All Blacks, excelencia en tres siglos

Raúl Álvarez REDACCIÓN

DEPORTES

Los All Blacks de Nueva Zelanda realizan la «Haka» durante una prueba para el Campeonato de Rugby, frente a Argentina
Los All Blacks de Nueva Zelanda realizan la «Haka» durante una prueba para el Campeonato de Rugby, frente a Argentina Marty Melville | AFP

Nueva Zelanda practica el rugby desde el siglo XIX y desde principios del siglo XX nadie ha discutido su posición como mejor selección del mundo

17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A diferencia del fútbol, el rugby no permitió a sus inventores ingleses albergar durante mucho tiempo la fantasía de que en todo el mundo no había nadie mejor que ellos en ese deporte. En los primeros años del siglo XX, ya estaba claro que Nueva Zelanda, donde algunos universitarios que habían regresado a casa tras completar sus estudios en la metrópoli lo habían introducido unas tres décadas antes, dominaba el rugby con la naturalidad de quien ha encontrado su verdadero talento en la vida. Casi 120 años después, sigue sin surgir un equipo capaz de disputar a largo plazo la hegemonía a los neozelandeses. Los All Blacks, a menudo ganadores, son la imagen del país y uno de los emblemas del deporte mundial: habilidosos, de juego atractivo, inclusivos y solidarios. Han ganado tres de los ocho mundiales (solo empezaron a disputarse en 1987, a pesar de la larga tradición del rugby), incluidos los dos últimos, y son el único equipo con un saldo positivo de victorias y derrotas antes todas las demás grandes naciones de su deporte.

La leyenda llegó a Europa en barco desde el otro extremo del mundo. Aunque otras selecciones neozelandesas ya habían jugado partidos en Australia, más cerca de su país, e incluso en Inglaterra, el viaje que lo cambió todo tuvo lugar entre septiembre de 1905 y febrero de 1906. Fue entonces cuando, en una serie de 35 partidos en las Islas Británicas y Estados Unidos (donde jugaron dos veces en California contra la misma formación canadiense), Nueva Zelanda consiguió 34 victorias y sufrió una única derrota en Cardiff contra Gales y con el marcador más escueto: 3-0.

En aquella gira también nació el apelativo de All Blacks, sobre cuyo origen circulan dos versiones distintas. La primera y más obvia es el color de su equipación. Hasta entonces la camiseta era negra (salvo por el bordado de un helecho plateado, que es el símbolo de la federación neozelandesa) y el pantalón blanco y justo entonces empezó a ser completamente negra. La segunda alude a una errata en la crónica de un partido publicada en un periódico inglés asombrado por el rendimiento de aquellos muchachos llegados desde tan lejos. Quería decir que en el equipo jugaban como si fueran todos zagueros («all backs»), pero se entrometió una 'l' inoportuna y convirtió esa expresión en «all blacks».

El esplendor deportivo de los jugadores de rugby de un país pequeño, cuya población no alcanza los cinco millones de habitantes, es tan grande que, en las últimas décadas, incluso España, un país en el que las semillas del deporte del balón oval nunca han germinado del todo, es consciente de su excelencia. Jonah Lomu, la primera gran superestrella mundial tras la admisión del profesionalismo en los años 90, se convirtió en un nombre familiar en la prensa deportiva y los telediarios no dejaron de emitir su legendaria jugada contra Inglaterra en el Mundial de 1995. En aquel partido logró cuatro ensayos, pero como saben todos los espectadores de 'Invictus', la película de Clint Eastwood basada en un libro del periodista John Carlin, aquel fue el campeonato que los All Blacks no pudieron ganar para alegría de Nelson Mandela, que ansiaba el triunfo de los anfitriones sudafricanos como una manera de empezar a suturar las heridas raciales de un país recién salido de la época siniestra del 'apartheid'. Las derrotas gloriosas, sin embargo, también forman parte del patrimonio sentimental del deporte.

En Nueva Zelanda, sin embargo, Lomu, ya fallecido a causa de la misma insuficiencia renal que puso fin a su carrera, es una gran estrella, pero no un fenómeno aislado, sino un nombre más en una constelación de nombres que han hecho grande al rugby desde el siglo XIX hasta el XXI. El país tiene 15 jugadores entre los grandes nombres de todo el mundo seleccionados para el Salón de la Fama del rugby por la federación internacional. No han llegado aún a esa posición de aristócratas indiscutibles para la posteridad, pero, como la cantera no deja de producir talentos, los últimos en sumarse a la cadena de ilustres son Dan Carter, el jugador de cualquier selección que más puntos ha anotado en partidos internacionales, y Richie McCaw, retirado recientemente como el jugador mundial con más partidos internacionales a sus espaldas: jugó de negro en 148 ocasiones y en 110 de ellas fue el capitán de su equipo.

Cuando sus representantes bailen la 'haka', la danza tradicional maorí para desafiar al rival que ejecutan antes de cada partido, estarán honrando una tradición que sigue muy viva.