El Real Madrid es más de los jugadores que de los entrenadores. El que ganó las Copas de Europa en blanco y negro era el de Di Stefano, Puskas, Gento y demás. El de la séptima fue quizás el más enigmático, el de Mijatovic y compañía, por aquel célebre gol que acabó con lustros de sequía. Lo dirigía Heynckes. La octava y la novena llegaron con Del Bosque, pero llevaron más el sello de Roberto Carlos, Redondo, Raúl, Casillas o Zidane, entre otros. La décima, con Ancelotti, se asocia a Ramos más que a nadie. La undécima tuvo bastante de milagro, ya con Zidane en el banquillo. Y la duodécima es la de mayor influencia de Ronaldo.
Paradójicamente, el equipo que más duró en el tiempo y quizás por eso el más reconocible, fue el de la Quinta del Buitre, al que le faltó la corona europea para terminar de marcar una época. Pero no hay un Madrid de autor como hay un Milán de Sacchi, un Barça de Guardiola o Cruyff o un Manchester de Ferguson. Y Zidane, que ya ha hecho historia convirtiéndose en el primer técnico capaz de ganar dos Champions consecutivas, está ante la oportunidad de plantarse en su tercera final seguida. Quizás porque al haber sido cocinero antes que fraile en la casa blanca entiende que el Real Madrid siempre ha sido más de los futbolistas que de quienes los dirigen. El francés es más de convencer que de imponer en el vestuario. Y esta tarde noche tiene un nuevo reto y un sudoku por resolver. Con su savoir faire ha ido diluyendo la BBC, una trinidad que parecía indivisible. Si no juega Isco, está por ver si apuesta por Benzema o Asensio, porque Bale parece haber bajado su cotización. Y tiene un problema en el lateral derecho sin el lesionado Carvajal. Nacho, como Isco, vuelve de una lesión. Achraf es una apuesta arriesgada. Lucas Vázquez como zaguero, también. Turno para el entrenador.
Comentarios