El desagradable milagro azulón

DEPORTES

Chema Moya | EFE

22 abr 2019 . Actualizado a las 07:32 h.

Desde todos los rincones del mundo le llegaban ánimos al Leicester City allá por el mes de mayo del 2016. Un recién ascendido a la Premier que estaba a un paso -lo acabaría logrando- de ganar la Liga más millonaria del planeta. El Manchester United, el City, el Chelsea, el Liverpool, el Tottenham, el Arsenal... todos esos poderosos humillados ante el levantamiento del populacho mientras el planeta fútbol, regocijado ante el televisor, escupía sobre sus cadáveres.

Ese año, un desconocido Leipzig ascendía a la Bundesliga en el 2016. A mediados del 2017 estaba peleando su particular milagro ante el Bayern de Múnich. Europa estaba enloquecida con ese equipo salido de la nada que había sido fundado solo siete años antes encadenando ascenso tras ascenso. El Red Bull Leipzig -¿cómo diablos se puede generar tanto dinero vendiendo bebidas energéticas?- acabó segundo. La heroicidad se quedó a medias pero dejó a todo coleccionista futbolístico con una camiseta del equipo con el 11 de Timo Werner estampado en el armario. Y no es que fuese demasiado bonita.

La Eurocopa de Grecia en el 2004, el penalti del Superdépor, El Hellas Verona que se hizo con un Scudetto en el 85, la Dinamarca del 92 o aquel Aberdeen de Ferguson que ganó la Recopa del 84. Todos equipos sonrientes.

Y luego está el Getafe. Por alguna razón, el equipo del sur de Madrid, ese que cuando habla de permanencia suena a Champions League, despierta pocas simpatías. Fútbol ramplón, entrenador de propuesta sin purpurina, peloteros de apellidos comunes y medias bajas, camiseta Joma, gradas vacías, presidente madridista y timadores disfrazados de jeques árabes. Esa impresión de que su fútbol -escucharán mucho eso de «antifútbol»- siempre ha molestado a sus 19 rivales de turno.

Y ahí están, encaramados a puestos de Liga de Campeones haciendo brillar su polvoriento fútbol de ciudad dormitorio a su modo, con dos goles de penalti. Siempre enrabietando a puristas.

Pocos se alegran por ese equipo sin afición. Humilde y sin la glamurosa pobreza de tener al hijo de Schmeichel en nómina, capital tailandés o alguien que te dé alas. Disfruten del Getafe, pero ahórrense el dinero de la entrada.