El cántico a coro del himno oficioso de Gijón marcó el pico de mayor emoción en la cálida despedida al actor gijonés, cuyo funeral ha abarrotado la iglesia de San Pedro
06 jul 2019 . Actualizado a las 21:14 h.Los últimos aplausos, y quizá los más cálidos de los muchos que se le han brindado a lo largo de setenta años de escena, han llegado para Arturo Fernández al filo de las seis y media de la tarde de este 6 de julio de 2019. El escenario no ha sido el de un teatro sino el de una parte de sus primeros años de vida en Gijón, muy cerca del colegio donde aprendió a leer y a escribir, y de la playa donde se escapaba a jugar con sus compañeros de «Los Baberos». Se los ha brindado la multitud que ha abarrotado la iglesia de San Pedro, se ha agolpado en el vecino Campo Valdés y ha flanqueado los primeros tramos del Muro de San Lorenzo para despedir al actor fallecido este jueves en Madrid a los 90 años. Momentos antes, el coro parroquial y los asistentes a su funeral entonaban el himno oficioso de la villa, el Gijón del alma, en el momento más emotivo de la tarde.
El féretro había llegado al Campo Valdés con una tarde espléndida. Aguardaban sus familiares, amigos y decenas de admiradores que no hubieran podido ya entrar ni aun queriéndolo en la iglesia mayor de Gijón, abarrotada para asistir a las exequias oficiadas por Silverio Zapico, íntimo amigo del actor y de su familia, y el oficiante también de las bodas de los hijos del actor y los bautizos de sus nietas. La primera ovación ha acompañado la entrada del féretro en la iglesia, donde ya se encontraban sus allegados. Además de la familia, mostraban su pesar el exalcalde de Oviedo Gabino de Lorenzo, quien se ha referido a Arturo Fernández como «un hermano»; el mismo apelativo con el que ha contado que el actor le reconoció tomándole la mano ya en su lecho de muerte. También el periodista radiofónico Luis Miguel Blanco, y una representación institucional encabezada por el consejero de Cultura en funciones, Genaro Alonso, quien ha manifestado su admiración por la «coherencia, inmensa capacidad de trabajo y amor al teatro» del gijonés.
La segunda ovación de la tarde, en realidad, no fue para el actor sino para su primera mujer, Isabel Sensat. Estalló cuando, en un momento improvisado del funeral, Manuel Balbuena, esposo de Isabel, hija menor del actor, subió al altar y tomó la palabra para mencionar a la primera esposa del artista, Isabel Sensat, cuya mención había echado en falta en la muy personal y cálida homilía dirigida a los familiares por Silverio Zapico.
Por parte de la familia, el yerno de Arturo Fernández, Manuel Balbuena, marido de su hija menor Isabel, agradeció a todos el apoyo dado en momentos tan duros y quiso expresamente incluir en el círculo familiar de Arturo Fernández, a la primera esposa Isabel Sensat, presente en la iglesia, sentada en el segundo banco tras la viuda y sus hijos. Sensat estaba arropada en esos momentos por Gabino de Lorenzo y su mujer y de ella dijo su yerno que "le ha acompañado toda la vida". Manuel Balbuena se definió como "un gran admirador de Arturo, con quien he tenido la suerte de compartir muchos y buenos momentos".
La tercera ovación se ha producido a la salida de los restos al Campo Valdés, donde la familia, mezclada con los asistentes al funeral, ha recibido numerosas muestras de afecto y condolencia, e incluso detalles como la bandera de Gijón que una admirsdora del actor ha entregado a su segunda esposa, Carmen Quesada. Minutos después, la comitiva fúnebre partía hacia el cementerio de Ceares, donde el actor recibió sepultura en una ceremonia íntima en uno de los panteones donde reposan los padres del actor. Ese momento, casi hora y media después del inicio del funeral, disparó la última ovación y el telón de una vida y una carrera consagrada a la escena.