La Eurocopa recupera su esencia cercana y festiva

Ignacio Tylko

DEPORTES

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

Cuenta atrás para que Alemania reviva su cuento de hadas con el espíritu y el legado del Mundial 2006

13 jun 2024 . Actualizado a las 10:49 h.

La Eurocopa asoma con el partido inaugural entre los anfitriones y Escocia (este viernes, 21.00 horas, La 1) en el imponente Allianz Arena de Múnich. Alemania ultima los detalles para la gran fiesta continental, con presencia de 2,7 millones de aficionados que llenarán los diez magníficos y coloridos estadios (nueve del Mundial de 2006, a los que se suma Düsseldorf), que acogerán 51 partidos del torneo hasta el 14 de julio.

La organización, al mando de Phillipp Lahm, antiguo capitán de los campeones del mundo en el 2014, calcula recibir a 12 millones de personas. Nada que ver este jolgorio con la tristeza de la Eurocopa precedente. Fue diseñada en 12 ciudades repartidas a lo largo y ancho del continente para conmemorar el 60.º aniversario de la creación del evento, pero fue una de las citas damnificadas por la pandemia y tuvo que aplazarse un año, al verano del 2021. Las consecuencias de la pandemia se hicieron visibles.

Alemania se inspira y apoya en la herencia del 2006, con ese Mundial organizado de maravilla de la mano del recordado Franz Beckenbauer. Para aquel campeonato se transformaron muchos estadios, entre ellos el legendario Olímpico de Berlín, construido para los Juegos de 1936 y cuyas obras duraron cuatro años para poder albergar una final en la que Italia derrotó en los penaltis la Francia de Zidane, expulsado por ese cabezazo a Materazzi. Se da la curiosa circunstancia de que la mitad de los coliseos de la Eurocopa pertenecen a equipos que militan en segunda división, lo que no impide que se llenen cada fin de semana.

Los germanos sueñan con revivir el «Sommermaerchen» o cuento de hadas estival del que disfrutaron hace 18 años. Aquella Copa del Mundo jugó un papel primordial en la idea colectiva de una sola nación. Olvidaron al fin las sombras de un pasado con la población separada por el Muro de Berlín, terrible ejemplo de la división que azotó al mundo en la segunda mitad del siglo pasado. Esa imagen de la Alemania reunificada y moderna se trasladó a los terrenos de juego, donde la «Mannschaft» alcanzó las semifinales.

Fue el germen del equipo que acabaría levantando la Copa del Mundo en Brasil. Según los estudiosos, ese torneo no solo cambió la manera en a que el mundo veía a los alemanes, no considerados precisamente líderes en hospitalidad, y sobre todo, la manera en a que los propios germanos se veían a sí mismos. «Antes del torneo, el ambiente entre los alemanes era muy muy malo. La economía no iba bien, el clima era malo y el fútbol era atroz. Comenzó el Mundial, Philipp Lahm marcó en el primer partido contra Costa Rica y apareció el sol. Fue algo casi bíblico», expone el sociólogo y filósofo Günter Gebauer en una entrevista a la agencia France Presse.

Habitante de un suburbio berlinés, Gebauer recuerda haber visto a un vecino mostrar una bandera en el balcón de su vivienda, asunto tabú en un país que huía de dar muestras de nacionalismo tras el bochorno de la Segunda Guerra Mundial. «Desde entonces, vemos banderas y se canta el himno de Alemania en todos sus partidos, algo que no existía antes», describe Gebauer. Los extranjeros que viajaron al Mundial sintieron a un pueblo alejado de los estereotipos, muy familiar, sin esa rectitud y seriedad características.

Miedos e inquietudes

Superados los complejos, hay dos asuntos inquietantes. Por encima de todo, el temor a los atentados, a los ultras y a los ciberataques. «Desde el inicio, la seguridad es la mayor de nuestras prioridades», insiste Lahm. Y es que en pocas ocasiones el contexto geopolítico se presentó tan tenso, con los conflictos en Ucrania y Oriente Medio como telón de fondo.

La Eurocopa, igual que los Juegos Olímpicos que acogerá París semanas después, se hallan en el punto de mira de extremistas y terroristas, ya que ofrecen una tribuna extraordinaria para todo tipo de reivindicaciones. Alemania estrenará un dispositivo de seguridad inédito. Todas los países participantes enviarán expertos, más de 330 en total, que se reunirán en un centro de cooperación internacional (IPCC) de policía ubicado en Neuss, al noroeste del país.

Como argumenta Oliver Strudhoff, director de ese IPCC, «cada país conoce mejor que cualquier otro a sus alborotadores». Junto con las autoridades alemanas, la Europol y la UEFA, vigilarán y coordinarán el conjunto de medidas de seguridad desde una sala enorme de 500 metros cuadrados equipada con 129 ordenadores y una pantalla gigante. Entre 800 y 1.300 agentes del orden se desplegarán en torno a los diez estadios.

No miedo, pero sí cierta preocupación generan los trenes. Si en otro tiempo la red ferroviaria alemana era un símbolo de eficacia y puntualidad, ahora mismo presenta una infraestructura envejecida, con retrasos descomunales y una serie de huelgas que provocan trenes anulados, correspondencias no respetadas y vagones-restaurantes o cuartos de baño cerrados. Según datos del operador público Deutsche Bank, el año pasado el 36 % de los trenes de larga distancia sufrieron demoras. Y en esto del fútbol, como en la vida, se trata de llegar a tiempo.