Cada uno mira lo suyo. Siempre ha sido así y tiene pinta de que así seguirá siendo. Por ello no debería sorprender en demasía que Florentino Pérez, Bartomeu, Gil Marín y los dirigentes de los grandes trasatlánticos del fútbol europeo estén empeñados en la creación de una gran Liga en Europa que, obviamente, movería grandes sumas de dinero en conceptos de derechos de televisión, patrocinios y otros ingresos atípicos.
Es tal la avaricia de Real Madrid, Barça, Juve, Bayern y demás que hace tiempo que parecen haber olvidado sus orígenes. Es más, estos clubes (sus dirigentes, especialmente) consideran que sus competiciones domésticas son un estorbo en su imparable destino hacia un mundo globalizado. A Florentino Pérez le da ya mucha pereza acudir a palcos como los de Vallecas, Huesca, Eibar o Leganés. ¿Cuántos negocios se pueden hacer en Ipurua?
Los clubes de la ECA, por lo menos los grandes, consideran que sus campeonatos domésticos no les reportan dinero, ni ayudan a tener un posicionamiento de marca mundial. Y parten de un error monumental, creer que son lo que son por sí mismos y no por campeonar en las ligas de sus países. Pero mientras descubren que las ligas son el principio del éxito y no una piedra en el camino, Florentino y compañía andan empujando fuerte y pueden hacer un gran daño al fútbol, especialmente al español. Tanto merengues como culés se han creído que el resto son unos parias que dan color a sus encuentros. Una especie de figurantes que son felices un par de veces al año cuando se miden a blancos y blaugrana, como si España fuera el extrarradio de Madrid y de Barcelona. ¡Qué mirada más corta!
Comentarios