El Real Madrid oficializa la salida del portugués atendiendo a la «voluntad y petición» del jugador
10 jul 2018 . Actualizado a las 18:09 h.Llegó como una súper estrella y se marcha como una leyenda. Es un divorcio en el que todos pierden y en el que a la vez todos ganan, puede que lo más parecido a un trato justo. El Real Madrid pierde al máximo goleador de su larga historia, el hombre que le llevó a conquistar el viejo continente cuatro veces en nueve años. Lisboa, Milán, Cardiff y Kiev. Cuatro «orejonas» y otros tantos Balones de Oro vestido de blanco. Se lo lleva la Juve que paga una buena cantidad de millones por un jugador que predeciblemente comenzará a notar un bajón en su rendimiento. Cumplirá 34 años pero los agoreros llevan ya tiempo profetizando una decadencia de la que todavía no hay síntomas. Quizás el mejor parado sea el propio Cristiano que se marcha a un equipo en el que podrá seguir saciando su hambre de títulos -al menos en la competición doméstica donde la hegemonía de la Vecchia Signora es indiscutible- y también su hambre de euros. Levantar la Copa de Europa será el gran reto. La línea que separará la épica de la frustración.
Empezó con el 9 y acaba con el 7 a sus espaldas y también en las banderas que desde hace años ondean en el fondo del Bernabéu. El estandarte con el que ha crecido toda una generación de madridistas, los más jóvenes, a los que le costará reconocer a su equipo a partir de hoy, mientras que los más maduros encontraron en el delantero portugués, tan caprichoso como ganador, tan egocéntrico como determinante, el genoma madridista. Chamartín no perdona. Fue pitado por la grada, como casi todos, pero tiene la bula de Concha Espina. 450 goles y 120 asistencias en 438 partidos han sido el pago.
No se habla de cifras en el comunicado remitido a través de la página web del club pero los algo más de 100 millones de euros son un secreto a voces. Era la «voluntad» del jugador según los blancos. Se acaba una época. La de Cristiano Ronaldo y Leo Messi. Dos gigantes a los que solo el tiempo medirá con la precisión debida. Será difícil reconocer a la Liga a partir de hoy.
Siempre esquivo con la prensa pero constantemente ávido de focos, buscando las cámaras para pasear sus abdominales y de micrófonos que registrasen su grito tras cada gol. El que se definió como envidiado por ser «guapo, rico y buen jugador», el que incendió su propio vestuario cuando echó de menos a James, Pepe y Morata en los momentos más duros, el que se creyó por encima de la justicia frente a una magistrada que no daba crédito. El portugués nunca tuvo medida o, tal vez, siempre tuvo su propia medida. El bien, el mal y Cristiano Ronaldo.