La tetracampeona mundial se la juega contra Costa Rica fiando su suerte al joven atacante, que trabaja con un neuroentrenador para incrementar su rendimiento
01 dic 2022 . Actualizado a las 09:16 h.Potencia bajo control, técnica quirúrgica, agilidad efectiva, brío vertiginoso. Son 184 centímetros de estatura y menos de setenta kilos de peso, por eso le llaman Bambi, pero el modelo es Muisala (Stuttgart, 2003), motor de la Mannschaft, evolución de los legendarios propulsores Beckenbauer, Rummenigge y Matthäus. Tecnología alemana al alcance de pocos. Además, incorpora los últimos avances en terapia visual y neuroentrenamiento, que le otorgan un notable incremento de rendimiento. Con él, la tetracampeona del Mundo (segunda en el palmarés histórico, con un solo título menos que Brasil) se jugará ante Costa Rica seguir viva en la competición. Necesita ganar y que Japón no lo haga contra España.
Pero, sobre todo, necesita a Jamal Muisala, el primero de los tres hijos de la socióloga alemana de origen polaco Carolin y el exfutbolista nigeriano-británico Daniel Richard, que ya era un padre fanático del fútbol de su hijo. A los 7 años, Jamal emigró a Inglaterra junto a su familia. A su retorno, batió todos los récords de precocidad con el Bayern y la selección germana (aunque hasta edad sub-21 era internacional inglés y había brillado en el Chelsea). Ahora pensará: «Hemos venido a esto, por eso elegí la Mannschaft». Todo está en la cabeza.
En este punto coincide con su neuroentrenador personal, Steffen Tepel, exprofesional de combinada nórdica. La precisión en la coordinación entre las decisiones y el movimiento corporal es su área. También la de los especialistas gallegos David Alcántara y María Pintos, de la clínica de Optometría ÖptoCoruña. Utilizan el método SVTA de integración visual motora aplicada al deporte y al aprendizaje. Pronto se dieron cuenta de las carencias en este campo y de que la optometría deportiva y la terapia ocular mejorarían el rendimiento en relación con las habilidades visuales, los movimientos sacádicos (los rápidos del ojo) y las fijaciones, de modo que cuando ven a Muisala aprecian los avances. «Aparte de trabajar la discriminación visual, un futbolista lo primero que debe hacer es ser consciente de lo que sucede a su alrededor. Eso lo logramos trabajando los movimientos de seguimiento (de salto efectivos) y mejorando los tiempos de reacción», explica Alcántara. «La clave está en ser consciente, con esa retina periférica, de distinguir un color (propio o rival), de decidir rápido (un regate, un pase o una ayuda defensiva) y que esa ejecución sea anterior y mejor que la de tu adversario. Solo lo conseguirás si percibes todo cuanto antes en la zona periférica de visión», concluye.
Galicia es pionera en la mejora de la visión periférica
Jamal Muisala se ha puesto en manos de la ciencia. Era cuestión de tiempo. David Alcántara y María Pintos implantaron hace años la optometría deportiva y la terapia ocular, siguiendo los pasos de los pioneros vigueses en una disciplina que nació en Estados Unidos en los años setenta y que tiene a Andrea Cagno como uno de los referentes en el deporte de élite (es toda una eminencia, que aplica esta disciplina en el Juventus y la Federación Italiana de Tenis).
Tienen claro el camino hacia la mejora de rendimiento: «La retina periférica es la zona con peor agudeza visual y porcentaje de agudeza visual. Solemos dirigir la mirada para captar el objeto con la zona central de la retina (la fóvea) y ver más nítido. Lo contrario es perder efectividad. Pero en el caso de un futbolista como Muisala, la ganamos trabajando esa zona para una percepción inmediata en cuanto algo entra en el campo visual». Muisala entrena este ámbito con el balón, calcula la trayectoria y decide el control, mientras se sigue moviendo sin perder el contacto visual con el terreno de juego ni los rivales. «En el tiempo de reacción que ganamos es donde superamos al adversario. No solo entrenas el campo visual, sino que se hacen con balón y el futbolista tiene que hacer dominio de su técnica y ejecutarla sin mirar, o mirando por medio de su campo periférico inferior», explica.
Todo está en la mente. Jamal recuerda su niñez: «Cuando llegué a Inglaterra, solo podía comunicarme a nivel emocional. Traducía el inglés por gestos. Y aun así, destaqué en ajedrez, hapkido, gané un concurso de poesía y conseguí una beca en el colegio asociado al Chelsea».