El fútbol toma A Torre el fin de semana, todavía colean los últimos episodios de violencia y el 70% de los partidos los pitan menores de edad
13 feb 2018 . Actualizado a las 13:40 h.Padres, abuelos y hermanos. La mayoría entrenadores y árbitros, pero sin licencia. El fin de semana se sientan en la grada o se postran en la barandilla -algunos incluso se sitúan en el césped- de la ciudad deportiva de A Torre, en A Coruña, para seguir un partido de chavales divirtiéndose jugando a su deporte favorito, el fútbol. Son solo eso, niños, que después de una semana de colegio cambian de aires detrás del balón. También hay menores, cada vez más, en el colectivo arbitral, que tienen que convertirse en adultos para soportar la presión de muchas acciones.
En una mañana de sábado habitual en los ocho campos al pie de la torre de Hércules se juegan entre 32 y 40 partidos de fútbol ocho, con 16 colegiados. De estos, el 70 % son menores de edad, con una media de unos 15 años. De hecho, en el colegio de A Coruña hay unos 80 menores entre dos centenares de árbitros e incluso hay alguno de solo 11 años, la edad mínima para entrar. Como los pequeños que juegan, ellos también están aprendiendo, pero esto no es algo que entre en la mentalidad de todos los que están en la banda. De ahí que algunos de los espectadores incluso llegan a justificar la agresión que sufrió el padre de un colegiado hace una semana en A Torre, cuando un entrenador del San Cristóbal, que ya no es tal, le propinó un cabezazo.
A pesar que de que desde el club coruñés se disculparon tras la sucedido, hay quien lo defiende. «El entrenador tiene todo mi apoyo, fue en un mal momento. Hay que mirar las circunstancias de ambas partes. Yo, sabiendo las del entrenador, habría hecho lo mismo. Hay que defender a un padre [el suyo estaba en la discusión de la grada]. Un padre está por encima de un equipo, de cualquier situación», comentaba una madre del San Cristóbal.
En las últimas semanas se han sucedido en distintos puntos de Galicia episodios violentos o de agresividad hacia los árbitros. En enero, dos padres agredieron a un colegiado en Cambados; días antes, el entrenador del Ribadumia infantil le dio un cabezazo a otro; el año pasado también se vivieron casos en las competiciones de veteranos de la Costa da Morte y, entre otros ejemplos, una mujer escuchó comentarios machistas en la bancada.
«¿Cómo va a ser para allí [el saque de banda]? Después hay que pegarle a vuestros padres», frivolizaba con la secuencia de la semana anterior en A Torre, dirigiéndose al árbitro, un progenitor este sábado en el mismo escenario. Aunque se trataba de un comentario irónico, es uno de tantos que se escuchan en la banda. «¡Fuera de juego muy claro aquí!», «¡Eso es falta!», «Es mano claramente»... y así toda la mañana. No hay insultos, pero la figura del trencilla, como en los partidos de profesionales, está siempre en el centro de atención.
Es cierto que la mayoría de los comentarios en la banda son positivos, pero también que son excesivos. Los niños, que deberían tener solo un entrenador, acaban teniendo dos. «Tranquilo, piensa ahí primero», «¡Mete el pie!», «Jacobo, ¡saca el pie a pasear!», «¿Pero cómo pone a ese de defensa?», «Miguel, vente a banda».
Entrenadores «de pacotilla»
A la vez, a los pequeños también se les nota que han aprendido de sus ídolos a celebrar los goles y, esto es lo malo, a echarse las manos a la cabeza, con apenas 10 años, cuando no están de acuerdo con una decisión.
Un grupo de padres de uno de los equipos, varios antiguos jugadores, se definen como entrenadores «de pacotilla» y aseguran que técnico solo hay uno y «lo hace fenomenal». Sin embargo, poco antes no dejaban de dar indicaciones en la barandilla.
El coordinador de los árbitros en A Torre esa mañana, Luis Taboada, trencilla desde hace 13 años, opina que fue «tranquila, en la línea general de esta competición». Por su parte, el delegado del colegio de A Coruña, Javier Mella, señala que «los niños no generan problemas, el problema son los padres que no entienden que esto es solo fútbol».
«No piensan que podría ser su hijo», expresa el padre de un colegiado de 14 años
«A muchos se les va la pinza con mi hijo y no se dan cuenta de que también podría ser el suyo», comentaba el padre de un árbitro de 14 años, con uno de experiencia, que se encontraba en el césped de A Torre en ese momento. «Los profesionales se equivocan y él, que está aprendiendo, tiene todo el derecho a fallar», opinaba. No obstante, dejaba claro que la profesión es «tan peligrosa como cualquier otra». En cuanto a la agresión de la semana pasada, cree que es un «hecho aislado» y que «el 75 % de las rivalidades que se ven en los campos son rencillas externas que vienen de antes». Como bromeaba un padre en otro partido, «los niños, bien, pero los padres son un peligro...». De hecho, cerca de allí hubo el único conflicto destacable de la mañana, provocado por un grupo de progenitores que arengaban a sus hijos a pesar de ir ganando por goleada.
Práctica antes de arbitrar
El delegado del colegio de Ferrol, Juan Díaz Vidal, subraya la necesidad de que antes de empezar, los nuevos árbitros practiquen durante al menos dos meses. «Así van a estar más cómodos, porque aunque sea un partido de prebenjamines, los padres son complicados», subraya. Además, otra medida que ve necesaria es que un veterano acompañe al joven en sus primeros partidos.
Sobre las nuevas medidas, apunta a la de que los menores llevan un escudo que los distingue como tal (artículo 181 de la RFGF), con el fin de que, en caso de producirse una sanción, esta conlleve la sanción máxima.
«Las disputas acompañan al fútbol, pero gracias al trabajo de árbitros, clubes y otros estamentos, se está combatiendo de una manera efectiva. La imagen del árbitro se ve de otra manera», concluye Luis Taboada, que espera que esto «siga mejorando».