Los sistemas de seguridad protegieron al francés, cuyo caso ensalza la eficacia del blindaje de un fórmula 1 actual y el buen hacer del protocolo médico
01 dic 2020 . Actualizado a las 08:50 h.Fueron 27 segundos eternos los que estuvo Romain Grosjean metido en el fuego de su Haas incendiado e incrustado en el guardarraíl de la salida de la curva 3 del circuito de Baréin. Menos de medio minuto en el que el piloto francés volvió a nacer (figurada, no literalmente) en el que, posiblemente, haya sido uno de sus accidentes más graves y que puede ser incluso el epitafio para una carrera en fórmula 1 no tan exitosa como hubiera deseado.
Grosjean iba a recibir el alta ayer en Baréin, apenas 48 horas después y con solo unas quemaduras en las manos y en un pie. Unas secuelas más que asumibles visto lo que podría haber ocurrido. Lo expresaba uno de los héroes de su rescate, Alan Van der Merwe, piloto del coche médico: «Funcionó todo a la vez y de manera perfecta. Si hubiera fallado solo uno de ellos, estaríamos hablando de otra circunstancia».
El fallo del guardarraíl
Los sistemas de seguridad pasivos actuaron como se espera cuando se planifican. Pese a que se golpeó contra un guardarraíl, algo totalmente anacrónico en un circuito moderno y que podría haber supuesto una guillotina para el galo, pudo salir por su propio pie. A excepción de este elemento que ya apenas se ve salvo en circuitos como Mónaco, los elementos principales de seguridad funcionaron como estaba previsto.
El halo que no quería Grosjean
El accidente mortal de Jules Bianchi aceleró la implementación de un elemento que ya ha salvado varias vidas. No es el primer accidente en el que el piloto sale por su propio pie gracias a que el halo, ese apéndice en forma de horca frente al habitáculo, ha evitado que un elemento golpee contra la cabeza del conductor. Soporta cargas de hasta 12 toneladas, estiman. Fabricado en titanio e implementado en los coches del 2018, fue posiblemente el elemento clave que salvó a Grosjean, al evitar que las hojas del guardarraíl impactasen contra su cabeza, como le ocurrió a María de Villota o a Bianchi. Irónicamente, Grosjean fue uno de los pilotos que se mostró en contra de su implementación. «Va contra el ADN de la fórmula 1», aseguró en el 2017, aunque el domingo admitía que de no ser por él, posiblemente hubiera muerto.
El habitáculo
El habitáculo de un fórmula 1 es el último elemento de protección en caso de impacto, por lo que ver cómo quedó entero tras el fuerte choque del galo (a más de 220 km/h y unas 56 G de fuerza) demuestra que funcionan a la perfección. Conocido como «célula de supervivencia», es capaz de soportar el peso de un autobús de dos plantas sin quebrarse. En el accidente de Grosjean, se separó del tanque de combustible que estaba ardiendo, algo que no ocurría en los años 70 y 80. Muchos pilotos murieron calcinados en un accidente cuando su coche salió ardiendo, y otros, como Niki Lauda, sobrevivieron casi de milagro.
El traje ignífugo
Los pilotos de competición están muy familiarizados con la palabra nomex. Es una marca que patentó la actual tecnología de los trajes ignífugos en los años 60, si bien con los años ha evolucionado hasta convertirse en sinónimo de los mismos. Es un tejido sintético formado por celdas hexagonales en forma de panales de kevlar y poliamida aromática (más conocida como aramida), cuya principal virtud es su resistencia a las temperaturas extremas. Se estima que puede aguantar durante 30 segundos a unos 850 grados sin arder y, con la actualización en su tecnología implementada esta temporada, incluso los primeros 20 resisten el cambio de temperatura. No es casual que Grosjean tenga quemaduras en las manos, donde los guantes, que son de este material pero más finos, no resistieran cuando se agarró de los hierros ardiendo y en un pie, ya que perdió una bota.
El HANS
Cualquier conductor que haya sufrido un accidente de circulación sabe que una de las lesiones más temidas es el latigazo cervical. En la fórmula 1 los golpes se producen a velocidades altísimas, lo que puede suponer una muerte inmediata. Por eso, a principios de este siglo se implementó en las competiciones FIA el sistema de soporte del cuello y la cabeza (HANS, sus siglas en inglés). Se trata de un collarín sujeto sobre los hombros con unas cinchas conectadas al casco, que evita que las deceleraciones por un impacto sean fatales. Con este sistema, se habrían salvado muchos pilotos, como Roland Ratzenberger, que murió dos días antes que Ayrton Senna en Imola’94.
El protocolo médico
Todos los sistemas hubieran sido inútiles de no ser por la presencia del coche médico en pista. Obligatorio desde los años 80, el fallecido Sid Watkins fue el creador del protocolo que hoy aún se usa tras la muerte de Ayrton Senna. Ahora Alan Van der Merwe es el piloto del coche en el que va el doctor Ian Roberts, médico de la FIA. Ellos fueron los primeros que se lanzaron a las llamas para intentar salvar a Grosjean. Al francés no le salvó un milagro, pero sí tuvo sus particulares ángeles de la guarda.