Recibí hace apenas un par de días el encargo de escribir sobre mi hermana Belén, candidata de Podemos a la alcaldía de Oviedo, y -tras la inquietud inicial- puedo decir que lo he disfrutado muchísimo. Fue ponerme a la faena y llenarse la memoria de imágenes de una infancia y juventud compartidas y de una edad adulta que transcurre por caminos siempre conectados.
Belén, yo y Ramón -el hermano pequeño- tuvimos una niñez sin sobresaltos, muy bien estructurada, con muchas más certezas que incertidumbres. Nuestros padres se aplicaron a fondo en ello. La certeza del esfuerzo y el trabajo como única opción, la honestidad como valor esencial, la cultura como fuente de conocimiento y disfrute.
Y también certezas ¿ideológicas?, como el bien común o la justicia social (¿a quién puede incomodar este concepto, al que hasta la mismísima ONU dedica un día internacional?). Mi recuerdo es de una convivencia natural y espontánea con este andamiaje de valores; sin estridencias ni sermones, pero con el convencimiento de estar en lo correcto.
Tuve también la suerte de compartir con Belén la efervescencia de los días universitarios -y por supuesto de las noches-. Las vivimos, resueltas a no perdernos nada, en un Oviedo que, lejos de la imagen vetusta que a menudo se transmite, en nuestro recuerdo es libre, fresco, con su punto de bohemia y lleno de posibilidades.
Ya entonces mostraba Belén sus cualidades: generosidad, compromiso, capacidad para hacer realidad las ideas, afán de conocimiento y acción. Era jovencísima cuando se unió al programa de voluntariado de la Cruz Roja. Y cuando se embarcó rumbo a Pekín en el tren transmongoliano; un viaje que resultó premonitorio, ya que desde China llegaría años después mi sobrina Paulina.
Probablemente no era fácil detectar a primera vista estas fortalezas de Belén. Se escondían detrás de una actitud a veces titubeante. Pero se mostraban de forma clara con los hechos. Igual que ahora. La lista de hechos que demuestran el compromiso de Belén con su ciudad, con su entorno y con los vulnerables es larguísima: desayunos y meriendas solidarias, activismo cultural y vecinal, conciertos, defensa férrea de un modelo abierto y desprejuiciado de barrio y de ciudad y un ejercicio permanente de algo tan político como es la «participación en lo común».
A Belén le gusta muchísimo hablar de canciones: «sirven para ayudarnos a subir por la ladera de la montaña», escribió una vez. Estos días se deja ayudar por la canción de Serrat que habla sobre «pasar la vida debutando». Ojalá su debut en la política institucional esté a la altura del esfuerzo invertido y del conocimiento acumulado en todos estos años de trabajo a pie de calle, en este «pequeño lugar del mundo» que ella adora.
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