Estas son las ideas para mantener vivo el comercio local (y la ciudad)

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

Calle de La Merced
Calle de La Merced

Una mesa redonda con propuestas para el sector abre «Gijón a debate», un nuevo foro ciudadano impulsado por la Sociedad Cultural Gijonesa, la Unión de Comerciantes y la Federación de Asociaciones de Vecinos

09 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Queréis barrios vivos? No os encerréis en casa a comprar con Amazon». «No compréis en el pequeño comercio porque dé pena: comprad porque tenemos valores que compartir». Parecen eslóganes. Valdrían como tales. Pero no lo son. Se trata de dos de las reflexiones -quizá las más concentradas, pero no necesariamente las más contundentes- entre las muchas que compartieron el pasado jueves en la galería Cornión la gerente de la Unión de Comerciantes, Carmen Moreno, y el presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos, Adrián Arias, con el público asistente a la primera sesión de una nueva iniciativa ciudadana impulsada por la Sociedad Cultural Gijonesa, la entidad vecinal y la propia Unión de Comerciantes. La supervivencia del pequeño comercio local, su importancia en la trama de la ciudad, la dependencia mutua de uno y otra y las posibles recetas para aumentar esa simbiosis se convirtieron en el asunto del primer acto de 'Gijón a debate',  un foro ciudadano abierto que busca -según el presidente de la Cultural, Pedro Roldán- ofrecer una «brújula», un vivero de análisis, ideas y soluciones «desde la autonomía y la pluralidad» para los problemas de una ciudad que «se está quedando sin modelo, si es que ha tenido uno claro en los últimos años», en palabras de Adrián Arias.

Pocos de esos problemas son más cruciales que el de un sector que, aún bajo las profundas secuelas de una crisis económica, intenta salir adelante en el fuego cruzado de la competencia no solo con las grandes superficies sino también con las plataformas de venta on-line, la disparatada inflación del precio de los alquileres en el centro de las ciudades, la apertura sin control de establecimientos que no crean tejido económico ni ciudadano o la falta de formación y de herramientas de los pequeños comerciantes para sumarse al uso mercantil de las nuevas tecnologías. Fueron algunos de los problemas enumerados por Moreno y Arias en un debate moderado por Gemma Ares, en el que también participó el periodista de La Voz de Asturias Juan Carlos Gea.

Todos ellos coincidieron en que en ese complicado panorama no solo están en juego los intereses privados de los comercios, sino también un determinado modelo de ciudad y de relaciones económicas y sociales, porque, como resumió Carmen Moreno, «todos estamos convencidos de que no hay ciudad viva sin el comercio», que aporta «seguridad, luz, vida y convivencia», pero también sostenibilidad y estímulos para una «economía abierta». O que -en relación a situaciones más candentes del día a día local- explica una parte de lo que está sucediendo en las zonas de La Calzada martilleadas por los robos a pequeños comercios. «Lo que está sucediendo en La Calzada es un ejemplo de lo que no debemos construir como modelo de ciudad; barrios donde no hay la vertebración comercial que se necesita» y que permite salir de la tienda con la recaudación del día «sin riesgo de que te asalten» porque la zona sigue viva, según defendió Adrián Arias. «Hay quien cree que con pone policías en todas las esquinas de la ciudad, el problema se soluciona. Creo que se equivoca», añadió.

¿BPO's o BID's? ¿Qué hacer frente a los «desorbitados alquileres»?

A falta de un diagnóstico completo, el debate sí perfiló algunas de las posibles vías de trabajo. Así, frente al «precio desorbitado» de los alquileres y la presencia del «tenedor avaro que no pone a disposición del pequeño comerciante los locales que necesita para desarrollar su negocio», Adrián Arias apeló a modelos como los BPO, los 'bajos de protección oficial' que promueve el ayuntamiento de Barcelona de Ada Colau en la que la administración local asume la titularidad de locales y rebaja sus rentas en zonas urbanas desestructuradas por la huida del comercio, dando prioridad «a empresas y pequeños comercios con naturaleza de sostenibilidad, de intervención comunitaria, de servicio social en un metro cuadrado fuera de los impresionantes precios que están conquistando nuestros centros».

Carmen Moreno, por su parte -más desconfiada hacia la eficacia de «una empresa pública de locales»- defendió el formato europeo de los BID, los 'distritos de negocios', en los que se combina la gestión pública y privada de determinadas zonas de la ciudad, incorporándole «servicios innovadores», desde wi-fi gratuita o actividades hasta servicios de entrega a domicilio para personas mayores o de consigna para usuarios con dificultades de movilidad; un modelo que topa con las dificultades legislativas puestas por la Ley de Financiación de las Agencias Locales que hasta ahora nadie se ha atrevido a emprender.

Las administraciones, a mojarse

No es, ni mucho menos, el único llamamiento a los gestores públicos en todas las escalas de la administración para mover ficha que se realizó en el curso del debate. Adrián Arias pidió que «intervengan» ante la realidad de que «16.000 pequeñas empresas echaron el cierre en 2017», en un contexto regional donde 65.000 de las 68.000 empresas existentes -dijo, citando datos del INE- tienen menos de 9 empleados. El presidente de la FAV pidió a los políticos «escucha activa» que atienda al tejido asociativo de la ciudad.

«Hacemos política de ciudad, pero en política económica nadie quiere meter mano; y es una parte fundamental de la política de la ciudad», proclamó Carmen Moreno, que apeló a la regulación a través de instrumentos como el flamante Plan General de Ordenación la presencia de cierto tipo de negocios en los bajos urbanos y la concentración o partición de los locales que dificulta el acceso a los alquileres.

«Empecemos a definir qué uso van a tener los locales. Habrá locales que se podrán dividir para ser ocupados por empresas con menos capacidad económica y otros que no se podrán sumar para que no estemos dando lugar a lo que escuché en Madrid en 2009: a la dueña de un local diciendo: "Por menos de 7.000 euros, ni me llames"». Por otra parte, aludió a la proliferación de negocios que dejan «desierta» la ciudad y que planeamientos anteriores intentaban eliminar. «Ahora cualquiera puede poner lo que quiera en cualquier bajo comercial, aunque lo cierre con vinulos y dentro haya una sala de juegos que promueve la ludopatía», criticó la gerente de la Unión de Comerciantes.

Como medida concreta, también propuso Moreno la creación de «un vivero de comercios» que permita echar a andar negocios compartiendo recursos, asesoría y gastos y «experimentar» su propuesta comercial con menos riesgos. Todo ello junto a medidas políticas más de fondo, como la «escucha activa» hacia el tejido asociativo y los comerciantes de la ciudad que Adrián Arias reclamó a los políticos locales o, en la misma línea, la reentrada «de la voz de los comerciantes en la concejalía de Urbanismo, de la que hace aproximadamente hace 12 años nos echaron». Y, desde luego, la demorada puesta en marcha de un Plan Local de Comercio que se lleva esperando desde 2014, y que permitiría, por ejemplo, conocer la incidencia real de las ventas online en la ciudad, y buscar así «posibles huecos de mercado para el comercio real».

Internet no es el (peor) enemigo

Frente a la opinión más extendida, la gerente de la Unión de Comerciantes recordó que la venta a través de internet no es el verdadero enemigo, incluso en un país donde en 2017 se facturaron 109.000 millones de euros a través de ventas online, pero donde solo un 23 por ciento de las empresas de menos de 10 empleados cuentan con web propia, y solo 5 por ciento realizaron ventas a través de ellas. «Es solo un instrumento, nada más», desmitificó Moreno que -no obstante- desmontó también algunos de los argumentos en torno a la venta a través de la web. Por ejemplo, el de la presunta mejora de la sostenibilidad en este tipo de intercambio. «Consumen espacio, consumen ciudad, consumen carretera, consumen medio ambiente... Y el nuestro no es el modelo americano, en el que coges el coche para ir al centro comercial: nosotros seguimos yendo caminando a la tienda de al lado», recordó. Del mismo modo, Adrián Arias hizo ver que «todo lo que se vende por comercio electrónico tiene que ir por algún lado, porque aún no se ha inventado la transmutación de los materiales».

Con todo, Carmen Moreno admitió que «le queda mucho trabajo todavía a la pyme y al comercio urbano para incorporarse a un modelo que no tiene que ser digital directamente». «La tendencia hoy», añadió, «no es que sea digital sino lo que llaman los expertos omnicanalida: voy con el trasto a todos lados y miro en él lo que me interesa, pero a la hora de comprar quiero que esté el vendedor experto contándome algo».

Es la fiscalidad (on line), estúpido

Aunque un reto de esta magnitud no se puede abordar solo con medidas a escala local, con corresponsabilidad de los vecinos consumidores o con la implicación de las administraciones de proximidad, según coincidieron también en señalar todos los participantes en la mesa. «Fiscalidad» fue en este terreno la palabra clave, desplazando el debate desde la posible competencia de las plataformas online y el comercio virtual hacia la raíz del problema: «Lo que no se pone sobre la mesa es que lo que está haciendo la competencia no es la venta por internet, que es solo un instrumento, sino las plataformas que no pagan impuestos en este país», aseguró Carmen Moreno, que pidió «una legislación en la que se pagan impuestos no donde se tiene el domicilio fiscal sino donde se tiene el cliente».«Lo que me preocupa es que cuando estamos hablando de intervención pública, políticas públicas e inversión pública, hay una parte muy importante de este pastel que se lo están llevando señores que no sabemos donde pagan impuestos»

Del mismo modo, Adrián Arias defendió que «el patriotismo es hablar de impuestos» y prevenirse contra una «uberización de la economía» en la que está en juego la «soberanía económica»: «Yo lo que quiero saer de Uber no es si se va con traje, repeinado o con botella de agua, sino dónde paga los impuestos y qué está generando realmente en las ciudades», defendió el líder vecinal.