La catedrática, estudiosa, contertulia y activa participante en la vida cultural gijonesa recibió las Medallas de Plata del Principado y Gijón y da nombre a un premio de promoción de la lectura
30 oct 2016 . Actualizado a las 08:26 h.Hacía tiempo que no se la veía haciendo su ruta en las horas del mediodía, a paso ya muy lento y con las fuerzas menguadas. Se la echaba de menos en la librería Paradiso o el café del Antiguo Instituto, sus paradas de cada día por el centro de Gijón, o en el entorno de su hermoso apartamento de la calle Fernández Vallín, cruzando el paseo de Begoña, donde el antiguo Dindurra fue una de sus plazas fijas de conversación y tertulia. A más de uno le preocupaban esas ausencias y se preguntaban cómo iría la delicada salud de Maria Elvira Muñiz -Marial, como la conocían sus muchos amigos y allegados-, una mujer que era mucho más que una institución: una fuerza viva, en el sentido menos rancio y más literal, de la cultura gijonesa de la segunda mitad del siglo XX.
La respuesta llegaba ayer con la noticia del fallecimiento a los 93 años de la catedrática de Literatura, escritora, estudiosa y tenaz vindicadora de los autores locales, contertulia en muchos frentes, activa participante en iniciativas culturales y, ante todo, docente y más aún, maestra, para varias generaciones de alumnos. Méritos, todos ellos por los que recibió reconocimientos como sendas Medallas de Plata del Principado y de Gijón, ambas en 2008, o el Lazo de Alfonso X El Sabio, o la concesión de una calle en su ciudad. Aunque seguramente el mayor reconocimiento institucional fue la creación de un premio de Promoción de la Lectura que lleva su nombre desde 2010.
María Elvira Muñiz Martín nació en Cuba en 1923 y se trasladó a Gijón con 5 años. Se crió en un ambiente culto y amante de la literatura al que siempre atribuyó su vocación lectora y docente, y llegó a la ciudad a tiempo para entrar en contacto, en ese entorno familiar, con Gerardo Diego, predecesor suyo en la cátedra de Literatura del Instituto Jovellanos. Estudió bachillerato en el mismo centro, y Filosofía y Letras en Oviedo, donde se doctorío en 1962 con una tesis sobre Feijoo y Asturias.
En esos años inició su periplo docente, primero en centros privados gijoneses -La Asunción, San Vicente de Paúl, Santo Ángel- y después en la enseñanza pública. Participó en la fundación del instituto de La Calzada, que llegó a dirigir como después sucedería en el instituto de Cangas del Narcea y en su punto de partida, el Real Instituto de Jovellanos. También pasó por el Doña Jimena, en Gijón. En 1976 había ganado su cátedra de Lengua y Literatura.
Más de 6.000 alumnos
Más de 6.000 alumnos recibieron en esas aulas el influjo de una profesora rigurosa pero apasionada, pero también innovadora en sus métodos y capaz de transmitir esa pasión. Entre ellos, dos expresidentes del Principado -el ya fallecido Sergio Marqués y exalcalde de Gijón y hoy senador Álvarez Areces-, la también exalcaldesa Paz Fernández Felgueroso, la científica Margarita Salas, la escritora Carmen Gómez Ojea? Junto a la docencia mantuvo una constante actividad como estudiosa y divulgadora de la literatura asturiana, desde el Feijoo de su trabajo doctoral, hasta sus contemporáneos, como Julián Ayesta, pasando por Clarín, Alfonso Camín, Joaquín Alonso Bonet, Eulalia de Llanos.
Dedicó un estudio a los escritores de Gijón y mantuvo una actitud de especial compromiso con la defensa del papel de las mujeres en la vida literaria, cultural y cívica, del que da idea la ubicación de la calle que en 2001 -bajo mandato de una de sus discípulas y activa feminista, Paz Fernández Felgueroso- se le dedicó en una zona de Montevil en cuyo callejero abundan las referencias a mujeres de la ciudad.
Pero Marial Muñiz habló aún más de lo que escribió: en las aulas, por descontado, pero también en las conversaciones que mantuvo como asidua participante en tertulias locales en cafés como el del Hernán Cortés o el Dindurra o el hotel Begoña, o en la del Café Gijón, donde se reencontraba con Gerardo Diego y de cuyo premio literatio fue jurado muchos años. Trató también a Julián Marías, Bousoño o Hierro, como recuerda otro de sus amigos, el escritor José Antonio Mases, en el retrato Marial de Gijón. Además, formó parte del Real Instituto de Estudios Asturianos, de la Fundación Dolores Medio y del Ateneo Jovellanos, que le dedicó en su año de gracia de 2008 el libro Una vida para la literatura. Homenaje a Maria Elvira Muñiz.
Era optimista y ponía en su sitio a los cenizos que le llegaban con lamentos sobre el futuro de la lectura; su afabilidad era tan grande como su independencia de criterio y su amable combatividad en las discusiones literarias y se mantuvo leal a la literatura por dos razones básicas: por el placer que proporciona una lectura inteligente y apasionada y por la convicción de que «alguien que adquiere el gusto de la literatura siempre será un ciudadano más culto, más interesado y más capaz». Lo predicó siempre, y con parroquia: «La literatura, en general, nos hace mejores».