«De tu asturianina que te quiere»

GIJÓN

Un retrato dedicado de una gijonesa, Angelines, es una de las pocas pistas para localizar a la familia de una víctima nazi, Emilio Rodríguez. Alemania quiere devolver 27 fotos localizadas en un campo de concentración

21 feb 2019 . Actualizado a las 22:26 h.

La fotografía, en blanco y negro, muestra a una mujer joven, vestida de invierno, posando en el parque de San Francisco de Oviedo. En el reverso, se puede leer una dedicatoria: «Te dedica esta foto tu asturianina que te quiere». La mujer se llama Ángeles y era la novia gijonesa de Emilio Rodríguez, uno de los 69 españoles presos en campos de concentración nazis a cuyos familiares o conocidos se busca desde Alemania para devolverles sus efectos personales.

En el caso de Emilio, que había nacido en A Coruña en 1913, se trata de diversa documentación y una colección de 27 fotografías, y en más de una decena de ellas aparece Ángeles, o Angelines, como firma en la dedicatoria de otra foto en la que está sentada en una terraza, radiante y con gafas del sol. «A mi querido Emilio en prueba del mucho cariño».

Emilio, gallego de nacimiento pero que vivía en Madrid, era mecánico de coches. Se había formado en la Escuela Automovilista del Ejército, en Carabanchel Alto, como muestra otra de las fotografías de la colección de imágenes más numerosa que se guarda de un español en el Servicio de Rastreo Internacional (ITS), el archivo que desde 1946 documenta la persecución llevada a cabo por los nazis y preserva la memoria de las víctimas.

En el archivo del ITS llegó a haber casi 3.000 objetos personales de prisioneros de los campos de concentración. Relojes, estilográficas, anillos, billeteras o fotos familiares como las de Emilio. En la mayoría de los casos, las últimas pertenencias de estas víctimas del nazismo. Las que llevaban consigo cuando fueron apresadas.

La memoria perdida de Emilio

Emilio, que durante su encarcelamiento pasó meses reclamando a la empresa para la que trabajaba en Alemania una maleta con su ropa y otras pertenencias, llevaba consigo las fotos de Angelines, pero también las de familiares, como la que le dedican sus hermanas Maruja y Raquel, o de amigos asturianos. Uno de ellos se llamaba Fernando Rodríguez y era de Avilés. En 2016, después de que el archivo alemán devolviera con éxito algunos de esos objetos personales robados por los nazis a los presos, recuperándose la memoria perdida y cerrando incluso capítulos de unas cuantas historias personales, se completó una exhaustiva labor de catalogación para iniciar una campaña de devolución «a las manos adecuadas». 

La memoria de Emilio Rodríguez, como dice el hashtag #StolenMemory (memoria perdida) con el que se impulsó esta campaña, no ha podido ser recuperada todavía. No es uno de los casos españoles de éxito que ha habido desde entonces. Aún quedan 69 por resolver. Por ello, este archivo de Alemania, que guarda más de 30 millones de documentos para precisamente preservar el recuerdo de las víctimas del nazismo, cuenta con la colaboración de expertos como el historiador gijonés Antonio Muñoz, que trabaja como investigador en la Universidad de Lisboa, para ayudarles en la tarea de devolver los objetos personales de los españoles, de los que solo se conoce el origen de algunos. Como Emilio.

Arrestado por la Gestapo en 1942

«Emilio no era un exiliado en Francia, sino un trabajador voluntario que se marchó a Alemania en 1942. Posiblemente, por algún comentario político, fue denunciado y acabó en el campo de concentración de Buchenwald», dice Muñoz, que explica que la historia de Emilio requiere de más investigación. «Debió combatir contra Franco porque pasó por un campo de concentración en 1939 algunos meses, luego trabajó un tiempo para la Aviación, quizá para reducir pena, y, más tarde, en una fábrica de harina en León o Palencia», añade.

En parte son las conclusiones que se extraen de los documentos que portaba Emilio cuando fue detenido por la Gestapo. Según los archivos del campo de concentración de Buchenwald, Emilio fue arrestado el 23 de febrero de 1942 en Bitterfeld, una pequeña ciudad situada a unos 30 kilómetros de Halle, donde trabajaba en una de las fábricas de IG Farben. La documentación que existe de él en el archivo alemán también refleja que, antes de ser detenido, había vivido en un campo de trabajo.

«Lo normal, cuando se detenía a trabajadores de países amigos, era mandarlos a un campo de reeducación por algunas semanas y luego liberarlos. Algunos de estos campos estaban en los campos de concentración. Podía ser también una cárcel, pero lo llamativo en este caso es que Emilio sigue en el campo y logra salvar la piel. Allí compartiría ratos con otros presos españoles. Y no sería imposible que después de tener el problema que fuera en la fábrica, la Gestapo pidiera informes a la Comisión Interministerial para el Envío de Trabajadores a Alemania (CIPETA) y ésta le diera alguna referencia negativa sobre él, por ejemplo que había sido rojo en la guerra. Eso a lo mejor fue su sentencia, pero esto no es más que una hipótesis», indica Muñoz.

Se pierde su rastro en diciembre de 1944

El campo de concentración de Buchenwald, en el que los extranjeros iban a un pabellón aparte, llegó a tener más de 100.000 prisioneros. 56.000 murieron en él. La mayoría, después de 1942. Emilio ingresó en Buchenwald, según la ficha que se le abrió en el propio campo de concentración, el 4 de marzo de 1942. En ese documento también consta que fue trasladado al campo de concentración de Dachau el 6 de abril de 1943 y que le devolverían a Buchenwald el 5 de diciembre de 1944. Ahí se pierde su rastro.

De Emilio, que no aparece en los libros de los muertos de Buchenwald, se desconoce si sobrevivió, aunque en algunas recopilaciones de presos españoles de la Alemania nazi se fecha su muerte justo el día después de su última entrada en Buchenwald, el 6 de diciembre de 1944. Este campo de concentración fue liberado en abril de 1945, cuando quedaban vivos 20.000 prisioneros. Algunos, tan débiles, que murieron semanas después de la liberación.

Permiso de circulación expedido en Oviedo

Uno de los documentos que portaba Emilio al ser detenido era su permiso de conducir, que había sido expedido en agosto de 1933 en Oviedo. En otra de las fotografías, en cuyo reverso aparece que la copia fue realizada en una tienda de la calle de Menéndez Valdés, en Gijón, Angelines posa con una niña en una céntrica calle de la ciudad. Algunas de las fotos de la novia de Emilio están fechadas entre enero y abril de 1942. Podrían ser anotaciones del propio Emilio. La última fecha anotada es el 2 de abril de 1942. Emilio entró por primera vez en Buchenwald dos días después.

Antes, en España, como indicó anteriormente Muñoz, había estado preso en 1939 en el campo de concentración de republicanos de Porta Coeli, en Valencia. Tenía 25 años. El 1 de junio de 1940, como muestra uno de los documentos que llevaba al ser arrestado en Alemania, era soldado de reemplazo. «Las fotos en las que aparece con sus familiares indican que no era una familia pobre», señala Muñoz. Emilio llevaba al ser detenido una factura de 325 pesetas por un gabán que adquirió en una sastrería de Palencia, de donde posiblemente fuera originaria parte de su familia.

«En el archivo alemán no acaban de entender el desinterés de España»

Cuando llegó a Alemania, Emilio tenía 29 años. Muñoz explica que en el centro de documentación en el que buscan a quienes sepan de Emilio para devolver sus pertenencias a sus familiares «no acaban de entender muy bien el absoluto desinterés que España muestra por toda la documentación que se conserva sobre los exiliados españoles». Es más, apunta el investigador gijonés, «tampoco entienden por qué nunca aparecen representantes de los archivos españoles cuando se organizan reuniones o congresos sobre las víctimas del nazismo».

Y la historia dice que, aunque España no participó en la segunda Guerra Mundial, 10.000 españoles fueron deportados a campos de concentración. «Eso significa el 10% aproximadamente de todos los hombres españoles exiliados en Francia en 1940. Son unas cifras que asustan. Uno de cada diez -dice Muñoz-. Pero además, no menos de 30.000 españoles fueron sometidos a trabajos forzados en toda Europa y estaban recluidos en campos».

La memoria histórica de Europa

Muñoz no pasa por alto que, en los años 60, la Justicia alemana concluyó que las condiciones de vida en aquellos campos de trabajo eran muy similares a los de los campos de concentración: «Y no debemos olvidarnos de los varios miles de españoles deportados a los campos de trabajo del norte de África, donde vivían en condiciones extremas. Y las familias enteras que estaban en los campos de internamiento de Vichy. Miles de españoles empuñaron las armas y participaron en la resistencia liberando Francia. Por todo eso les choca en el ITS la total desconexión de la democracia española con sus víctimas del nazismo».

Que se busque a supervivientes o familiares para devolverles sus pertenencias ya es significativo de por sí. «En casi toda Europa, honrar la memoria de esas víctimas, homenajear a los luchadores contra el nazismo, conservar los campos y los miles de centros de internamiento, crear centros de documentación y museos, forma parte, por así decirlo, de la propia esencia de su identidad democrática». Muñoz intenta explicar por qué no es así en España. «Si lo pensamos fríamente, esta actitud de la democracia española es coherente. Honrar a los antifascistas significaría reivindicar su causa republicana y eso entra en contradicción radical con la identidad monárquica de la democracia actual».

La «desmemoria deseada sobre el antifascismo» de Asturias

Y ahonda en lo que ha ocurrido en particular en Asturias, en donde por ejemplo hace unos años se propuso que guerrilleros antifranquistas presos del nazismo fueran hijos predilectos de Asturias sin éxito. «No es casual que las regiones donde mas se honra la memoria de las víctimas de la guerra civil, del nazismo y del franquismo, como Cataluña o el País Vasco, son también aquellas donde menos desapego hay por la monarquía», insiste Muñoz. «A Asturias se le aplica justo el caso opuesto. Existe por parte de sus instituciones una extremadamente leal posición monárquica, y no casualmente a los socialistas asturianos les cuesta horrores honrar la memoria de sus propios correligionarios que fueron la vanguardia de la clase obrera europea y que hicieron un sacrificio gigantesco y glorioso por frenar el avance del fascismo».

Los datos de las asociaciones memorialistas apuntan que al menos 185 fueron los asturianos deportados a los campos de concentración nazis. «Asturias es un caso realmente de estudio en lo que se refiere al desinterés o la desmemoria deseada sobre el antifascismo. Hasta los gallegos tienen desde hace años una lista de exiliados. En Asturias no se saben ni cuántos son», lamenta Muñoz, que considera que «el trato de la memoria del exilio y la deportación en Asturias se diría que es un caso patológico de autodesprecio» y confía en que las nuevas generaciones de asturianos, «sin tabúes hacia la historia», cambien el trato hacia la memoria histórica. «De ese cambio formará parte sin duda alguna una memoria larga y un reconocimiento a los que se enfrentaron al antifascismo o fueron víctimas del mismo, ya en España como en Europa».

Emilio y Angelines, en la última fotografía

Mientras tanto, en Alemania siguen buscando a quien aporte luz sobre el preso que consta en los archivos del mayor centro de documentación sobre la persecución nazi como el número 45.586. Emilio Rodríguez Pérez. En una de las fotografías que siguen intactas, y a la espera de que lleguen a «las manos adecuadas», aparece con Angelines, mirándose a los ojos, sonrientes. Cómplices. Sentados en un tronco, posiblemente en el parque de San Francisco de Oviedo. En Alemania quieren saber si alguien les conoce para honrar su memoria.