Mudarse a un nuevo país para descubrirse a uno mismo

Carmen Fernández REDACCIÓN

EMIGRACIÓN

Lucía Platero en Londres
Lucía Platero en Londres

Lucía Platero es una asturiana que emigró a Londres para mejorar su nivel de inglés, buscar nuevas oportunidades laborales y aprender de las nuevas experiencias

08 may 2019 . Actualizado a las 17:43 h.

«Necesitaba un giro en mi vida de 180 grados, así que decidí lanzarme de lleno a la piscina», así comienza a contar su historia Lucía Platero Junco. Las razones que la impulsaron a cambiar su destino y pasar de vivir en el pueblo costero de Ortiguera en Asturias a coger un avión y con el mismo vuelo transformar su vida radicalmente al mudarse a Londres fueron las de mejorar el inglés y ampliar sus horizontes, tanto en la experiencia personal como en el mundo laboral. Esta asturiana nacida en Jarrio en el 91 siempre apostó por diversificar su currículum, estudiando primero la formación técnica de Cocina y Gastronomía y más adelante la técnica superior de Integración Social, dos de sus pasiones entre las que también se encuentra viajar. «He visitado varios países y para mí el tema de aprender a hablar correctamente inglés era una asignatura pendiente, ya que en ese sentido había tenido más de un mal entendido por no saber expresarme adecuadamente», explica. Todo ello sumado a las posibilidades que puede ofrecer un país como Reino Unido le impulsaron a hacer las maletas y comenzar una nueva aventura.

«He trabajado en la hostelería como ayudante de cocina, y aunque es un empleo que me gusta lo que realmente me llenaría sería poder desempeñar mi trabajo como integradora social, y ya que en España en algunas partes no está muy reconocida esta titulación vi en el extranjero esa oportunidad», afirma Platero, que se encuentra en la capital londinense desde hace un mes mejorando el idioma para poder acceder a su empleo soñado y sumergiéndose de lleno en la cultura mientras busca las salidas profesionales que puede ofrecer el país. Y aunque se podría decir que poco a poco va cumpliendo sus objetivos reconoce que la aclimatación fue dura: «Hasta que no toqué tierras inglesas realmente no me creí lo que estaba sucediendo, pensé: ya está, no hay marcha atrás. Por un lado me asaltaban las dudas, ¿y si sale mal? Pero inmediatamente una voz en mi cabeza me decía, ¿y si sale bien? No quise atraparme demasiado en la melancolía de lo que dejaba atrás y de lo que vendría luego, puesto que sabía que eso me iba a limitar y podría significar el paso de lo que podría ser una experiencia gratificante y enriquecedora a algo catastrófico».

Bajo esa filosofía pudo ir adaptándose los primeros días al choque cultural que supone moverse en una ciudad en la que no hablan su idioma natal. Y aunque al principio se sentía «una marciana» en las conversaciones, poco a poco su oído se va haciendo al inglés y ha cambiado su actitud ante muchas circunstancias, «me siento capaz de conseguir lo que me proponga, sin límites», explica. También se va acostumbrado a unos horarios muy distintos, sobre todo a la hora de las comidas: «En España yo suelo comer sobre las 14:00 - 15:00 y cenar sobre las 21:00, aquí la gente puede comer tranquilamente a las 12:30 y cenar a las 17:30 o las 18:00 (hora de la merienda española)». Y a las diferencias en la vida laboral: «Los trabajos de los que yo puedo hablar trabajas ocho horas al día y descansas dos días a la semana. Es cierto que puedes cobrar más que en España pero el estilo de vida de aquí también es más caro, así que a la larga no sé si habrá mucho beneficio». 

 Asturias desde la distancia

A pesar de que con el paso del tiempo ha logrado sentirse una más en la ciudad y de que puede compartir sus inquietudes con su mejor amiga (también una asturiana que emigró a Londres hace 10 años) Platero no puede evitar echar de menos muchos aspectos de su vida anterior, como su familia y amigos y el carácter y estilo de vida asturianos: «Sobre todo al principio eché de menos la forma de ser de algunas personas en España, aquí casi todo el mundo va siempre con prisas, y mucha gente no tiene la costumbre de dar los buenos días, buenas tardes o buenas noches. Aunque aprendí a no tomármelo como algo personal ya que entiendo que es más que nada un tema cultural porque en Londres conviven infinidad de culturas distintas».

En verano volverá a su tierra para terminar unos proyectos que tiene en mente, eso sí, con billete de vuelta ya que tal y como explica, está en un momento de su vida en el que no quiere echar raíces en ningún sitio fijo. «Estas experiencias en la vida suponen un cambio, hay una frase que dice: nunca vuelve quien se fue aunque regrese y yo la aplico perfectamente a circunstancias como estas. Aprendes a dejar los prejuicios en casa, a dejar de ver las cosas como se supone que tienes que verlas y comenzar a apreciarlas como son, sin filtros. Descubres nuevas formas de vivir y en el camino también te descubres a ti mismo», concluye.