La joven Yaiza sufrió un derrame cerebral de bebé y, tras varias operaciones, no puede realizar en Cabueñes unos ejercicios de rehabilitación que podrían evitar que termine en silla de ruedas
28 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Santa de las Heras García es la propietaria de El Real, bar gijonés de la calle Fuente del Real. Como tantos emprendedores y dueños de negocios asociados a la hostelería, está sufriendo la situación causada por el coronavirus con más crudeza, si cabe. A la crisis se une que una de sus dos hijas, Yaiza, «está enferma y para tratarla la llevamos a Madrid», al Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, si bien debería recibir también atención en Cabueñes.
La última visita a la capital de España fue «muy dolorosa. Fui con la niña en ambulancia, corriendo. Los médicos tenían miedo de acercarse y nos metimos directamente en la habitación. Le quitaron los yesos y unos aparatos. Su propio doctor nos dijo que no querían que estuviera allí por su seguridad», relata.
Yaiza tiene 14 años. Nació con un derrame cerebral en el Hospital de Cabueñes, «muy malita y peleando a vida o muerte en la incubadora». Su madre explica que, a los pocos meses, vieron «que no se movía ni hacía cosas normales en los bebés, como coger el chupete», por lo que tuvo que exigir que le hicieran una resonancia.
Entonces, después de mucho pelear, «la derivaron a Barcelona, con seis añitos, al Hospital San Joan de Déu». Allí Yaiza fue operada, con una franca mejoría en su movilidad. «A los tres días de ser intervenida se puso de pie», explica su madre, algo que pudo hacer «hasta hace poco».
«Después, aquí la siguieron tratando en Cabueñes, pero no le daban una rehabilitación adecuada», explica Santa de las Heras. El tratamiento se reducía a «tres meses de rehabilitación, una vez al año», algo que, a su juicio, no es suficiente. Tras mucho investigar descubrió «al doctor Martínez Caballero del Hospital del Niño Jesús de Madrid y supliqué que me mandaran allí».
Una vez en este centro hospitalario le comentaron que «hay posibilidades de mejoría grande con una operación y que Yaiza podría caminar con muletas, lo que no solo depende de la intervención, sino también de lo que se haga después en Gijón». Esta operación paliativo-correctora multinivel se orientó a alinear los ejes mecánicos de las extremidades y corregir las posiciones viciosas de las mismas.
Tras seis meses de ejercicios y escayolas y una atención «perfecta», volvieron «a Gijón con unas normas» para la rehabilitación que no se tuvieron en cuenta al llegar. En su opinión, los veinte minutos, tres días a la semana, que se designaron aquí para su hija no eran suficientes. Sin embargo, antes incluso de que se pudiera comenzar el tratamiento, «llega la pandemia, me llaman por teléfono y me dicen que se suspende la rehabilitación, pero, por ejemplo, no las clases con los profesores de Cabueñes. El médico de mi hija no se preocupó por hacerme ni una llamada». Y es que, «si no hace esos ejercicios, puede terminar en una silla de ruedas».
Por un lado, su hija no puede ir al Hospital de Cabueñes por el actual escenario y, por el otro, «nos han mandado una ficha y un vídeo de ejercicios, la mitad de los cuales no puedo hacer en casa». Esta familia tiene que desplazarse a Madrid periódicamente para el tratamiento de su hija. «El 20 de mayo vuelvo y allí me dijeron que había la opción de quedarme allí, pero es que tengo mi vida, mi trabajo, mi marido y a mi otra hija aquí, donde se le podría hacer el mismo tratamiento», concluye.