Los grupos la oposición se suman a las críticas de Ciudadanos sobre el descenso de calidad de los conciertos de la 'Semanona' y plantean la necesidad de dar un vuelco su programa
08 ago 2018 . Actualizado a las 19:28 h.¿Es la Semana Grande de GIjón tan grande como proclama su nombre? ¿Qué hay que la haga especial respecto al resto de las semanas del año? ¿Necesita ampliar sus actividades, darle un vuelco a su concepto, a su imagen, a su identidad? ¿Es algo más que los conciertos gratuitos de la Plaza Mayor? ¿Se ha diluido la 'Semanona' en el 'Veranón', el aluvión de la programación estival que satura sin huecos la temporada estival gijonesa desde San Juan hasta septiembre? La pregunta no es nueva. Hace un par de años la planteaba formalmente al pleno gijonés el único concejal de Ciudadanos en la corporación, José Carlos Fernández Sarasola. Y ha vuelto a hacerlo en vísperas de las fiestas de Begoña de este año, que anoche pregronaba Saúl Craviotto.
«Ya lo dice la expresión. Una 'Semana Grande no puede ser una semana que no deje en la memoria nada más que los conciertos y fuegos artificiales. Ahora mismo, es una semana más del verano. Y además con una programación musical bastante inferior en calidad a la de años anteriores»; algo, esto último, que contrasta con el poderío de los nombres en acontecimientos de promotoras privadas como los festivales Metrópoli, Gijón Life o Tsunami Xixón que se vienen encadenando desde finales de junio.
Fernández Sarasola no mira hacia ningún modelo concreto, pero apunta a una Semana Grande «como la de otros lugares donde la gente siempre está haciendo cosas, durante todo el día»; y muy en particular, que programe «algo que se echa mucho en falta y que nunca se hizo: actividades para las familias y para los niños con pasacalles, juegos, atracciones, actividades deportivas… Cosas que den entidad y ambiente durante todo el día». Admite, con todo, el edil de Ciudadanos que no es el mejor momento, en términos económicos, para plantear la cuestión con el ayuntamiento agobiado por el 'estado de excepción' del Plan Económico Financiero forzado por el traspaso de la regla de gasto. «Pero la propuesta está lanzada desde hace dos años, cuando sí había dinero para festejos, y no se ha hecho nada al respecto».
Desde el equipo local de Gobierno, el responsable local de Festejos, Jesús Martínez Salvador, defendía ayer en declaraciones a SER Gijón la calidad de la Semana Grande y admitía que el acceso a artistas de mayor caché está limitado por el caché mismo, más caro cuando se contrata para conciertos sueltos fuera de las giras. Por lo demás, defiende la «variedad» y la «pluralidad» de la programación que se elabora desde la muy contrastada veteranía y solvencia del equipo de festejos integrado en Divertia, el oganismo municipal presidido por Martínez Salvador.
Público y privado
Frente a ese parecer, e incluso más allá en su tono crítico respecto a las posiciones de Ciudadanos, desde el principal grupo de la oposición la socialista Lara Martínez se muestra especialmente beligerante con lo que considera «un empobrecimiento generalizado de la programación, sobre todo en actividades o espectáculos accesibles al gran público». Lee la situación en dos claves. La primera, un sesgo hacia lo privado en detrimento, a su parecer, de lo público: «Si destinamos dineros, esfuerzos, promociones a aquellas iniciativas del ámbito privado, evidentemente los recursos son limitados y merman lo que debería interesar a todo el mundo, que es las programaciones como la de la Semana Grande».
La segunda clave es más general. «Hay que enmarcar todo esto en un contexto mayor. Nosotros queremos que cambie esto, pero no solo hay que darle una vuelta a la Semana Grande, sino también a otras programaciones que están quedando como marginales. Y esa vuelta hay que darla contextualizada, no con un parche en un par de cosas concretas: las programaciones son un todo, pero esa es un de las cosas que este gobierno no sabe hacer: gestionar con una visión global».
Desde Xixón Sí Puede coinciden en que «hay que mejorar la calidad de la programación musical» y en que esa mejora desborda los límites de Semana Grande «porque debe extenderse a toda la programación de verano», según señala su portavoz, Mario Suárez del Fueyo. Pero aparte de eso, la formación morada incluye otro elemento que también ha resaltado respecto a otros acontecimientos culturales y festivos del calendario anual gijonés: descentralizar. «Aunque el centro es el centro y sigue siendo la referencia en las fiestas que al fin y al cabo son las de Begoña, habría que hacer que la actividad y la programación se dejase notar también en otras zonas de la ciudad», añade Suárez del Fueyo.
«Pato sin cabeza»
El popular Pablo González coincide con sus compañeros de corporación en que la Semana Grande no ofrece «hoy por hoy nada específico, ningún espacio con personalidad» y en diagnosticar que Festejos «tiende a rellenar todos los huecos con actividades pero sin que veamos con claridad qué objetivo hay detrás, si se busca calidad, cantidad… Simplemente parece un rellenar por rellenar, una especie especie de pato sin cabeza que corre sin que sabe donde correr», explica gráficamente el portavoz del PP, que elogia abiertamente «el mucho trabajo todo el personal de Divertia, que por así decirlo, se lo curran, pero con una falta de estrategia que oriente todo ese trabajo y defina qué programar, para qué, para qué público». Otra coicidencia: «Como en todo, se trata de un falta de gobierno».
Además, González apunta a un elemento estético: «Nos horroriza todo el entorno de la Plaza Mayor en estos días. Estéticamente, creemos que afecta mucho a la imagen de Gijón. Es todo demasiado precario y eso se nota, da mala imagen».
El menos beligerante entre los portavoces de la oposición es Aurelio Martín, de Izquierda Unida, aunque admite que «puede ser que la programación de Semana Grande quede más diluida, que alguna de las programaciones estelares quede dentro porque los platos fuertes quedaron fuera». También concede que «los formatos siempre pueden ser más innovadores y siempre se le puede dar una vuelta al asunto para que no sea tan repetitivo». Pero prefiere esperar a «balances finales» para comprobar «qué le gusta a la gente y qué no y evaluar el nivel de aceptación».