La actitud del colombiano, que todavía no ha liderado ninguna fuga en La Vuelta, despierta críticas a su actitud y dudas sobra su forma
11 sep 2018 . Actualizado a las 19:37 h.El viento se estrellaba en la cara de los ciclistas durante la subida al Mont Ventoux en el año 2013. Nairo Quintana marchaba escapado. Con 23 años buscaba su primera victoria de etapa en el Tour de Francia pero en aquella vuelta gala, a su paso por los Alpes, el ciclismo mundial comenzó a entender que había un nuevo capo en el pelotón.
Chris Froome cazó a Quintana a menos de siete kilómetros de meta y el colombiano, desfondado, se pegó a su rueda. Froome gesticulaba airado pidiéndole un relevo para compartir esfuerzo hasta la cima. No se lo dio. El que sería el ganador del Tour del 2013 -el primer de los cuatro- atacó a falta de un kilómetro y dejó al de Boyacá tirado en la carretera. Froome consolidó su maillot amarillo y Quintana se quitaría el mal sabor de boca levantando los brazos en Annecy cinco días después. Fue su primera victoria de etapa tras aprovechar una fuga liderada por Joaquim Rodríguez. Quintana no ayudó en el ascenso a Purito. Siguió la rueda del catalán durante ocho kilómetros durísimos y a falta de uno atacó y ganó. El ciclista sudamericano se erigió como el nuevo líder del Movistar tras ser segundo en París.
Del entusiasmo que joven escalador levantó tras ese Tour no queda demasiado. Su encontronazo con el líder, Simon Yates, el domingo, al que también le negó el relevo en el ascenso a los Lagos de Covadonga para inmediatamente pedirle colaboración a Alejandro Valverde, parece haber disparado las hostilidades hacia la actitud del colombiano. Tampoco se entendió con Miguel Ángel López cuando ambos trataron de iniciar un corte en la fuga.
A Quintana le acusan de conservador, pero sobre todo de usar el esfuerzo de sus rivales en beneficio propio. Siempre esperando a que el de enfrente trabaje por él. «No me duele que me consideren conservador, no siempre se puede atacar. Lo que me duele a veces son las piernas», se defiende.
No es nada nuevo. Quintana ha tenido más encontronazos dentro del pelotón -célebre es el que protagonizó con Dumoulin en el Giro del 2017- pero su estilo calculador le ha dado frutos. En el Giro que ganó, venció en dos etapas y la única vez que se vistió de rojo en Madrid, le llegó con la victoria en Covadonga tras responder a un ataque iniciado por Alberto Contador. Pero tras dos temporadas decepcionantes, siendo duodécimo y décimo en el Tour, empiezan las dudas sobre la solidez de su liderazgo. Más viendo como Valverde se vacía para preparar un ataque que todavía no ha llegado. La última etapa asturiana parecía el día indicado, pero Quintana se limitó a seguir la rueda del líder. Y los cálculos solo funcionan cuando las piernas acompañan.