Una relación a distancia ha llevado a Hugo Beltrán a un viaje sin retorno desde Oviedo lleno de descubrimientos y mucha música
05 abr 2018 . Actualizado a las 19:29 h.Un estudiante de física de la Universidad de Oviedo de 25 años termina la carrera. ¿Y ahora qué? Hugo Beltrán no se paró mucho a elaborar un meticuloso plan con todas las posibilidades y sus terribles consecuencias. No. Él prefirió dejarse llevar y ver cómo los días empiezan y terminan en India, meditando por las mañanas y ganándose un dinero por las noches tocando en algún bar, cambiando su rutina en función del rincón del país en el que se pose. Sin un lugar de residencia fijo, ahora se encuentra saboreando la cultura de Darjeeling, pero antes fueron Nepal y el pueblo de Pushkar.
Sus primeras aventuras por el extranjero durante largas estancias comenzaron hace tres años de la mano de su actual pareja. «Ella llevaba años viajando de manera autónoma y expandió lo que yo concebía como planes de futuro. De aquella estaba aún en la universidad y tenía una idea completamente diferente de lo que significaba viajar», cuenta. Durante los años siguientes, para mantener la relación a distancia, cambiaron el «quedamos en La Gorda a las cinco» por el «nos vemos en India en marzo». Así empezó a explorar una forma de moverse alternativa, probando a ver hasta dónde llegaba haciendo autoestop, visitando el continente asiático por primera vez. «Intermitentemente llevo desde que la conocí pasando temporadas largas fuera de casa con el pretexto de encontrarnos», comenta. Pero siempre volvía, la carrera lo ataba. Por eso, una vez finalizada, se fue sin fecha de regreso, y así lleva cinco meses.
Para Hugo, esta temporada es como «el año de parada que no hice entre bachiller y universidad». Ahora, cada mes lo dedica a una actividad determinada en función de las opciones del lugar en el que esté: «El mes de enero lo dediqué a cruzar Nepal en bicicleta, de modo que mi día se repartía entre pedalear, leer, escribir y sacar fotos. Noviembre y diciembre los dediqué a vivir en Pushkar (un pueblecito bastante turístico en el Rajastán), lo que implicaba ir al mercado, cocinar, leer y dar algún concierto. Ahora mismo, en Darjeeling, toco en una plaza por las mañanas».
Todo parece tan fácil como llenar una mochila y coger un avión, pero, ¿qué hay del dinero? El ovetense cuenta con un soporte esencial: una familia que comprende la importancia de viajar, de descubrir. Por eso le apoyan con un pequeño colchón que «en Oviedo sería para comer y aquí se puede estirar para comer, dormir y moverme», explica. Sumado a lo que gana con la música se puede permitir ir más allá del sustento básico, aunque con un perfil «low cost».
Un ritmo de vida y costumbres diferentes
«El ritmo de vida en India es mucho más pausado que en España y a eso es fácil acostumbrarse», asegura. Ganarse la vida no parece una tarea en exceso complicada ya que con poco se puede construir una manera de mantenimiento. Hugo explica cómo mucha gente se encarga de «comprar aquí y vender allí para vivir. Otros se dedican a la artesanía, al diseño de moda, a las artes y todo tipo de instrucción en disciplinas como yoga o ayurverda que luego se pueden llevar de vuelta a Europa». Por la contra, hay aspectos arraigados en la cultura que se alejan de esa ilusión de libertad que se ha exportado al exterior: «Hay sectores de la población altamente discriminados y ser hombre blanco hace que no sea generalmente objeto de ese trato y evite muchas situaciones incómodas. Hay muchas discriminaciones anacrónicas».
A diferencia de la rutina que llevaba en Oviedo, en su nuevo destino lo que tiene es tiempo; tiempo para leer, para escribir, para la música. Ha convertido estas aficiones en fines en sí mismos. «Es muy común organizar pequeñas agrupaciones entre gente que coincide una temporada en el mismo sitio. Es fácil encontrar una comunidad de gente con la que compartir intereses y, a diario, te topas con cosas de las que se puede aprender: idioma, cocina, religión, movimientos sociales..., siempre hay algo que hacer».
Con Asturias sí que prefiere mantener una relación a distancia. Para nada por rechazo, de hecho, suele mantener conversaciones acerca de su región con otros viajeros y echa de menos «un buen plato de huevos con patatas o bajar a cenar al Leonés con mis padres, además de los amigos».
Aunque tiene claro que India no es su destino final, seguirá explorando el país sin plantearse si volver de manera definitiva. Sin detenerse demasiado en el futuro es capaz de esbozar una ligera idea de plan: ampliar sus estudios fuera de España. Eso sí, «escogiendo un país al azar».
Relato de un día cualquiera
«A pesar de que en hindi las palabras ayer y mañana son la misma, el día a día varía bastante. Voy a describir un día en Pushkar por ser el sitio en el que más tiempo estuve:
Tras levantarme (9 a.m.) dedico un poco de tiempo a meditar, aprovechando el silencio de la mañana, mientras mi pareja sigue durmiendo. Salgo a la plaza del pueblo a por un plato de poha (plato de arroz prensado con especias y vegetales) de Sonu (vendedor ambulante) y me siento al sol a mirar la plaza. Por lo general, hay alguien conocido en el café de la esquina con quien tomar un chai (té con leche y especias). Frente a «casa» hay un café muy agradable en el que leo un rato hasta que se acerca la hora de la comida (mediodía). Momento de ir a por los vegetales y empezar a cocinar. El cocinar es todo un ritual que me lleva unas buenas dos o tres horas. En general, es un momento de intentar imitar alguno de los platos que he comido fuera. Lo normal es que en la terraza de la guesthouse donde nos hospedamos estén algunos amigos que se unen a la comida y sobremesa. Al atardecer (4:30 p.m.), un hombre toca el nagara (tambor tradicional) junto al lago y me deja unirme para practicar el karthal (castañuelas rajastanís). Una vez anochece, en el grupo de amigos se decide dónde ir de jam (a tocar) cuando no hay un concierto fijado. Repetir.
En este esqueleto de día básico se pueden introducir modificaciones como el ir al templo sikh a cocinar y servir en el langar (comida comunitaria gratuita), subir al templo de la montaña a ver el amanecer, alquilar una scooter e ir a recorrer los caminos alrededor del pueblo y un largo etcéteca».