Pedro González ejerce como investigador postdoctoral en Montpellier. Sus estudios están relacionados con la investigación de la leucemia
26 mar 2019 . Actualizado a las 13:28 h.El avilesino Pedro González vivió durante tres meses en Montpellier durante su tesis doctoral, hecho que le hizo descubrir la ciudad en la que reside actualmente. El ambiente de esta localidad, abierto y muy universitario, acabó prendando a este asturiano que, una vez finalizada la tesis, tuvo muy claro que quería volver. «Estuve muy agusto en el laboratorio en el que hice la estancia y me encantó la ciudad», afirma el avilesino, que también destaca el carácter internacional de Montpellier ya que, señala, «el 80% de la gente que vive aquí no es originaria de esta localidad». El perfil poblacional es uno de los factores que motivó al asturiano a repetir estancia allí. Montpellier es la ciudad más joven de Francia y, como apunta Pedro González, es complicado ver gente mayor en las calles. El avilesino ejerce como investigador postdoctoral en el Instituto de Genética Molecular de Montpellier (CNRS) bajo el programa Clarín-COFUND del Principado de Asturias y la Unión Europea. Su proyecto está enfocado en entender el papel del metabolismo en la formación de glóbulos rojos en la sangre, y relacionarlo con enfermedades como leucemias.
Pedro González disfruta de su vida en una localidad con muchas oportunidades de trabajo y ocio para gente joven, aunque tuvo que enfrentarse a una serie de trabas a su llegada. El hecho de llegar con un contrato español bajo el brazo no le bastó aligerar los trámites burocráticos franceses. «La administración francesa es bastante tediosa y conlleva más papeleo que en España», explica. Encontrar piso tampoco fue tarea fácil, a pesar de haber vivido previamente en la localidad francesa. «Escribí muchos correos, y muy pocos me contestaron: la mayoría diciendo que ya estaban alquilados o me pedían muchos requisitos que un recién llegado es imposible que los cumplimente», comenta.
Contrastes
La mayor distancia entre dos puntos no siempre implica una mayor diferencia entre dos culturas. Dos horas de distancia en coche parece poco, pero es un mundo si se tiene en cuenta las abismales diferencias culturales entre España y Francia. El avilesino quedó sorprendido en sus primeros días en Montpellier que, el simple hecho de cruzar la frontera con el país galo, pudiese deparar tanta disparidad en las costumbres de ambos países. «Es increíble que haya tantas diferencias sólo a dos horas de distancia de la península en coche», apunta el avilesino. Para él, uno de los hechos que más le choco a su llegada a Francia fue el hecho de tener que comer al mediodía, y de amoldarse a unos horarios muy diferentes de los que se siguen en España, tanto en las comidas como en los comercios. «Es casi imposible encontrar alguna tienda abierta a partir de las 8 de la tarde, y si quieres cenar en un restaurante las 10 ya es límite», afirma. Otro de los aspectos que llamó mucho la atención del asturiano en Francia es la cantidad de períodos de vacaciones que disfrutan los trabajadores del país galo.
La calidad de vida francesa no tiene impacto solo en la variada oferta de ocio y las buenas condiciones laborales de las que disfruta, sino en los precios de los productos. El coste de compra en los supermercados y tiendas del país galo son más caros que en España, a tenor de las experiencias del avilesino. Pedro González señala que el precio que más le chocó fue el del gel de ducha. «Hay cosas que chocan a todos los españoles, como el precio del gel de ducha. Yo cada vez viajo a España me lo llevo en la maleta», comenta. La localización de Montpellier, situado en la costa azul francesa, confiere a los habitantes de esta localidad una forma de ser muy cercana a la española en cuanto al trato y a la apertura, aunque con matices propios de la cultura francesa. «La gente de aquí, al ser una ciudad mediterránea, son bastante abiertos y serviciales, no les importa echarte una mano en lo que sea, pero también es verdad que hacer amistades francesas es más difícil que en Asturias», considera. El avilesino afirma que los franceses muestran mucho respeto y consideración por España, aunque «muchos no localizan Asturias en el mapa». Además, desmiente el mito de que los franceses odien España.
Asturias en el mapa
El hecho de que muchos franceses no sepan localizar el Principado en un mapa no quiere decir que la región sea totalmente desconocida. El avilesino señala que todos los que han ido de Francia a Asturias afirman que les encantó, y que siempre que han oído hablar de Asturias, han sido cosas buenas. La afluencia asturiana en Montpellier es escasa ya que, por proximidad, casi todos los españoles que viven en esta ciudad francesa son de Cataluña. La distancia con su región natal es notable, y el avilesino echa de menos muchos aspectos de Asturias. Entre ellos, el tiempo. Pedro González agradece que llueva menos en Montpellier que en el Principado, aunque confiesa que no está acostumbrado a veranos tan calurosos. Además, cuando la estancia del asturiano en la ciudad francesa coincide con una fecha señalada en el Principado, el avilesino afirma que siente mucha morriña de su tierra. «Parece que hasta que no vives en Asturias, no valoras de verdad lo bien que se está ahí», apunta.
La vuelta a su tierra natal es un plan que contempla el avilesino, que quiere seguir ligado al mundo de la investigación. Un ámbito profesional en España en el que, como afirma el asturiano, «los investigadores siempre que vuelven a España parece que tienen que sacrificar cierta parte de su vida profesional como tarjeta de cambio». Una renuncia que el asturiano no contempla en su hipotético regreso al Principado. La vuelta a su tierra natal planea sobre el horizonte profesional de este genetista.