«No podemos decirle nada sobre el enfermo por la protección de datos»

La Voz GIJON

GIJÓN

El Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)
El Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) J. L. Cereijido

La carta de una gijonesa en la que relata la situación de desamparo de enfermos hospitalizados

20 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Amalia González Suárez, profesora de Filosofía del IES Padre Feijoo que se jubiló el año pasado, relata en esta carta las situaciones de desamparo que se están dando entre los pacientes de coronavirus hospitalizados que, aparte de lidiar con la enfermedad no siempre pueden ser contactados ni arropados por su círculo de amistades y conocidos.  

Una de las reglas llamadas de caridad y secularizada en solidaridad es «visitar y cuidar a los enfermos». Visitar y cuidar, dos verbos que se complementan, pues quien visita cuida, por añadidura, y quien cuida visita, por necesidad. La visita por sí misma forma parte del cuidado, pues como poco alienta a la persona enferma al recordarle que hay quienes desean que se ponga bien y esto proporciona instantes de bienestar a quien en ese momento le está yendo bastante mal. Pues los problemas de salud, si son graves, ponen toda la vida boca abajo.

A quienes su mala salud les llevó hacia un hospital (un ole para la sanidad pública) en estos tiempos de pandemia se encuentran con que, de la máxima de visitar y cuidar, se ha eliminado la visita propiamente dicha, quedando únicamente la derivada del cuidado, ya que esta pandemia del Covid-19 exige confinamiento y aislamiento si no queremos que todo vaya a peor. Y el personal sanitario ha de presentarse ante el enfermo con indumentaria propia de seres extraterrestres para evitar contagios. Fácil es imaginar el susto de la persona enferma ante tal visión. 

En paralelo a la visión del hospitalizado, se produce la estupefacción en quienes en otro tiempo, antes del virus, podíamos visitar a personas  que yacían en hospitales. Porque quedamos en la ignorancia más absoluta sobre su estado. Toda comunicación e información son cortadas, en este caso, no para proteger la salud, sino los datos. «Nada podemos decirle debido a la protección de datos» es la frase que reiteradamente oímos al otro lado del teléfono y a partir de ahí, pues nada más que decir.

La protección de datos convierte al o la paciente en cadáver para sus amistades, pues todo es silencio a su alrededor. Nada podemos saber sobre su estado, si ha cambiado de lugar, si salió o no de esta. Las amistades y conexiones del o la paciente sabemos que mientras esté allí tendrá cuidados y protección adecuados, al igual que sus datos. Pero ¿y cuándo salga? ¿Y si en su periplo hospitalario ha perdido la posibilidad de volver a contactar por el nimio hecho de haber perdido el teléfono? Su salud puede estar recuperada, pero sus amistades perdidas.

La rapidez con la que esta situación de pandemia nos invirtió nuestra manera de vivir, «nadie está preparado para esto» oigo en un vídeo de Divertia, debería aflojar en medida prudente la protección de datos en beneficio de que entre el exterior y el interior de los hospitales no se corte toda conexión por la imposibilidad de la visita. Pienso que salvo expreso deseo de quien está ingresado o en circunstancias especiales a proteger, la protección sistemática y en toda ocasión de los datos desampara a la persona enferma. La excesiva protección en una situación excepcional como es la actual produce el efecto contrario al de proteger: desampara.