De Buenos Aires a Torremolinos con solo cinco años, en el 2015 pidió una excedencia para centrarse en los Juegos de Tokio cuando trabajaba revisando piezas defectuosas de los Airbus
06 ago 2021 . Actualizado a las 19:36 h.Era la Navidad de 1989. La familia Quintero Capdevila hacía las maletas para cambiar de vida, buscando un futuro mejor. Una pareja y dos niños. El pequeño, Damián, apenas tenía cinco años. De Buenos Aires a Torremolinos, aunque la idea inicial había sido Australia. El factor idioma fue decisivo. Giro total.
Al poco de llegar a la Costa del Sol, una tromba de agua. Aquel niño miraba asombrado por la ventana del colegio Albaida cómo el líquido elemento vencía la resistencia de los muros. La marea y el temporal habían arrasado ya la playa de La Carihuel y amenazaba las viviendas. Así comienza la historia de Damián Hugo Quintero Capdevila (Buenos Aires, 1984), el karateca que le dio a España la decimotercera medalla en los Juegos Olímpicos de Tokio. En concreto, se colgó la plata tras una competición inmaculada, en la que solo cedió en la final ante el japonés Ryo Kiyuna.
Damián Quintero se instaló la calle Al Andalus, concretamente en el edificio Eurotorre. A su adaptación ayudó el hecho de que en aquel barrio había varias familias argentinas con niños. Piscina, playa, tirachinas, cabañas en los árboles... Su infancia fue feliz, sacando a relucir su carácter travieso.
Precisamente para que quemara energías, los padres de Damián lo apuntaron al gimnasio Goju-Ryu, hoy en día una referencia en España. Acababa de cumplir siete años. Toda su vida pasó a girar en torno al kárate. Incluso en las vacaciones de verano, que pasaron a ser campamentos por Marbella, la Alpujarra y Sierra Nevada.
En las Navidades de 1992, justo tres años después de su llegada a España, disputó su primer campeonato. Un bronce. Meses después hizo su primer Nacional y en 1997, con trece años, ya, se proclamó campeón de España infantil.
Con 18, se proclamó campeón de Europa cadete y ahí fue cuando lo llamaron para el CAR de Madrid para proseguir con su espectacular evolución. De forma paralela, Damián fue un estudiante excelente. Tanto, que logró una ingeniería, la Aeronáutica, y consiguió un buen trabajo en Madrid. Estudió dos másteres (materiales compuestos de aeronáutica y Executive sport business administration), aunque él no se etiqueta como un cerebro privilegiado. «No soy un coco, pero cuando quiero algo me esfuerzo por conseguirlo. El deporte te da sentido del sacrificio, capacidad de esforzarte y de darle una vuelta de tuerca más», explicó en una entrevista a El País en el año 2018.
Consiguió un buen puesto de trabajo en una empresa importante, Atos. Su misión era evaluar si las piezas defectuosas de los Airbus que le mandaban se podían arreglar o había que desecharlas. Pero cuando se enteró de que el kárate iba a ser un deporte olímpico, pidió una excedencia de cinco años. Tokio 2020 pasaba a ser la oportunidad de su vida. «Era imposible compaginarlo con esto. Entraba a la oficina a las siete de la mañana y salía a las tres de la tarde. Venía corriendo a la Blume, comía solo porque el comedor cerraba. Me guardaban una bandejita allí y a las 16.30 estaba en el tatami. En esa época no teníamos entrenador en el CAR y me ejercitaba solo. Acababa reventado. Aun así sacaba los resultados», destaca.
Damián Quintero lo ha ganado todo en Europeos y Mundiales. Sus vitrinas no dan abasto. Decenas y decenas de medallas. Pero es esta, la olímpica en Tokio, la que más le llenará de orgullo a este migrante de 37 años, que ha logrado ser ingeniero y una leyenda del kárate en España.