El día 13 corre el ironman de Hawái y en diciembre se casa. Guitarrista aficionado, al grabar un anuncio trabó amistad con el rockero catalán
03 dic 2018 . Actualizado a las 13:40 h.«Lo de hoy ha sido duro». Javier Gómez Noya (Basilea, 1983) se sienta a charlar con La Voz después de 145 kilómetros de bici y otros 12 a pie en transición, sin parar, una sesión intensa y exigente en los alrededores de Lugo. Un día de esos en los que le duelen las piernas y que son claves para afinar la forma de cara al 13 de octubre. Esa fecha, la de su primer Ironman de Hawái, lleva en su mente casi un año. Al santuario de Kona llega después de haberlo ganado todo.
-Hace unas semanas se cumplieron 20 años de otro debut, su primer traitlón, uno de distancia olímpica en Castropol siendo un niño.
-Sí. Con 15 años debuté allí. Tengo buenos recuerdos de esa carrera, aunque fue un poco accidentada. Esta es mi vigésima temporada como triatleta.
-¿Qué primera imagen la viene ahora de aquel debut?
-Darme un baño caliente de un a hora el día anterior porque me habían dicho que era bueno eso, y creo que salí sin tono por eso (ríe). Más que la carrera, recuerdo la previa, como un compañero de la piscina, Carlos Castro, vino a mi casa a explicarme cómo se hacían las transiciones, que había que dejar una toalla para secarse los pies, cómo atar las zapatillas... ¡Había que pensar muchas cosas antes de un triatlón!
-Si gana en Kona...
-Será estupendo (ríe). No lo sé. Sinceramente el año siguiente, depende de las sensaciones que tenga allí, si me gusta aquello o no. A partir de ahí, veré si sigo o vuelvo a distancia olímpica. Creo que no dependerá tanto del resultado. Puede ser que gane y no vuelva, o que quede tercero y quiera volver y ganar. No quiero pensarlo demasiado. Quiero hacerlo lo mejor que pueda, ver cómo me siento allí y decidir.
-¿Podría ganar y no volver?
-Si Marc Allen ganó siete veces... Yo siete veces no lo voy a ganar, así que con ganar una...
-Desde que empezó a competir, sigue en el Fluvial de Lugo.
-Sí, tengo licencia con mi club de siempre, el Fluvial, aunque ya no con la federación gallega.
-Ahora en verano hace lo que más le gusta. ¿Pero añora algo de aquella adolescencia?
-He perdido cosas, veranos más relajados con los amigos, o en la playa, pero he ganado muchas otras para mí más importantes. Y en agosto hay demasiados turistas, demasiada gente... Es mejor viajar en noviembre, cuando cojo yo las vacaciones.
-¿Qué sitio quiere todavía descubrir?
-Muchos. Alguna vez tendré que recorrer África con mi hermano, es un buen guía y podría hacer un viaje fuera de las típicas vacaciones de descanso. Aunque es cierto que con el ritmo de vida que llevo, con tantas competiciones y entrenamientos, a veces me apetecen vacaciones tranquilas.
-La grabación de un anuncio le hizo entablar relación con Loquillo. ¿Tocará algún día la guitarra con él sobre un escenario?
-Me ha dicho alguna vez que tengo que subir a tocar El Rompeolas. ¡Cuando él quiera! Me encantaría tocar con él. Pero desde aquel anuncio entablamos amistad, estamos en contacto, cuando él toca siempre nos vemos después, y la última vez en Nigrán estuvimos hablando de su preparación antes de los conciertos. Me decía, ‘‘ya sabes, los deportistas de élite tenemos que prepararnos’’. Hace deporte para preparar las giras y con una edad tienes que mantenerte en forma.
-Lleva un anillo. Pronto llevará el de casado.
-Me caso el 2 de diciembre [con la triatleta Anneke Jenkins] en Nueva Zelanda y quizá después hagamos una celebración aquí porque mucha gente no puede ir hasta allá. Hacemos algo en los dos sitios y así las dos familias están contentas.
-Mucho no le cambia la vida.
-No. Se trata de formalizar la relación y ya está. Vivimos juntos, viajamos juntos habitualmente, así que no cambiará demasiado.
-¿Cuál es el último libro que ha leído?
-Correr, el de Zatopec [escrito por Jean Echenoz]. Me encantó. ¡Vaya crac! Es una pasada ver cómo entrenaba, cómo, sin él saberlo, inventó una forma de entrenar, la que sigue vigente hoy, con diferentes matices. Es una bestia, e inspira.
-Un tipo que odiaba correr.
-Sí, pero organizaron una especie de carrera en la fábrica donde trabajaba, fue porque era medio obligatorio y se vio con potencial.
-Lo une a sus referentes.
-Sí, ahora he profundizado en su historia. Para ser un atleta en los años 40, como mínimo, estabas un poco mal de la cabeza (ríe). Los entrenos que hacía en Checoslovaquia en invierno, corriendo con las botas de militar, haciendo series de 400 más o menos porque él no sabía las distancias que corría y los entrenamientos interválicos que hacía a tope... Tiene que ser un tío duro y con ganas y las cosas claras.
-¿Tiene viaje de novios?
-Qué va. Estoy viajando todo el día y tengo un evento con patrocinadores en España a mediados de diciembre.
-¿Qué es la felicidad?
-El mayor regalo que me ha dado la vida es hacer lo que me gusta y vivir de ello. Parece algo simple, pero no es tan fácil. Yo con eso estoy contento.
En corto
Los entrenamientos, el descanso y sus compromisos no le dejan mucho tiempo libre. Javier Gómez Noya no recuerda la última vez que fue el cine. «A veces veo algo en casa, o Netflix, y alguna peli en algún avión».
-¿Es religioso?
-No, cero.
-Se casará por lo civil, entonces.
-Sí, en una finca.
-Fue lateral de niño. ¿No volvió a jugar más al fútbol?
-Nada.
-Hace días se amenazó con una huelga de futbolistas en Primera por llevar un partido de toda la Liga a Estados Unidos. ¿Le choca?
-Bueno, puedo entender a los futbolistas, aunque no parece mucho. Nosotros viajamos a Australia o América continuamente. Ir allí a jugar un partido tampoco parece algo muy grave. Es cierto que tienen un calendario en el que compiten todos los fines de semana o cada tres días y un viaje a América se hace más duro. Pero yo viajo allí muchas veces y el Mundial 70.3 del 2017 lo hice en América y a la siguiente semana competí en Róterdam en la final del Mundial la ITU. Es cuestión de cuidarse y hacer las cosas bien. Los futbolistas tienen muchos medios para no tener problemas con el jet lag y hacerlo bien. Si es un partido, no parece muy grave.
-¿Cómo es posible que Donald Trump sea presidente?
-Hay que preguntarle a los americanos que le votaron porque parece que nadie le vota, pero por algo pasó. Es un personaje y espero que cambien las cosas por allí.