike Turner, y tras su ruptura, volvió al estrellato a lo grande con Private Dancer (1984) y Break Every Rule (1986). Entre medias, además, había participado en la tercera entrega de Mad Max, Más allá de la cúpula del trueno.
El concierto de Tina Turner, que en julio de 1990 solo ofreció otros dos en España en Madrid y Barcelona, fue el primero para buena parte del público que fue a verla aquella noche en Gijón. Adolescentes que no habían tenido problema alguno en convencer a sus padres para ir a su primer concierto. Entendieron perfectamente que no se podían perder la oportunidad de asistir al acontecimiento musical más importante hasta la fecha en Gijón. La entrada costaba 1.800 pesetas y, horas antes de que se abrieran las puertas de El Molinón, ya se estaba haciendo cola para coger buen sitio en el campo y en las gradas.
Fue un conciertazo porque, durante las casi dos horas que duró, Tina Turner no dio tregua al público -que no podía parar de bailar- demostrando su condición de reina del rock, y porque el montaje de luz y sonido fue espectacular. Tina Turner tenía 52 años en julio de 1990 y, además de su portentosa voz y explosiva puesta en escena, tenía un físico impresionante con aquella enorme peluca y el corto vestido metálico con el que apareció en el escenario. Sus piernas, perfectas, embelesaron a todas y a todos.
Gijón ya había acogido conciertos de grandes estrellas de la música como B. B. King, Joe Cocker, Ray Charles o Miles Davis, pero Tina Turner abrió la etapa de los grandes eventos del verano de Gijón -David Bowie, Rollign Stones, Bruce Springteen, Dire Straits o Sting- que, a partir de la cancelación de Metallica en 1999 y las pérdidas del de Paul McCartney en 2004, empezaron a ser un riesgo para las arcas municipales.
El de Tina Turner había costado unos 65 millones de pesetas en una decisión que entonces se consideró arriesgada pero que, ante la enorme respuesta del público, se convirtió en una inversión muy rentable que incluso permitió destinar dinero a otras inversiones en aquel Gijón de principios de los 90. Era la primera vez además que se pasaba de la plaza de toros de El Bibio a El Molinón y el equipo desplegado para el montaje estaba formado por medio millar de personas.
«Lo de ayer en El Molinón, con efectos escenográficos verdaderamente deslumbradores, ha sido un espectáculo para no olvidar. Fuegos artificiales, grúas, fogonazos y una riqueza de luminarias justificaban claramente el alto caché de 65 millones de pesetas que hubo que pagar», se decía en la crónica del día después del concierto que publicó la Hoja del Lunes, el periódico que editaba la Asociación de la Prensa de Oviedo.
El concejal de Festejos entonces, Daniel Gutiérrez Granda, contaba hace años en su blog que el montaje había sido un espectáculo en sí mismo. «La semana antes del concierto comenzó la instalación del escenario. Trailers y más trailers con toneladas de material, cientos de personas trabajando y unas exigencias logísticas inauditas para quienes nos ocupábamos de los festejos en el Ayuntamiento de Gijón», recordaba, explicando que los bajos de El Molinón, hoy ocupados por diversos negocios, se convirtieron en grandes camerinos y que se desplegó una cocina para el enorme equipo de roadies de aquella gira.
«Pasamos de conciertos de 5 ó 6 millones de pesetas a uno de 70, de trabajar con 20 ó 30 personas a 500, de 10.000 espectadores a 40.000. Todo se multiplicaba: habilitar los bajos de El Molinón para poder dar de comer a toda la gente que trabajaba en el montaje, las 300 toallas, los miles de litros de agua, un gimnasio para Tina Turner, un Mercedes que hubo que traer de Madrid porque en Gijón no había el modelo que ella quería... », explicaba Gutiérrez Granda, que recuerda que el secreto de Tina Turner para mantenerse en forma, y más durante aquella gira de medio año, era mucho gimnasio, mucha fruta y muchas horas de sueño.
Antes de salir al escenario, se preparaba física y psíquicamente en el gimnasio que también había pedido que le instalaran en su camerino de El Molinón. «Estaba encantada en Gijón, no tanto por la ciudad, como por la presencia de su novio, Erwin Bach (hoy su marido)», recordaba Gutiérrez Granda. Bach, pareja de Turner desde 1986, había aprovechado para visitarla en Asturias tras un largo periodo sin verse por los compromisos laborales de cada uno.
La prensa publicó entonces también que Tina Turner se había decepcionado cuando supo que no iba a alojarse en un hotel de Gijón con vistas al mar. Llegó a pensar que era una confusión, pero entonces le explicaron que sería en Oviedo porque tenía el mejor hotel de la región. La mitad de los casi 42.000 espectadores que tuvo aquel inolvidable 8 de julio de hace 30 años en Gijón eran de fuera de la ciudad. Más de 10.000 entradas se habían vendido fuera de Asturias, sobre todo en León, Cantabria y A Coruña.
En el escenario, que también tenía grandes pantallas de vídeo que permitían admirar la fuerza de la artista, Tina Turner estuvo acompañada por una magnífica banda de siete músicos y dos bailarinas. Durante las casi dos horas que tuvo al público cautivado repasó grandes éxitos como We Don't Need Another Hero, Addicted To Love, I Don't Wanna Lose You, What's Love Got To Do With o Proud Mary. Y, claro, The Best. «Simply, the best», o sencillamente la mejor, como se repitió de Tina Turner miles de veces aquel domingo al salir de El Molinón…