El ciclista ovetense se siente orgulloso por tener «en vida» una estatua y una calle a su nombre en la capital del Principado
01 ago 2024 . Actualizado a las 14:29 h.Samuel Sánchez (Oviedo, 46 años), se siente orgulloso por tener «en vida» una estatua y una calle a su nombre en la capital del Principado. El motivo, nada menos que lograr la medalla de oro de ciclismo en ruta en Pekín 2008, un broche dorado precisamente para un «Dream Team» irrepetible, ya que en aquel equipo olímpico solo había campeones.
Improbable que alguna selección olímpica universal pueda igualar el nivel de aquel equipo español. Carlos Sastre y Alberto Contador ganaron ese año el Tour y el Giro respectivamente, Óscar Freire tenía 3 Mundiales en su palmarés, y Alejandro Valverde ya había iniciado su extensa leyenda. Aquel 8 de agosto de 2008, en el primer día de los Juegos, se alinearon los astros y las estrellas, y Samuel ganó el oro.
—¿Cómo recuerda la experiencia de participar en unos Juegos Olímpicos?
—Como deportista es el evento más grande del mundo, confluyes en una ciudad con deportistas de todas las modalidades, de todos los países, es algo indescriptible. El ciclismo es un deporte relativamente nuevo, no tiene tanta tradición como otros, pero los JJOO de Pekín fueron muy especiales. Se trataba de un país muy lejano, y China se volcó para dar buena imagen al mundo. Todos se quedaron asombrados por la hospitalidad, la buena comida, la limpieza.... La organización fue top.
—Los deportistas que han tenido la experiencia de asistir a unos JJOO destacan la vida en la Villa Olímpica.
—Los días en la Villa Olímpica fue de las mejores experiencias de mi vida. Era inmensa, nos movíamos en bici, por allí veías a los jugadores de la NBA, y en el edificio de España estábamos con los de balonmano, baloncesto y todos los demás deportes. Nos sentábamos a ver pasar deportistas. Me hice una foto con Nowitzki y con Ginobili. También recuerdo que como competíamos el primer día no pudimos ir al desfile. Al final nos quedamos más días Alberto Contador y yo para hacer la crono y en la Villa vivimos un gran ambiente.
—Ganó la medalla de oro dentro de un equipo de lujo, donde solo había campeones, con Alejandro Valverde, Óscar Freire, Alberto Contador y Carlos Sastre.
—Aquello fue el «Dream Team». Ninguna selección será capaz de presentar un equipo así en muchos años. Había vencedores de vueltas, Sastre había ganado aquel año el Tour y Contador el Giro, de clásicas de un día, campeones del Mundo como Freire.
—¿Cómo fue el planteamiento de la carrera con Paco Antequera como seleccionador?
—Antequera tenía una cosa muy buena, dominaba muy bien los egos, y generó un equipo muy unido alrededor de campeones. El buen ambiente fue la clave y los resultados acompañaron. Para la competición dijo que había que controlar la carrera hasta el circuito de la Muralla. Allí debían aparecer Sastre y Contador, luego Freire tenía que endurecer la carrera. La primera bala era Valverde, quien tenía que marcar a Bettini, y yo la segunda, vigilando a Rebellin. La táctica salió perfecta.
—¿Cuál fue en carera la clave para colgarse la medalla de oro?
—A falta de 2 vueltas, a unos 30 km de meta, en una subida se adelantaron Schleck y Rebellin y yo me metí en ese corte. Luego se unieron Cancellara, Rogers y Kolobnev. Los 6 logramos llegar para disputar las medallas. El esprint era muy duro, con una rampa del 6 por ciento. Lanzó la llegada Kolobnev y yo me coloqué a la derecha para controlar a los que iban por la izquierda. Fue un esprint agónico, pero pude alcanzar el sueño del oro.
—¿Cuáles fueron las primeras sensaciones como campeón olímpico?
—Tuve sensaciones encontradas. Fue una medalla de oro el primer día de los Juegos. España acababa de ganar el Tour y el Giro y de repente los españoles se levantaron con la medalla de oro de ciclismo en ruta. Recuerdo que no había público, no acudió la gente a ver la carrera. Luego me encontré que en la sala de prensa había 150 personas, y no pude hablar con mi mujer hasta el día siguiente, y en un programa de radio. Abrí todos los telediarios, tuvo una repercusión enorme.
—¿Qué cambios experimentó como campeón olímpico?
—Sobre todo reconocimiento social. Una medalla olímpica es una cuestión social, un país entero te lo reconoce y se nota. El ciclismo tiene mucho seguimiento, pero también es cierto que el ciclista después de los Juegos sigue con su calendario, con sus planes, y no disfrutas mucho tiempo porque piensas en las siguientes carreras. Por ejemplo, al día siguiente de la carrera todos se fueron y Contador y yo nos quedamos para preparar la crono. Fuimos cuarto y sexto.
—Sin duda fue el triunfo de su vida.
—Sí, por supuesto. Los Juegos se disputan cada 4 años y la carrera en sí es especial. Los equipos no son de 8, sino de 3,4 ó 5, son pruebas estratégicas y la victoria es la más reconocida a nivel internacional. Gané etapas en la Vuelta, en el Tour, donde también me llevé luego el premio de la montaña, pero ganar el oro en los Juegos no lo iguala nada.
—¿Qué siente al pensar que aquel éxito le supuso tener en Oviedo una calle a su nombre y una escultura?
—Fue algo que llama la atención, es el mayor reconocimiento que puedes tener en vida, ya que esos logros se suelen dedicar a personas que faltan. Estoy muy orgulloso del reconocimiento hacia mi persona. Fernando Alonso también tiene una calle en Oviedo.
—¿Y el tatuaje con los aros olímpicos?
—Me lo hice por una apuesta con Joan Llaneras. Nos estábamos cambiando y vi que él tenía uno en la espalda. Me dijo que si ganaba me tenía que hacer yo uno igual. Yo no pensaba que lo pudiera lograr. Las carreras de un día son complicadas, no lo ves imposible, pero no es probable, se tienen que dar todos los factores a favor. Y se dieron.