Esta cooperante ovetense comenzó su labor humanitaria en 2005, cuando descubrió la realidad de los refugiados
26 mar 2019 . Actualizado a las 13:18 h.Maria Luisa Ordóñez, conocida por todo el mundo como Maisa afirma tener su familia en el Sáhara. Una familia a la que cuida y mantiene sana siempre que va a visitar los campamentos en los que esta ovetense coopera como enfermera, realizando labores de diversa índole: desde seguimiento de pacientes hasta compra de medicamentos, pasando por el censo de pacientes. Su origen como cooperante tiene un año marcado a fuego en su memoria: 2005. «Entonces tuve contacto con los campamentos de refugiados del Sáhara a través de la asociación asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui, y ahí comenzó: empecé a conocer el pueblo, valorar necesidades básicas y a colaborar en ayuda humanitaria», relata la asturiana.
El afán de descubrir «el único pueblo del mundo que vive en medio de un desierto» movió a esta intrépida ovetense a hacer las maletas y poner rumbo a las arenas del Sáhara, donde se topó con una realidad que desconocía, y que le hizo dedicarse a una labor solidaria que mantiene hoy día. Un espíritu humanitario que nació al alumbre de un pueblo desterrado 43 años de su hogar, y que no tiene acceso a recursos naturales. «Más de 200.000 personas entre niños, adultos y ancianos están viviendo una dura situación, y lo que quieren es que se solucione el conflicto y se les permita volver a su tierra y vivir en paz», señala. Una población que vive en pobreza extrema, y cuya supervivencia depende totalmente de la ayuda humanitaria internacional.
La decisión de unirse en 2014 a Médicos del Mundo le permitió integrarse dentro de una red de voluntarios con la que participa en proyectos nacionales e internacionales de índole sanitaria. Su objetivo: que se cumpla el derecho fundamental a la salud y a una vida digna. Su labor como cooperante le ha llevado no solo a los campamentos del Sáhara Occidental, sino también a ayudar en temas de prostitución, inmigración, y violencia de género en Asturias, donde actualmente es inspectora en la Consejería de Sanidad. Una capacidad multidisciplinar con la que esta ovetense ha puesto su granito de arena en mejorar el día a día de un pueblo saharaui duramente golpeado por la pobreza y el aislamiento.
La asturiana participa actualmente en el programa de cuidado de enfermedades crónicas del pueblo sarahaui, donde ayuda estableciendo un sistema de referencia de pacientes en crisis para los hospitales regionales y para el hospital nacional. Además, establece un censo de pacientes por patologías, realiza compra de medicinas específicas para el programa y efectúa un seguimiento de los pacientes diabéticos e hipertensos. La ovetense no ceja en su labor solidaria. «Iré hasta Tinduf en viaje programado desde el 15 al 26 de febrero de 2019. Mi destino: el desierto», apunta Maisa Ordoñez.
Alimentar a los saharauis, ayudar a traer nueva vida al desierto...Son muchas las experiencias que han marcado a esta cooperante, pero una de ellas sigue grabada a fuego en su corazón y memoria. «La que más me ha marcado es pasarme un día entero lejos del campamento base, sin medios para bajar una hiperglucemia a un joven de 17 años», afirma. La ovetense consiguió estabilizarlo haciendo que bebiera agua y dándole hidratos que llevaba en la mochila mientras le controlaba y ponía insulina a poca dosis, debido a la falta de recursos o alternativas. A pesar del esfuerzo titánico para salvar la vida del joven, este murió en el siguiente viaje. La cooperante, en otro episodio, tuvo que hace frente a otra situación complicada: ayudar a una cultura que considera que los males que les afectaban eran traídos por los dioses. «Traté de colaborar con un pueblo que creía que Alá les envió la diabetes, y no aceptaban que les pusiera insulina. Es una realidad muy triste», señala resignada la cooperante, que tiene la vista puesta en su próximo viaje al desierto argelino, donde continuará luchando porque todo el mundo pueda disfrutar de una salud y vida dignas.