Helena Alonso es profesora de español en una universidad de Nueva York y aplica técnicas de artes expresivas a la enseñanza
05 abr 2018 . Actualizado a las 19:28 h.La noche antes de finalizar la convocatoria de la Universidad de Oviedo para trabajar en una universidad estadounidense enseñando español como lengua extranjera, Helena Alonso había descubierto que esa posibilidad existía. Si uno de los libros más antiguos del mundo señala que «los últimos serán los primeros», el caso de esta ovetense de 24 años es la confirmación. Ahora vive en New Paltz (Nueva York) y da clases en la Universidad de SUNY New Paltz aplicando a su método de enseñanza técnicas de artes expresivas.
Cuando recibió la noticia de que había sido seleccionada Helena tuvo claro que, «por muy lejano o difícil de alcanzar, vale la pena luchar por lo que queremos». Pero, pasada la euforia de cruzar el Atlántico para empezar una nueva vida laboral, tuvo que enfrentarse al miedo. «Los primeros días no podía dormir porque era muy inexperta. Yo misma tenía la edad de mis propios alumnos». Y ese miedo se transformó en vínculo de conexión ya que, «al estar tan cerca de sus mundos experienciales, conectamos muy bien tanto en el plano emocional como a la hora de crear actividades que les despertasen interés por la lengua».
El español es el idioma más solicitado en los departamentos de lenguas extranjeras de las universidades de Estados Unidos. Los estudiantes norteamericanos, según Helena, aprenden desde muy pequeños a ser «muy creativos y no tienen ningún tipo de reparo a la hora de expresarse en público», lo que facilita la incorporación de modelos de aprendizaje diferentes a los que suelen ser la norma en España. Gracias a esa flexibilidad en las formas, el vínculo entre Helena y sus alumnos se ha estrechado, motivando a alguno de ellos a continuar sus estudios de la lengua castellana. «Una antigua alumna me mandó un mensaje diciéndome que gracias a mí se había decidido a seguir estudiando español para enseñar inglés a los hijos de inmigrantes de habla hispana recién llegados al país, de modo que pudieran incorporarse cuanto antes al ritmo escolar del colegio o el instituto». Por hechos así siente que, tras los primeros apuros, la aventura merece la pena.
Para Helena, ser una más en Estados Unidos ha sido muy sencillo, en parte gracias al descubrimiento de que, en comparación con los norteamericanos, «los españoles somos muy directos y afrontamos sin problema las situaciones conflictivas». Además de su labor como docente, aprovecha la universidad para acudir como oyente a una clase de maquillaje en el escenario dirigida a alumnos de Arte Dramático y completa su formación acudiendo a cursos que le permiten desentrañar las distintas posibilidades del ámbito de la enseñanza.
Su nueva familia está formada por otras profesoras y alumnas con las que comparte piso; personas que configuran ahora un apoyo esencial. «La semana pasada estuve enferma y caminaron en la nieve a nueve grados bajo cero por la noche para comprarme medicamentos. ¡Son como mi familia aquí! No sé que haría sin ellas». Y aunque su hogar de verdad, Oviedo, le impulsa a volver, considera que «los Estados Unidos pueden ofrecer muchas posibilidades laborales y el nivel de vida es más alto. Además, los norteamericanos han roto con muchos preconceptos y estereotipos que tenía sobre ellos».
New Paltz, un lugar muy especial
La ciudad en la que reside esta ovetense está muy cerca de Woodstock, la pequeña ciudad que fue símbolo del Movimiento Hippie en los Estados Unidos de los años sesenta. Ello hace que en New Paltz las personas sean «muy liberales», lo que favorece el florecimiento de una energía diferente. Cuenta Helena que «un día le dije a una chica desconocida que me gustaba su collar. Se lo quitó y me dijo ¿te gusta? Ten, para ti, pásaselo a otra persona cuando sientas que es el momento. Es una cadena». Si bien, el país tiene aspectos negativos como que «los estadounidenses, tal vez especialmente los neoyorkinos, tienen muy interiorizada la idea de que el trabajo define quiénes son. Viven para trabajar», comenta. A ello hay que añadirle que, como no existe el sistema de pensiones, «hay mucha gente mayor trabajando». Tampoco se concibe la educación superior pública, aspecto que lleva a Helena a apreciar más el sistema español ahora que lo ve desde la perspectiva norteamericana. «Aunque la universidad en la que trabajo es estatal, los alumnos pagan por ella cifras astronómicas», asegura.
Las largas distancias a las que se ha de enfrentar un habitante de Estados Unidos dan como resultado que aspectos como ver el mar sean tareas muy complicadas. Eso es lo que Helena echa de menos de Asturias, «poder escaparme a la costa, a su mar». Puede que esa haya sido la razón por la que preparó una clase sobre el Principado que resultó ser muy sugerente para sus alumnos. «La idea general que ellos tienen sobre España suele coincidir con estereotipos más asociados al sur del país -que tampoco tienen por qué ajustarse a la realidad-, pero desconocen lo diversa que es y no son conscientes de las diferentes microculturas que hay en ella. Se quedaron muy sorprendidos al descubrir los trajes y los bailes regionales asturianos, los gaiteros o la forma de escanciar la sidra -por cierto, en una tienda local de New Paltz venden sidra asturiana-. También vieron un vídeo sobre unos asturianos tocando el himno en Times Square y les enseñé algunas palabras en asturiano. ¡Estaban fascinados y no paraban de hacer preguntas!».