Las últimas informaciones de la crisis de Ceuta no son muy alentadoras. España peca de discreción en su pensamiento y en sus actuaciones, Marruecos peca de sobreactuación con declaraciones, propuestas y otras acciones que solo pueden ser calificadas como insidiosas. «Un embajador -dijo un diplomático británico ante la corte de Venecia- es una persona enviada al exterior para mentir en beneficio de su país». Y eso es lo que está haciendo la diplomacia marroquí con eficacia, rapidez y se supone que con la insolencia acostumbrada. Por lo que vamos sabiendo, actúa en tres frentes, y ninguno de ellos es España.
Actúa, en primer lugar, ante la Unión Europea. De Europa recibe fondos para el control y seguridad de las fronteras que, en el caso de Ceuta y Melilla, son españolas y europeas y ambas partes pagamos. La última vez, 30 millones de euros el mismo día en que dejaba entrar a quien quería en la ciudad de Ceuta. Y recibe también dinero en concepto de ayudas al desarrollo, igual que otros países de la ribera mediterránea. Mantener esas partidas es su primera aspiración, y lo quiere hacer sin renunciar a sus aspiraciones territoriales. No se puede descartar que la agresión de Ceuta tenga también esa aspiración económica. Con una singularidad: hacer que la Unión entienda que es un conflicto bilateral Rabat-Madrid y se aparte del suceso concreto. «Entre los dos nos entendemos mejor», confesó cínicamente a este cronista un diplomático magrebí.
En segundo lugar, actúa ante Francia, con quien el régimen marroquí mantiene excelentes relaciones. Así, su ministro de Asuntos Exteriores es entrevistado en la televisión pública francesa en donde niega cualquier relación con el Gobierno español en esta crisis, desmintiendo a la ministra González Laya. Y sorprendámonos todos: el Gobierno francés se ofrece a intermediar entre Rabat y Madrid, como si hiciera falta esa intermediación. Pero a Marruecos le viene muy bien para internacionalizar el conflicto, en la esperanza de que Francia vea fríamente los derechos marroquíes sobre Ceuta y Melilla, como Puigdemont.
Y en tercer lugar, lo más importante: Rabat mantiene excelentes relaciones con Washington. Hay quien dice que le ofreció su territorio como alternativa a la base de Morón, y nuestro país sigue esperando un gesto de amistad de la Administración Biden. Marruecos le interesa a Estados Unidos como cabeza de puente para África y por la disposición del rey alauí a aceptar lo que Biden diga, agradecido como está al sí de Trump a su soberanía sobre el Sáhara. Da la impresión de que nosotros carecemos de iniciativa para tender ese puente. En resumen, el panorama es poco alentador para nuestro país. Desde Zapatero hemos perdido el trato preferencial. El último gesto hacia España ha sido de Trump con Pedro Sánchez. Pero para señalarle la silla en la que se tenía que sentar.
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