Alcaraz reescribe la historia del tenis: ya es campeón de Roland Garros, Wimbledon y el US Open con solo 21 años

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Gonzalo Fuentes | REUTERS

El español consigue un hito de precocidad al derrotar a Zverev para acaparar ya «grand slams» en tres superficies distintas, después de remontar una tensa final de más de cuarto horas de duración

10 jun 2024 . Actualizado a las 00:02 h.

Una nueva proeza lleva la firma de Carlos Alcaraz Garfia. El crío que ganó el US Open sobre superficie dura con 19 años y festejó Wimbledon sobre hierba con 20, también asombra ahora sobre la tierra de Roland Garros con 21. Una hazaña descomunal. Porque nadie había celebrado grand slams en tres superficies diferentes siendo tan joven. Un nuevo hito para el tenista español, del que solo cabe preguntarse hasta dónde puede llegar con su valentía con una raqueta en la mano, después de derrotar por 6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2 a Alexander Zverev en la pista Philippe Chatrier de París.

Alcaraz entra al partido con la confianza que le concede su actuación del viernes en semifinales. El triunfo sobre el nuevo número 1 del mundo y vigente ganador en Australia, Jannik Sinner, todavía le impulsa. Encuentra un break en el primer juego ya y, aunque se suceden un par de roturas de servicio más, se impone por 6-3 ante un rival que consigue solo tres golpes ganadores en nueve juegos.

El partido cambia a continuación. Surge el Zverev de este 2024, un jugador que, a sus 27 años y como actual campeón olímpico, todavía no ha logrado un grande, pero que cada vez hace más sólida su candidatura. El larguirucho pegador convertido en especialista en tierra batida, el reciente campeón de Roma, el verdugo de Rafa Nadal 13 días atrás en la primera ronda de Roland Garros. Así que a Alcaraz le cuesta encontrar fisuras en la propuesta del alemán, que empata la final con un incontestable 6-2.

Y entonces el partido, cuando ambos empiezan a sentir que llega la hora de la verdad, enloquece ajeno a la razón. Porque Alcaraz se rehace para dibujar un ilusionante 5-2 y a continuación entra en una espiral de insatisfacción. Juega algo precipitado, pega golpes con la caña, de repente lanza tres globos blandos seguidos con su revés y protesta por la superficie de la central. Su gesto inquieta a su propio banquillo. El español llega a quejarse al juez de línea de que la pista tiene poca tierra, reproches al estado de la cancha que ya había compartido Novak Djokovic el día que se lesionó.

Así que el español se desdibuja engullido por esa cascada de despropósitos. Pierde cinco juegos seguidos en los que camina como alma en pena. Ante un Zverev que, encima, es el tenista que más veces le ha derrotado en toda su carrera —en cinco de los nueve precedentes entre ambos—. Ese Alcaraz incómodo del 7-5 en contra, también como por arte de magia, cambia radicalmente al inicio del cuarto set, justo cuando se riega la pista y se homogeneiza el bote. Con su reseteo, la derecha y el juego ordenado de fondo le devuelven al partido. Un plan sencillo y práctico, sin golpes de efecto, más al hilo de lo que suele requerir la tierra batida.

Alcaraz gana juego tras juego hasta verse con 4-0 a su favor y pide asistencia médica con 4-1. Unos minutos después de recibir masajes en su pierna izquierda, regresa a la pista aparentemente restablecido. Sin miedo a nada, porque nadie más que él tiene semejante récord en partidos que se estiran hasta los cinco sets: 10 victorias en once precedentes, solo derrotado por Berrettini en un partido de larga duración en Australia.

Así que cierra el cuarto acto con 6-1 a su favor y pide asistencia, ahora por molestias en la pierna derecha.

Entre los antiinflamatorios y el jugo de pepinillos que consume, Alcaraz llega entero al quinto set, dispuesto a ganar una final que por momentos resulta un juego de errores, alejados los dos aspirantes de las tradicionales precauciones de la tierra. Consigue un break rápido y regala algunos de sus característicos puntos de fantasía mientras pide más ruido al público. Porque bajo presión, como los grandes nombres de la historia del deporte, su figura se agranda.

Entonces, toca desbrozar un torrente de datos. ¿Quién resistirá mejor? Alcaraz llega más fresco en las piernas, con tres horas en pista menos que su rival en el camino hacia la final. Y, cuando manda por 3-2, el reloj ya rebasa los 240 minutos. En ese tipo de partidos también el español es más fiable, con un 89% de victorias frente al 64% de su rival en batallas de más de cuatro horas.

Pero el tenis de Alcaraz no se encierra en el corsé de los números, sino en los golpes de ciencia ficción con los que colorea el quinto set hasta cerrar otra gran obra. Con 21 años, ya campeón en Roland Garros, Wimbledon y el US Open, reescribe a su manera la historia del tenis.