Jovino sigue esperando una Casa Natal sin barreras

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

Una visitante abandona el Museo Casa Natal de Jovellanos
Una visitante abandona el Museo Casa Natal de Jovellanos

El museo más visitado de la ciudad y centro de su Red sigue mantiene un acceso difícil y un recorrido casi imposible por las plantas superiores para personas con problemas de movilidad

23 jun 2017 . Actualizado a las 20:32 h.

Seguramente, el Jovellanos ya muy achacoso que regresó en los últimos meses de su vida a añorada casona natal en Cimavilla tuvo sus dificultades para moverse por aquel viejo edificio. Dos siglos después, y a pesar de que evidentemente la configuración del inmueble es muy diferente y que su estructura está saneada y consolidada, las condiciones de movilidad por la que ahora es Museo Casa Natal dedicada al ilustrado gijonés y a la custodia y exhibición de una parte de los fondos municipales no son mucho mejores de las que se encontró Jovellanos en su último viaje a Gijón. Unos accesos sin ningún tipo de rampa y con varias pequeñas barreras y, sobre todo, un interior sin alternativas a la escalera que da acceso a la primera planta y la torre se lo siguen poniendo difícil a los visitantes con algún problema de movilidad que pretenden descubrir el más visitado de los museos de la ciudad.

Ello contrasta con el empeño de los responsables de la Red Municipal de Museos de Gijón para abrir estos centros al mayor número de usuarios e integrarlos al máximo en la vida cotidiana de su vecindad no es nuevo. Además de los programas centrados en el aprovechamiento de los recursos museísticos para la formación no reglada del público infantil y juvenil, en su agenda tienen un hueco desde hace años otras actividades orientadas hacia la integración de colectivos específicos como el «Museos de la Memoria» para personas con Alzheimer o el reciente dirigido a los niños refugiados recién llegados a la ciudad.

Sin embargo, es la pieza central de esa Red la que se lo pone más difícil a las personas con limitaciones de movilidad. No es el único ni quizá el más sonado problema de un centro aquejado de graves carencias de espacio y de dotaciones para el cumplimiento de sus funciones de conservación y exhibición. Estas últimas se llevan los titulares, y más en el contexto de debates del momento como el del plan de usos de Tabacalera. Pero la movilidad es un problema más inmediato y evidente. Las dificultades empiezan en el acceso a la planta baja y el patio, donde se exhiben las colecciones de pintura del siglo XIX y se realizan actividades habituales como conferencias y talleres. Al menos tres escalones sin rampa de ningún tipo complican el acceso desde la puerta de entrada al patio central, en los pocos metros de vestíbulo. Un trayecto que puede resultar, como poco, incómodo y engorroso, por ejemplo para realizarlo en silla de ruedas.

La cosa es mucho peor, incluso imposible, cuando se pretende acceder a la primera planta -en la que se exhiben la colección jovellanista y otros contenidos tan atractivos como los fondos de Navascués- y, más aún, alcanzar la torre de la casona para visitar a una de las piezas con mayor tirón de todo el patrimonio artístico gijonés, el Retablo del Mar de Sebastián Miranda. No es infrecuente ver a personas esperando que otras con mejor movilidad suban y luego les cuenten lo que han visto en las plantas superiores. No existen ascensores ni ningún otro acceso para el importante porcentaje de público con limitaciones en su movilidad; una cifra nada despreciable de visitantes frustrados en un museo que, dada su estratégica ubicación, ha llegado a recibir hasta 60.000 visitantes anuales.

Por lo que respecta a las actividades, algunas de ellas como las del programa «Museos de la Memoria», tienen que organizarse forzosamente en el museo Nicanor Piñole, que sí tiene garantizada su accesibilidad para todo tipo de público. Jovellanos también hubiese tenido que acudir allí, aunque nadie le hubiera librado de tener que bajar y volver a subir de vuelta sus propias escaleras.