La avilesina Sara Panizo está viviendo en una residencia de los Países Bajos la evolución de esta pandemia
05 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Sara Panizo, original de Avilés, estudia el doble Grado de ADE y Derecho. Fue en las facultades de la Universidad de Oviedo donde cursó los primeros tres años. Pero el cuarto, decidió irse lejos para mejorar su currículum vitae. Escogió la Universidad de Maastricht, en Países Bajos. Allí comenzó la experiencia de un Erasmus, a lo grande, en su máxima expresión, hasta que llegó la pandemia. Entonces, la avilesina decidió quedarse en la residencia donde se quedaba con varios amigos y conocidos, que se denominan a sí mismo como «La Resistencia». Han disfrutado de siete meses a lo grande, pero el último trimestre ha dado un giro de 180 grados. Tienen sentimientos encontrados: «Vivimos un Erasmus a medio gas».
Sara Panizo cuenta cómo cuando comenzaron a saltar todas las alarmas, mucha gente con la que convivía, no solo españoles, iniciaron el regreso a sus hogares, por diferentes razones: algunos obligados por sus padres, otros, por miedo. Ella, frente a la gran oleada de retornos decidió quedarse, principalmente, por dos razones. La primera, porque no se sentía cómoda exponiéndose al viaje de vuelta. «Para llegar a mi casa, tengo que cruzar varios países, pasando por sus aeropuertos, estaciones de bus o tren, etc.», explica. Por ello, ha preferido quedarse para mantener la tranquilidad «de saber que no puedo contagiar a mis familiares».
La segunda razón es porque no se quedaba sola en el país de acogida. «Hay mucha gente que se quería quedar en sus respectivos destinos, pero se quedaban solas»¸ cuenta. Allí, todos los que han preferido vivir el confinamiento al estilo holandés, son un grupo de apoyo entre todos, denominado «La Resistencia». Además, asegura que entiende a los que se han vuelto porque hubo momentos de caos y mensajes contradictorios sobre cierres de fronteras que provocaron el pánico de muchas familias. A pesar de estar tranquila con su decisión, explica que «no es fácil, soy consciente de que si pasa algo, yo estoy muy lejos de casa», pero es un riesgo que ha decidido asumir.
La avilesina considera que el tipo de Erasmus de todos los estudiantes que disfrutaban de esta experiencia este año, es «un poco diferente». No se queja. Ha disfrutado de siete meses de pleno Erasmus, pero los últimos tres es consciente de que «hay cosas que no voy a volver a hacer jamás en esta ciudad». Tienen un punto de tristeza porque se les ha acabado la experiencia. Aun así, explica que las restricciones en el país no han sido tan fuertes como las de España. No pueden ir más de tres personas por la calle, respetando el metro y medio de distancia, y las aglomeraciones de más de diez personas están prohibidas. La gente no ha dejado de salir a hacer deporte.
En los supermercados sí hay determinadas restricciones. «Yo intento ir una vez a la semana, con guantes y mascarilla», cuenta. El motivo es que tienen miedo a contagiar a los demás, en caso de ser positivos, no tanto de contagiarse ellos. Las primeras semanas, sí era habitual no encontrar papel higiénico, pasta de dientes, guantes o geles hidroalcóholicos. «Lo más curioso fue una semana donde los estantes vacíos fueron los de los dulces», cuenta la avilesina. En concreto en Maastricht, el ayuntamiento facilitó a la ciudadanía imágenes de las calles de la ciudad, y se ven completamente vacías.
Día a día en la universidad
Sara Panizo escogió la Universidad de Maastricht como su destino para cursar su cuarto curso por su reputación. Es una universidad muy bien posicionada tanto a nivel europeo como a nivel mundial. Uno de los factores que más le llamó la atención a la asturiana fue el sistema educativo, se llama «PBL». «Básicamente consiste en que las clases magistrales se eliminan casi por completo y eres tú quien tiene que preparar las clases con anterioridad», explica la joven. Así, durante el horario de la clase, que apenas se conforman por quince personas y el tutor, se discuten los temas, pero conociendo de antemano la teoría.
Otra de las grandes diferencias con el método español es la división de los cursos. En nuestro país se dividen en dos cuatrimestres, allí, lo hacen en seis periods. Así, la joven cursa dos asignaturas a la vez y cada dos meses se evalúa de ellas. Este método permite que los estudiantes dediquen el tiempo a las asignaturas de manera más profunda y fomenta el desarrollo de nuevas habilidades, que es lo que actualmente demanda el mercado laboral. «Así, amplío mi currículum vitae»¸ cuenta la avilesina como objetivo.
Una de las mejores experiencias de su vida
La asturiana lo tiene claro: todo lo que dicen del erasmus como una de las grandes experiencias en la vida de una persona es cierto. Aunque sí reflexiona que «no todo es genial desde el minuto 1». Asegura que no es así en la mayoría de los casos. «Hay un proceso de adaptación que todo el mundo pasa en mayor o menor medida», explica. Pasado ese tiempo, la joven asegura que Maastricht la ha acogido con los brazos abiertos: los holandeses son muy cercanos, la han ayudado en todo lo que ha necesitado, y la gente que ha conocido la considera «fundamental y súper especial». Ahora echa de menos todo lo que no puede hacer por culpa de la pandemia: viajar, ir a la uni y coger su bicicleta, su mayor aliada en Países Bajos.