Con décadas de experiencia con deportistas de alto nivel, reconoce que no todos están preparados para tolerar la presión
02 jul 2022 . Actualizado a las 18:17 h.Durante 28 años, Pep Marí (Girona, 1964) fue jefe del Departamento de Psicología del Deporte del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat. Retirado de la vida profesional, dedica su tiempo a proyectar todos sus conocimientos a través de conferencias como la que ofreció ayer en el Congreso Internacional de Futsal organizado por la Federación Gallega de Fútbol.
—Comenzó su carrera cuando la psicología en el deporte era una gran desconocida. ¿Eran entonces los deportistas más reacios a cuidar su salud mental?
—Sí. Mira si era así que, si uno de los psicólogos que estábamos metiéndonos en el ámbito del deporte y por el motivo que fuera lo hacía mal y no conseguía el objetivo, el comentario que hacían las personas que estaban con nosotros no era: «Ves, este psicólogo no está muy especializado, tenemos que buscar a otro que domine más este tema», sino que decían «ves, ya te lo decía yo, la psicología no sirve para nada». Cuestionaban nuestro rol. Ahora, entra un profesional en un equipo y si no lo hace bien, no se cuestiona la disciplina sino que se busca a otra persona con más experiencia.
—El hecho de que deportistas de relevancia internacional hagan hincapié en la importancia en la salud mental, ¿ha puesto en valor este aspecto?
—Ha sido la clave. El hecho de que deportistas consagrados, con una trayectoria incuestionable y con mucha credibilidad hayan manifestado públicamente que estaban trabajando con un psicólogo, ya no por problemas de salud mental, sino para mejorar su rendimiento, ha sido el empujón definitivo para nuestra disciplina. Sin esto no estaríamos donde estamos.
—¿Considera que todos estos deportistas que ahora hacen público este tipo de problemas es quizás porque no han tenido una base trabajada en este aspecto?
—Seguro que influye. De hecho, nosotros siempre estamos pidiendo empezar por la base para que cuando lleguen arriba tengan ya estos cimientos establecidos y no pase esto. A la presión que hay que someterse cuando eres deportista profesional, una persona normal no la tolera. Si no tienes preparación, o eres un fenómeno y un fuera de serie o pinchas. El alto rendimiento implica aprender a tolerar la presión.
—¿Cómo se puede hacer frente a la presión para rendir más?
—Ponerse nervioso es lo normal. Es más, si no lo haces eres un pasota y no te quiero en mi equipo. Ponerse nervioso es lo deseable. El problema no es ese, sino todos los cambios que introduces en tu manera de funcionar al hacerlo. Eso es lo que te hace fallar. La propuesta desde la tolerancia a la presión es justamente esa. Lo primero es tomar conciencia de aquellas cosas que cambias cuando te pones nervioso. Y el segundo paso, ponerte alguna señal en algún lugar visible que te recuerde la necesidad de no cambiar todo eso. Si no cambias, puedes rendir a tu nivel. Si caes en la tentación de introducir modificaciones por este motivo, vas a hacer rendir por debajo de tus posibilidades con toda seguridad.
—¿Se puede ser campeón sin talento?
—En el alto nivel igual puedes llegar a rendir de forma puntual solo con trabajo. Pero para poder mantenerlo sí creo que hace falta una buena dosis de trabajo. De hecho, trabajé con un entrenador que decía que los fueras de serie tenían dos talentos, uno para realizar ese deporte y otro para trabajar, para el día a día y para el compromiso. Cuando tienes las dos cosas la lías parda, con una solo vamos muy justos.
—¿Un entrenador también tiene que tener algo de psicólogo?
—Esa es la clave. Te lo digo de una manera muy sencilla. Si un club me fichara como psicólogo y me dijera «solo podemos pagarte una hora a la semana. Nuestro presupuesto no da para más. ¿Qué quieres hacer?» Les diría: «Traerme a los entrenadores del club y vamos a hacer formación». Cuanto más formado está el técnico, menos problemas presentan sus deportistas y más rápido progresan, mejoran, crecen y evolucionan. Les digo esto a los entrenadores: para ustedes la psicología no debería ser una materia más. Si ustedes no no adoran la psicología no van a convertirse en el mejor entrenador que pueden llegar a ser. Sin psicología no hay entrenador. Sin autocontrol no hay entrenador. Sin dirección de grupo, sin gestión del entorno, sin dirección técnica, no hay entrenador. Deben ser filósofos, pedagogos, psicólogos y gestores… sino no vas a ayudar a los tuyos a crecer en la medida de sus posibilidades».
—La otra gran influencia son los padres. ¿Qué papel juegan en el desarrollo deportivo de los niños?
—Quizás sea el más importante de todos. Con el entrenador están unas horas a la semana, con los padres están el resto. La influencia más grande, en cuanto a valores, a marcar el destino, son ellos. La charla que he dado más veces en mi vida ha sido Ser solo padres. Ahí les cuento que si quieren que el deporte sea un éxito para el desarrollo de sus hijos, ellos deben hacer solo de padres. En el momento en el que confunden sus necesidades con las de sus hijos, la hemos liado. «Ojalá mi hijo lo haga bien y nos retire y dejamos de trabajar». No, si necesitas dinero, ponte a trabajar. No explotes a tu hijo. Si necesitas autoestima vete al psicólogo para ello. Déjame decirte una frase que está en el Newell's Old Boys de Argentina, en la puerta de entrada al campo tienen una frase que resume todo esto: «Si quieres tener un campeón en la familia, entrénate. Mientras, deja que tu hijo disfrute del deporte».
—¿Deberían ir los padres a las competiciones de sus hijos?
—Si saben estar, sí. Para animar de una manera que ayude a sus hijos, sí. Porque igual a los niños les apetece mucho que sus padres vean lo bien que se lo pasan y compartirlo con ellos. Pero si no saben ser solo padres y van a liarla parda y va a ser un estímulo que va a restar, igual es mejor que no vayan. Tengo 57 años y en mi generación casi nunca venían a vernos y no pasaba nada. Si puedes sumar perfecto, pero si vas a restar mejor te quedas en casa, o aprendes a ser un padre normal y corriente.
—La valentía y el miedo son dos aspectos que van muy relacionados. ¿Cómo se trabajan para que uno no venza al otro?
—Cuando mezclamos estas dos palabras, siempre me acuerdo de una frase de Jon Wayne que dice: «Ser valiente es estar cagado de miedo y a pesar de ello subirse al caballo». No hay dos clases de persona, los que tienen miedo y los que no. Todos lo tienen. Pero hay dos clases de deportistas: los que a pesar de tener miedo aprietan los dientes y temblando se suben al caballo, y los que por más que aprieten se quedan en el suelo y no pueden subirse. Ser valiente es saber afrontar el miedo. Si alguien te dice que puedes superarlo sin afrontarlo, te engaña.
—¿La frustración puede acabar con una carrera?
—Sin duda. De ahí que sea tan importante que todo el entorno que va a educar a ese deportista le ayude a establecerse unas expectativas realistas. Es decir, que el deportista espere que ocurran cosas que sean probables. He vivido esto muchas veces. Se ficha a un jugador y se espera de él más de lo que se puede esperar porque se le compara con otro. Viene el jugador, lo hace bien, pero no tan bien como el entorno esperaba, entonces se le acusa de fracasado, porque no ha estado a la altura.
La persona que puede establecer ese listón de forma realista es el entrenador. Porque es el que más lo conoce. Una de las tareas de todo el equipo técnico sería colocarle de manera realista el listón en cada momento de su carrera. Eso va a afectar a su autoestima. Si llevo diez saltos nulos, pienso que no valgo para saltar y quizá el que no vale es el entrenador por poner la meta demasiado alta. Si se lo pusiera a la altura que puede saltar su autoestima mejoraría. Las expectativas son claves para valorar la frustración.
—La retirada, ¿trabajan para ese momento?
—Sí, es fundamental. Si anticipas lo que va a suceder, te puedes preparar para ello. Hacemos dos tipos de trabajo. El primero es ir sustituyendo las fuentes de autoestima. El otro es trazar un itinerario formativo para que cuando terminen tengan el recambio a punto.
—Después de una larga carrera, ¿cuál diría que son las principales consultas que ha atendido?
—Tres. La primera, la adaptación. Esto no se trabaja lo suficiente. Se ficha a un deportista que viene de otra cultura, de otro equipo, de otra manera de entender las cosas y se parte de la base de que este tipo se va adaptar y va a funcionar igual de bien que lo hacía donde estaba. Esto no es sencillo. Buena parte de las consultas han ido en esta dirección.
La segunda y quizá la más común es «pagar el precio que cuestan mis objetivos». A esto le llamamos compromiso. Desde el punto de vista de renuncias, sacrificios, cumplimiento del programa y asumir las consecuencias de la inversión. Pagar el precio es lo más difícil. Muchos nos han pedido ayuda para terminar de pagar el precio que cuesta su nivel de ambición. El tercero es «ayúdame a tolerar la presión de la competición».
—De todos los deportistas que ha tratado, ¿a quién consideraría un verdadero campeón?
—Estuve 28 años en el CAR de Sant Cugat y trabajé con 2.751 deportistas. De ellos, el que públicamente más me ha enseñado y marcado es Gervasio Deffer. Tenía un don para competir y tolerar la presión. La gente normal, cuando se trata de aprender a confiar, funciona con hechos. Él funcionaba al revés: primero creyó y luego llegaron los hechos. Una vez me dijo: «Hay gente que cree en Dios, pues yo creo en mí mismo». Tenía una fe irracional.