El joven comercio rescata de la «depre» al centro de Gijón

J. C. Gea GIJÓN

GIJÓN

Las claves de la proliferación de establecimientos comerciales y hosteleros de nuevo cuño que está devolviendo la vida a la zona céntrica de la ciudad

16 may 2017 . Actualizado a las 08:20 h.

En una iniciativa inédita en Gijón, tres cafés en la frontera entre los distritos gijoneses del Centro y La Arena anunciaban la pasada semana una alianza para montar una nueva asociación cultural. Pero antes de iniciar esa colaboración ya tenían rasgos comunes, que comparten con otros establecimientos de la zona: son locales de implantación reciente, con personalidad propia; han atraído un público diferenciado -joven, pero no demasiado, urbano, universitario o profesional- que busca y encuentra en los locales un plus respecto al comercio o la hostelería tradicionales: libros, música en directo, actividad cultural, productos eco... Además, ya estaban conectados de algún modo. Forman parte de una pequeña constelación de establecimientos que, en un efecto llamada creciente que ha dado personalidad a la zona y revitalizado también algunos de los establecimientos veteranos en el barrio: en un radio de menos de un cuarto de kilómetro respecto han abierto cervecerías especializadas, negocios de arte, obradores artesanales con cuidadas cafeterías, tiendas de productos ecológicos y naturales, un restaurante de cocina internacional, cafés donde se adquiere lana y se hace punto, tiendas de moda y complementos o manualidades que ofrecen talleres, otra que ofrece mobiliario, menaje y artículos vintage restaurados…

Pero no es un fenómeno que se circunscriba a esa zona. La Dinamo, el nombre que esos tres cafés han escogido para su asociación, es una buena metáfora de lo que está sucediendo en otras zonas de la ciudad, en particular en el Área Comercial Urbana rotulada como «Centro Tradicional». La aparición, sobre todo desde hace un par de años, de un nuevo tipo de comercio y de hostelería está dinamizando a ojos vista un distrito deprimido, que languidecía como consecuencia del envejecimiento de las poblaciones, la preferencia de los nuevos propietarios e inquilinos hacia la periferia, la pérdida o ausencia de servicios básicos y, sobre todo, del impacto brutal de la crisis económica en el pequeño comercio del cogollo urbano de Gijón. 

Café en Marqués de Casa Valdés
Café en Marqués de Casa Valdés

¿Qué ha sucedido?

Carmen Moreno, gerente de la Unión de Comerciantes de Gijón y Carreño, sitúa el inicio de esta dinámica en un momento concreto de principios de 2015, que describe como «una fase de postcrisis inicial» en la que confluyen varias situaciones: de una parte un repunte del poder adquisitivo y del consumo que permitió a los comerciantes las primeras y leves alegrías «después de veintitantos meses perdidos, sin ganar ni un céntimo»; de otra la movilización de «muchos profesionales jóvenes pero con experiencia en empresa, en dirección de equipos, con mentalidad empresarial y un patrimonio propio que jugarse» que habían intentado encontrar trabajo en sus sectores, «pero acabaron desesperando y buscándose los recursos como autónomos». Existe un tercer factor -el decisivo- que no pasó desapercibido a esos nuevos emprendedores: la aparición de una oferta inédita hasta ese momento de locales «muy atractivos en calles muy atractivas y con alquileres a la baja», explica Carmen Moreno.

La disponibilidad de esos bajos comerciales en zonas estratégicas del centro tuvo que ver con el cierre de algunos negocios como con el traslado de empresas con más recorrido y envergadura a otros locales. Gracias a todo ello, según la gerente de los comerciantes gijoneses, «empresas pequeñas, con poca experiencia y sin un colchón económico pudieron acceder a locales antes impensables» e incluso descubrir el atractivo comercial de locales y calles que hasta ahora se consideraban zonas muertas para el comercio. Y lo hicieron con ideas que tenían poco que ver con el planteamiento del comercio tradicional del centro de la ciudad y sí con su edad: profesionales jóvenes que, también como consumidores jóvenes conocen nuevas demandas y saben «cómo conectar con esa nueva clientela».

Nuevos productos

También son nuevos muchos de los productos que ofrecen, a menudo muy específicos. Claro que existe el problema de lo que Carmen Moreno describe como la «macroespecialización»: la búsqueda del nicho propio con un producto tan singular y especializado que acaba por resultar poco rentable, abocando al cierre o al añadido casi a la desesperada de otros productos que acaban convirtiendo el negocio especializado en «un bazar o un batiburrillo». «Es una tendencia que viene de las grandes ciudades con millones de habitantes, y que allí, donde pasan miles de personas frente a un local, puede tener sentido, pero que puede resultar una mal planteamiento en una ciudad que no llega a 300.000 habitantes y en una calle donde pasan mil personas al día», explica la gerente de la Unión de Comerciantes.

Pero tanto o más que el producto, lo que cuenta es cómo se pone en el escaparate. Aunque quizá habría, mejor que hablar de cómo los ponen en escena.  La estrategia básica es hacer de la tienda y del acto de la compra «una experiencia» que aporte un plus al comprador. La decoración, según Carmen Moreno, es clave, como resulta muy evidente en toda esta nueva generación de locales comerciales. Pero también que la «tienda-experiencia» ofrezca una atención muy profesional y muy cercana, que llega casi al mimo, organice eventos, talleres, presentaciones, showrooms, masterclasses…  «Es algo fundamental en un momento en el que puedes comprar cualquier producto por internet. Si te vas a tomar la molestia, entre comillas, de acercarte a una tienda tienes que recibir algo más, algo que convierta tu compra en algo más»,  explica Moreno. Puede ser tan simple como entrar a una tienda de moda «y que te reciban con un caldero de cervezas o un té recién hecho». O encontrarte con un concierto, la presentación de un libro, un taller gastronómico...

Moviendo el árbol

Este rejuvenecimiento del sector ha conseguido traer aparejado un rejuvenecimiento del perfil de la clientela en barrios tradicionalmente envejecidos y con un comercio destinado a un público también tradicional. Pero además, está «moviendo el árbol». Es expresión de Carmen Moreno: «Todo esto está teniendo su impacto en tiendas tradicionales, que ven lo que está haciendo el vecino y se esfuerzan por ponerse las pilas» y en la aparición de este tipo de oferta en las principales arterias comerciales de los barrios.

Otro factor claramente influyente, aunque este siempre controvertido, han sido las peatonalizaciones que se han añadido a las que han transformaron en su día el centro de la ciudad, empezando por la histórica de la calle Corrida o el barrio del Carmen. La transformación de la calle de La Merced o el tramo bajo de la calle Begoña se produjo a ojos vista tras su cierre al tráfico rodado, y más recientemente, la de Travesía del Convento y su entorno ya se deja notar en la aparición de nuevos establecimientos. 

Zonas de reactivación hostelera y comercial en el centro de Gijón
Zonas de reactivación hostelera y comercial en el centro de Gijón

Estas son algunas de las áreas donde -aparte de la citada de Marqués de Casa Valdés y alrededores- algo se está moviendo en el comercio del centro de Gijón.

Dos tiendas en la calle de La Merced
Dos tiendas en la calle de La Merced

La Merced se alarga

La peatonalización del tramo alto se ha completado ahora por completo creando un eje de marcada personalidad cultural: dos de las librerías tradicionales de referencia en la ciudad y tres galerías de arte, de extremo a extremo, junto con moda en la zona alta, comercio muy especializado en su tramo medio -sombrererías, papel artesanal, tés e infusiones...- que ha alcazado también, más allá de Munuza, la mortecina zona baja: una atractiva oferta hostelera -gastrotapeo, cervezas internacionales, cocina oriental- rematada por una de las más emblemáticas tiendas de ultramarinos finos de la ciudad, convertida también en ahora en bar.

Terrazas en el tramo peatonalizado de la calle Begoña
Terrazas en el tramo peatonalizado de la calle Begoña

La Ruta vuelve a la vida

Para los que superan el medio siglo, la Ruta de los Vinos -una malla de callejuelas entre Instituto y Corrida, con límite en Jovellanos- representa seguramente lo mejor de su memoria sentimental de adolescentes y jóvenes en el Gijón de los ochenta y primeros noventa. A finales de esa década, aunque locales de ocio musical de altas horas mantuvieron el tipo con un público ya distinto al de tarde-noche que colonizó la Ruta, la zona inició un lento declive en el que apenas sobrevivieron clásicos de la hostelería local, con el añadido de algunos de los locales alternativos más frecuentados de la ciudad, en la calle Santa Lucía.

La peatonalización del tramo bajo de la calle Begoña ha generado un auténtico bum de locales hosteleros y terrazas que ha convertido la Ruta en la réplica, al otro lado de Corrida, de la reviltalización hostelera que hace unos años convirtió el barrio del Carmen en la zona de vinos por excelencia de la ciudad. En cierto modo, constituyen ya un área hostelera homogénea, desde Pedro Duro hasta Instituto, donde también han empezado a aparecer locales de nuevo cuño: cervecerías artesanales, tapeo italiano...

Más allá de las franquicias de moda

Las grandes franquicias, como el comercio tradicional de calidad, siguen teniendo su feudo en estos los ejes comerciales Corrida-Moros, aunque con un evidente esfuerzo por renovarse en el caso del segundo tipo de establecimientos, también en otras zonas de siempre, como el entorno del Parchís y Menéndez Valdés. Pero otro tipo de moda y complementos ha ido haciéndose hueco, por ejemplo en el tramo final de Instituto, pasada Munuza, y se extiende también por calles tradicionales como Cabrales y San Antonio, donde han surgido también pequeñas tiendas vintage o boutiques que buscan diferenciarse.