El gigante alemán derrotó al PSG en una ajustada final y se hizo con su sexta 'orejona' tras un pleno de once triunfos en el torneo
24 ago 2020 . Actualizado a las 08:58 h.Dicen los sabios que la perfección no existe, pero si algo se le parece, el Bayern de Múnich lo ha logrado. El gigante alemán derrotó al París Saint Germain con un solitario gol de Kingsley Coman, un hombre formado en la cantera del equipo francés, en una final ajustada, de oficio y poco rastro de esos fuegos artificiales que el camino de ambos equipos por el torneo pronosticaban. Conquistó así en Lisboa su sexta Liga de Campeones y lo hizo después de un camino pleno de triunfos, concretamente once de once posibles, algo que no recuerdan ni los más viejos del lugar y que es la joya de la corona en una temporada que quedará grabada en letras de oro en la reluciente historia del club bávaro como la del segundo triplete, tras aquel de la campaña 2012-13.
Después de semanas ya de fútbol sin público, resulta aún imposible huir de la sorpresa cuando toda una final de Champions se disputa sin aficionados en las gradas. Huérfana de color y calor, pero con un cartel inmejorable, comenzó la final en tiempos del covid-19. Lo hizo con los primeros síntomas acerca de los problemas que la intensa presión arriba del Bayern podían ocasionar en la salida de balón francesa. Se jugaba todo en territorio del PSG, con la línea defensiva bávara a la altura del centro del campo, aunque sin mayores noticias en las áreas.
Lo más reseñable de los primeros minutos estuvo en el balón, pero no en lo que se hizo con él, sino en el cuanto menos curioso hecho de que en un partido de esta categoría fuesen varias las observaciones de los jugadores acerca del escaso nivel de presión de los esféricos. Mbappé comenzó a dar las primeras muestras de peligro desde el costado izquierdo del ataque parisino con dos remates que se estrellaron contra la defensa alemana, pero el que tuvo el gol en sus botas fue Neymar, al que Neuer negó la gloria en sendos remates de zurda consecutivos. La incomodidad era ahora del Bayern, en un partido sin demasiado control en el centro del campo, en manos de los ramalazos de calidad del PSG. Pero si el campeón de la Ligue 1 presume de pólvora arriba el dominador absoluto de la Bundesliga cuenta en sus filas con el artillero mayor, un tal Robert Lewandowski, que controló en el área un centro, se giró y voleó al palo derecho de la portería defendida por Keylor Navas, recuperado justo a tiempo para su cuarta final de Champions en cinco años.
Di María respondió, pero con su pierna mala, la derecha, remató a las nubes. Fue antes de la lesión de Boateng y de un nuevo aviso galo, esta vez a disparo lejano de Ander Herrera. Mientras, los méritos alemanes en relación con el arco contrario seguían en las botas de Lewandowski, o más correctamente en su cabeza, pues el ariete polaco convirtió un balonazo en una ocasión clarísima desbaratada por Keylor tras una clase magistral de los fundamentos académicos del remate de testa en posiciones inverosímiles.
Sin grandes estridencias, pues las exhibiciones dejaron paso a la sobriedad cuando se trataba de una final, el Bayern acabó la primera parte mejor que su rival, que sin embargo tuvo la ocasión más clara de los primeros 45 minutos en la bota derecha de Mbappé tras un error de bulto de Alaba. Reclamó penalti el equipo alemán en la última acción de la primera parte, en una caída de Coman en el área del PSG que pareció fruto del interés del atacante en forzar la pena máxima y no en lo punible de la acción del defensor.
Cuña de la misma madera
Comenzó el segundo acto tosco, con mucho roce y poco juego. En partidos así, tan propios de las finales, un gol vale mucho más que eso. No resulta extraño por tanto que Kingsley Coman, la gran novedad de Hans-Dieter Flick en el día decisivo, celebrase con inmensa alegría una diana de cabeza que nació de un centro de precisión de Kimmich, liberado por un momento de sus labores como lateral derecho improvisado para ser diferencial en posiciones más naturales a su juego. El tanto del parisino, formado en las categorías inferiores del PSG -una vez más, no hay peor cuña que la de la misma madera- dejó al equipo de Thomas Tuchel en estado de coma.
Tras minutos de zozobra, el equipo francés trató de despertar de la pesadilla con una acción de Mbappé dentro del área que acabó con una caída del astro francés sin consecuencias y mediante un disparo lejano de Neymar que se fue alto. El reloj, con un cuarto de hora para el final, comenzaba a pesar demasiado en los galos, más aún frente a un equipo plagado de oficio para dormir el partido. Lo intentó el PSG e hizo planear sobre el ánimo del aficionado del Bayern la sombra de aquella remontada en contra en el tiempo de descuento de la final del 99 con un remate al que no llegó Neymar, pero el gigante bávaro puso la guinda a la perfección para coronarse por sexta vez. Ha sido el mejor sin lugar a dudas y lo demostró contra un rival que al menos ya conoce el camino hacia una final.
Ficha técnica
PSG: Keylor Navas; Kehrer, Thiago Silva, Kimpembe, Bernat (Kurzawa, min 80); Herrera (Draxler, min 72), Marquinhos, Paredes (Verratti, min 65); Di María (Choupo-Moting, min 80), Mbappé y Neymar.
Bayern: Neuer; Kimmich, Boateng (Süle, min 25), Alaba, Davies; Thiago (Tolisso, min 86), Goretzka; Coman (Perisic, min 68), Müller, Gnabry (Coutinho, min 68) y Lewandowski.
Gol: 0-1, min 59: Coman.
Árbitro: Daniele Orsato (Italia). Amonestó a Davies, Gnabry, Süle y Müller por el Bayern y a Paredes, Neymar, Thiago Silva y Kurzawa por el PSG.
Incidencias: Final de la Liga de Campeones disputada en el Estadio da Luz de Lisboa a puerta cerrada.