Vox se condena a la irrelevancia parlamentaria tras el 23J

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

ELECCIONES 23J · Exclusivo suscriptores

Santiago Abascal en su comparecencia tras el 23J.
Santiago Abascal en su comparecencia tras el 23J. MARISCAL | EFE

Pierde 19 diputados, su segundo peor resultado, y carecerá de capacidad para recurrir al TC y presentar mociones de censura

25 jul 2023 . Actualizado a las 18:25 h.

Vox fue el gran perdedor de la noche electoral del 23J. Después de haber obtenido 52 diputados en los comicios de noviembre del 2019, su mejor resultado histórico, cerró el domingo con 33, siendo de las cuatro formaciones más relevantes la que más bajó. Una caída que, por otro lado, no tiene precedentes para la formación de Abascal.

La primera vez que Vox irrumpió en el Congreso de los Diputados fue en abril del 2019. Obtuvo 2.688.092 votos, el 10,26 %, y 24 diputados. Un resultado que mejoraría aún más en noviembre del mismo año: subieron casi cinco puntos, superando los tres millones y medio de papeletas, y tocando el techo de los 52 diputados. La era dorada de Vox se sostuvo en el discurso y actividad antiindependentista, la confrontación directa con el PSOE y de forma más fiera con Unidas Podemos, y la captación del voto descontento del PP. Todo ello además bajo el amparo de las fuerzas ideológicamente semejantes de Europa, que también subían como la espuma.

Sin embargo, toda espuma acaba bajando. Y Vox lo vio como realidad por primera vez el pasado domingo. A pesar de venir de condicionar gobiernos populares en Comunidad Valenciana, Extremadura y Baleares, entre otros, Abascal se encontró con la estrategia del voto útil del líder del PP, Alberto Núñez Feijoo.

El popular siguió esa estrategia porque tenía más oportunidades que Vox para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Y aprovechó que el sufragio descontento con los populares que captó en su momento Vox no fue fidelizado por Abascal y, por tanto, volvió a su nicho inicial.

Por ello, Abascal perdió diputados en hasta 10 comunidades autónomas: Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad de Madrid y los archipiélagos balear y canario. Son destacables las bajadas en Castilla y León —pasaron de obtener 6 diputados en el 2019 a uno— por estar dentro del Gobierno con el PP y la cesión del único diputado de la ciudad autónoma de Ceuta a los populares, ya que era el bastión que reforzaba su discurso antiinmigración.

Menos armas para convencer

Con todo, Vox pasa a ocupar el espacio a la derecha de los de Feijoo, aunque este sector, con el contexto actual, queda relegado a la irrelevancia tanto para formar gobierno como para ejercer una oposición tan dura como la de la anterior legislatura.

En cuestión de gobierno, la formación de Abascal es un obstáculo. Porque los escaños de PP, Vox, UPN, Coalición Canaria y PNV podrían alcanzar los 176 diputados requeridos para una mayoría absoluta. Sin embargo, la postura antiautonómica y antinacionalista de la formación de Santiago Abascal impide que puedan estar en la misma ecuación que el conjunto vasco.

Y en la oposición, tampoco podrá jugar sus cartas de siempre. Vox se caracterizó desde su irrupción por el binomio de los recursos y las mociones de censura. Sin embargo, ya no podrá presentar recursos al Tribunal Constitucional, puesto que se requieren para ello 50 diputados. Tampoco podrá presentar mociones de censura, porque se requieren 35 diputados y, por dos, se quedan a las puertas. Estas condiciones vienen expuestas en el reglamento del Congreso.

Ello implica que Vox pierde sus dos mejores bazas teniendo en cuenta que presentó 40 recursos en la anterior legislatura y dos mociones para intentar desalojar a Pedro Sánchez del Gobierno. Y esto debilita a los de Abascal, porque aunque las mociones no resultaran útiles, sí lo hizo el recurso al estado de alarma. Y dio una imagen de oposición muy práctica a su electorado recurriendo leyes como la de la eutanasia, la del «solo sí es sí» o la que presentaron contra la votación sobre la reforma del delito de sedición o la reforma laboral.

Con ello, Vox se convierte en una representación parlamentaria sin apenas armas con las que confrontar a otras formaciones o negociar con ellas y se sitúa en un espectro delicado de cara a sus electores. En la ejecutiva del partido lo saben, y muestra de ello fueron las caras largas de Jorge Buxadé, Iván Espinosa de los Monteros y Juan García-Gallardo durante el discurso de Abascal tras el escrutinio de los votos.

La que es tercera fuerza política no ha anunciado cambios de ningún tipo tras el batacazo electoral. Porque, además, los movimientos internos son delicados para ellos, sobre todo después del choque con Macarena Olona.