El Museo del Pueblo de Asturias expone casi un centenar de sombreros y tocados diferentes para mostrar la evolución y la importancia que tuvo este accesorio en la región entre 1875 y 1975
17 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Hubo un tiempo en el que eran muy pocos los asturianos y las asturianas que salían a la calle sin sombrero. La mejor muestra es la fotografía que Constantino Suárez hizo en la calle Corrida de Gijón, una tarde de domingo en los años 30. «Posiblemente fuera a la una de la tarde, a la hora del vermú, y está llena de sombreros», dice Elena Pérez Morán, la responsable de los fondos museográficos del Muséu del Pueblu d’Asturies, que ha planificado con detalle la exposición Para quitarse el sombrero. Un siglo de tocados en las colecciones del Muséu del Pueblu d’Asturies, 1875-1975, abierta hasta finales de año en la primera planta y en la que se exponen casi un centenar de ellos diferentes, así como más de medio centenar de fotografías que, a lo largo de un siglo, reflejan la evolución del sombrero en Asturias.
Y su importancia para el desarrollo económico al menos desde finales del siglo XIX hasta los años 50 del siglo XX, cuando la industria del sombrero vivió su época dorada y empleaba a cientos de trabajadores. Un buen ejemplo que tiene reflejo en la exposición es la Fábrica de Sombreros de Gijón, que se fundó en 1901. «En ella se hicieron cientos de miles de sombreros que se vendían incluso en el extranjero, pero cerró en los años 50, cuando se acabó la moda del sombrero», explicó Juaco López, director del museo.
De esa fábrica son una decena de canotiers, bombines, gorras, fedoras y chisteras que el museo consiguió a través de una donación del comercio de Santa Eulalia de Boal, que nunca liquidó todas sus existencias de sombreros y cerró en los años 40. «Esta fue la donación que, de hecho, inició la colección de sombreros que tenemos en el museo», añadió López. Una segunda donación importante fue la colección de sombreros y tocados de mujer, que fueron utilizados desde finales del siglo XX hasta el primer tercio del siglo XX por la burguesía de Oviedo.
«La mayoría de los sombreros expuestos proceden de la colección del museo, pero también nos encontramos lagunas y tuvimos que buscar algunos fuera, en colecciones de particulares y en anticuarios». Entre esas lagunas, López destacó por ejemplo que el museo no tiene ningún producto de dos fábricas de sombreros que se habían fundado en Gijón en 1790 y 1798. En todo caso, la colección recorre perfectamente lo que fue la moda y la funcionalidad del sombrero en Asturias. O mejor dicho, la historia de un accesorio que ha ido evolucionado al igual que la sociedad.
«La vestimenta es un hecho cultural. Muestra nivel económico, ideas, gustos, concepción de vida e identifica a los humanos individual y colectivamente», consideró López. La exposición recorre esa evolución a través de tres espacios. El primero se llama Tocados para la vida y muestra los que se utilizan en el ciclo vital, desde que se nace hasta que se muere. Los gorros de los bautizos y también los que se colocaban a quienes fallecían, pasando por los tocados de comuniones, bodas y los velos de misa que fueron obligatorios hasta el Concilio Vaticano II.
En una segunda parte, se muestran los Tocados para la historia, el grueso de la exposición, en el que se recorre ese siglo de historia a través de los sombreros de hombres, que apenas han cambiado con el paso de los años aunque ya no se utilicen tanto como antaño, y los de mujeres, desde los modernistas hasta los casquetes de los años 50, pasando por los cloches de los años 20. «Las mujeres dejan de utilizar los tocados y los sombreros en los años 70, debido a los cardados», explica Perez Morán, que aprovecha para reivindicar oficios como el de las sombrereras de Gijón y explicar que sombreros masculinos como el canotier que ella misma llevaba para la inauguración dejó de utilizarse en los años 30, cuando aún se identificaba con el verano y los indianos.
Una tercera parte expone los tocados que identifican profesiones como las gorras militares y de ciclistas, los sombreros de teja de los sacerdotes, los cascos de soldados, los tricornios de la Guardia Civil o los cascos de mineros. En esta parte destaca, por ejemplo, un casco de la Fábrica de Trubia que se utilizó en la revolución del 34 en Asturias.
Además, la exposición se completa con una pequeña muestra de los gorros femeninos de baño, desde los de tela de los años 20 hasta los de caucho con flores de los años 60, y un perchero de época con espejo, sombreros y maletas, para recordar que estos accesorios siempre tuvieron su espacio en los hogares.
La entrada a la exposición es otro guiño del equipo del museo a los visitantes: la fotografía de la calle Corrida plagada de sombreros está justo enfrente de otra de la zapatería y la sombrerería La Americana, que vistió durante décadas a los gijoneses, y la puerta de otra sombrerería legendaria, Isla de Cuba, es el acceso a la colección de sombreros y tocados.