El club italiano se aproxima a conseguir una liga 33 años después, la primera sin el Diego
02 abr 2023 . Actualizado a las 09:16 h.Finales de noviembre del 2020. El mundo del fútbol llora la pérdida de Diego Armando Maradona. Un jugador capaz de triunfar, pero también de destrozar su vida por sus polémicas acciones fuera de los terrenos de juego. Sin embargo, hasta esta temporada Argentina y el Nápoles no han sido capaces de cerrar el círculo y pasar página. Capaces de despedir a un mito que agrandó su leyenda. Porque Maradona consiguió que la Albiceleste triunfase en el mundo entero y que el equipo italiano se proclamase campeón de la Serie A. Y es que en los últimos títulos de ambos, El Pelusa se encontraba en la plantilla.
Un mito
El legado de Maradona en el sur de Italia
Pasan los años, pero el recuerdo y el cariño por el Diego no cesa en Nápoles. Sigue siendo el símbolo perenne de los dos únicos Scudetti que acariciaron los Gli Azzurri (1987 y 1990). La historia de Maradona y el equipo se entrelazó hace casi 40 años. Pero empezó a fraguarse mucho antes. En 1978, Gianni Di Marzio, el entrenador por aquel entonces, visitó Sudamérica buscando nuevos talentos durante el Mundial de Argentina. Y allí aprendió un nombre que no olvidará jamás: Diego Maradona. Aunque no pudo ficharle en ese momento, sí lo logró en 1984. A partir de ese momento, el Nápoles comenzó una etapa gloriosa.
«Quiero ser el ídolo de los niños pobres de la ciudad porque ellos son como yo de chiquito en Villa Fiorito», dijo a su llegada Maradona, que se sintió siempre muy identificado con la vida en Nápoles. No tardó en revolucionar a la afición. Porque con su calidad, no solo llevó al equipo a conquistar dos ligas, sino también una Coppa, una Supercopa y una Copa de la UEFA.
El camino hacia el primer Scudetto del club arrancó tras una victoria en el estadio de Turín ante el Juventus. El Napoli demostró su autoridad, amarró el primer puesto y no lo soltó. El 10 de mayo de 1987 el delirio tomó la ciudad.
Lejos de conformarse, el Nápoles dio un paso al frente. Y lo hizo con su fórmula MaGiCa (Maradona, Giordano y Careca). El brasileño y el argentino formaron una dupla letal que, con sus goles, llevó al equipo a conseguir su segunda liga en detrimento de rivales como el Milan de Sacchi. El Pelusa engrandeció su leyenda. Pero también se encargó de bajar a los infiernos. En 1991 dio positivo por cocaína y fue suspendido 15 meses. Ese fue su fin en Nápoles.
A pesar de su caída, el equipo retiró el número 10 en el 2006, en los rincones del Quartieri Spagnoli todavía lucen santuarios y murales del argentino, y San Paolo pasó a llamarse el Estadio Diego Armando Maradona tras su muerte. Ahora, décadas después de su éxito, el Nápoles sueña con una nueva liga.
Un curso de ensueño
Vivo en Liga de Campeones y líder en la liga
Esta temporada promete para el conjunto de Luciano Spalletti. Tras firmar uno de sus mejores inicios de campaña, se proclamaron campeones de invierno, tienen de cara la eliminatoria de octavos de final de la Champions League contra el Eintracht de Fráncfort y buscan el tercer título liguero de su historia. Y el primero sin Maradona.
A quince puntos de ventaja respecto al segundo, el Inter, este Nápoles está siendo un rodillo. De 75 puntos posibles, acumulan 65. Tan solo han perdido dos partidos y empatados otros tantos. En parte, gracias al olfato goleador de Kvaratskhelia y Osimhen. Una dupla que ilusiona en Nápoles.
Precisamente comparan al georgiano con Maradona. Los seguidores le apodan Kvaradona y, con 22 años, está siendo vital pegado a banda izquierda, desde donde aporta tanto goles como asistencias. Le gusta encarar hacia dentro y asociarse para ganar metros con desmarques en profundidad. Un constante generador de peligro que se crece cuando juega con Osimhen, que de pequeño buscaba las botas de fútbol en la basura. Aunque el delantero no es tan técnico, sí posee mucho poderío físico, fija a los centrales y funciona muy bien en el juego aéreo. Con el nigeriano, máximo goleador de la liga con 19 tantos, el Nápoles está amortizando los más de 70 millones que pagó por él (es el fichaje más caro en la historia del club).
Más llamativo es el caso de Stanislav Lobotka. El exjugador del Celta, que no contaba para Gattuso, ha encontrado en Spalletti un entrenador de confianza con el que está superando las expectativas puestas en él.
Con toda la artillería y con un fondo de armario al que el técnico partenopeo está sacando muchísimo provecho, el Nápoles está listo para volver a vestirse de grande italiano y hacer historia de nuevo.
En la cima del mundo
La Albiceleste por fin honró a Maradona
El Estadio Azteca presenció la coronación de El Pelusa como uno de los mejores de todos los tiempos. El futbolista del Nápoles llevó a la Argentina de Bilardo a proclamarse campeona del mundo en 1986. Maradona empezó a escribir su leyenda en México y desplegó su calidad ante Inglaterra. Dos goles ante los Three Lions le dieron a la Albiceleste el pase a las semifinales. Imposibles de olvidar.
Esa fue la última vez que Argentina llegó a la cima del mundo. Hasta el 2022. Habían pasado 36 años de la última vez que la Albiceleste dominó el Mundial, liderada por un futbolista como Maradona. Lo hizo con el 10 a la espalda. Como Leo Messi, que fue igual de determinante para que la selección argentina bordarse la tercera estrella dorada encima de su escudo. El jugador del PSG levantó al cielo de Lusail la copa del mundo para, después, subirse a hombros del Kun Agüero. Emulando la icónica imagen del Diego en 1986.
El recuerdo del exjugador no solo estuvo presente en todo momento entre los jugadores —tras cada victoria, enloquecían en el vestuario entonando una canción que servía de homenaje al Diego, «Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar»—, sino también en la multitudinaria celebración que paralizó Buenos Aires para recibir a los campeones.
La ciudad se inundó de camisetas y banderas albicelestes para el festejo del tricampeonato del mundo. Pero también lo hizo el barrio de Villa Devoto, donde vivió Maradona. Cientos de aficionados se congregaron en su casa a lo largo de todo el campeonato. Su Meca particular para seguir a la selección de Scaloni. Mientras que Nápoles, cómo no, se convirtió en un pequeño Buenos Aires. El legado del Diego no cesa. Pero Argentina y el equipo italiano ya pueden pasar página y honrar a su Dios.