El español cerró un año crucificado por los problemas físicos en el que cuando estuvo sano se llenó de alegrías
26 dic 2018 . Actualizado a las 12:31 h.El 2018 ha sido un año circular para Nadal. Condenado, como la historia, a repetir uno tras otros los sucesos que le han marcado, en especial, las lesiones, mezcladas con los éxitos. 365 días que han dado para ganar un Grand Slam, lo que ya lo convierte automáticamente en un buen año, pero en el que los problemas físicos han ensombrecido posibles alegrías y títulos.
El cierre, con una retirada en el Abierto de los Estados Unidos, engancha con el inicio de curso, frustrado primero con la no participación en Brisbane y después con el abandono en los cuartos de final del Abierto de Australia. Un problema en el psoas-ilíaco de la pierna derecha le apartó de un partido en el que llegó a dominar a Marin Cilic un set arriba y con 'break' a favor. Cuarta retirada en Australia de su carrera y un problema que arrastró durante varios meses, obligado a no participar en Acapulco, Indian Wells y Miami. Nadal era el número uno, pero el físico le requisaba la vitola en casa. Tuvo que esperar hasta principios de abril para reaparecer, al calor de la Copa Davis. Su fulgurante eliminatoria contra Alemania en Valencia, perdiendo solo 16 juegos en dos partidos, le devolvieron al ritmo de competición.
Aprovechó el impulso y entró en la tierra batida con la misma seguridad y sobriedad de siempre. El balear se impuso en los Masters 1.000 de Montecarlo y Barcelona y sumó su undécimo título en ambas plazas. No cedió un solo set y solo la efervescencia de Martin Klizan le arrebató cinco juegos en una manga en dos semanas puras de arcilla.
Ni el tropezón contra Dominic Thiem en Madrid le desvió del objetivo del undécimo Roland Garros. Arrasó en Roma, donde acumuló su octavo trofeo, y recuperó el número uno, cedido meses atrás ante Roger Federer, quien forzó para convertirse en el número uno de mayor edad de la historia. Encaramado a lo más alto de la ATP, el Grand Slam parisino no se salió de la norma. Siete victorias, todas contundentes, menos quizás el lunar, afeado por la lluvia, contra Diego Schwartzman (su primer set perdido en dos años en París). Final abrochada ante Thiem, revancha de Madrid y confianza de cara al sueño de verse campeón, ocho años después, en Wimbledon.
Exhibición en Wimbledon
La Catedral del tenis le recibió como número uno y Nadal regaló dos exhibiciones para el recuerdo. Batió en cinco mangas a Juan Martín del Potro en cuartos de final y deleitó al tenis con una de las mejores batallas del año ante Novak Djokovic, en pleno ascenso, en semifinales.
Un encuentro marcado por la lluvia, la polémica y las oportunidades perdidas por el español. Dejó escapar varias opciones para ganar el primer set y lo pagó. La norma de Wimbledon, de parar de jugar a las 23:00, mandó el partido, con 2-1 para Djokovic, al día siguiente, disputándose, por exigencia del torneo, bajo techo. Nadal cayó en el quinto set, de manera épica y agónica por 10-8, sellando el cambio de reinado en el circuito con un sentido abrazo en la red. A partir de ese instante, marcado a fuego en la hierba de Londres, el serbio resurgió y en una versión actualizada de la bestia de 2015, hizo suyo este deporte. Tras Wimbledon, Nadal solo arrancó dos torneos más. Se llevó el tercer Masters 1.000 de la temporada en Toronto y comenzó la defensa de la corona en Nueva York con expectativas de revalidar. Pero una lesión en el tendón rotuliano de la rodilla derecha le obligó a retirarse en las semifinales con Del Potro, después de haber superado un extenuante maratón contra Thiem en cuartos. Este último contratiempo acabó con su participación en la Copa Davis y fue retrasando su vuelta a las pistas. No estuvo en Basilea, ni en París y, a última hora, dijo 'no' a la Copa de Maestros por un problema abdominal y para operarse de un cuerpo libre en un tobillo, renunciando definitivamente al número uno, ya en manos de Djokovic.
Cerrado el año como segundo tenista en el ránking, con cinco títulos y 49 partidos disputados, Nadal dio el carpetazo a su año con menos encuentros jugados desde 2012, cuando acabó la temporada después de Wimbledon.
Con 32 años y un merecido descanso, el zurdo de Manacor volverá a las pistas en 2019 en Brisbane, esta vez a buscar un año que le permita ampliar las alegrías que en 2018 quedaron reducidas por los problemas físicos.